Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Bruce Bégout: “Hay que inventar nuevos espacios controlados que exciten a través del trauma”

El jardín de El Bosco, detalle

Vanity Dust

El escritor y filósofo Bruce Bégout (Burdeos, 1967) considera que la provocación que supuso Las Vegas en su momento ya es pasado, que el ser humano necesita experiencias traumáticas para sentir realmente. En su último y provocador libro Le ParK (Editorial Siberia), Bégout imagina el parque temático definitivo, que incluye todos los parques que ha creado el ser humano a lo largo de la historia. En él encontraremos desde enclaves maravillosos a sórdidos lugares. Desde la ficción periodística, Le ParK plantea una profunda reflexión sobre los límites que el ser humano es capaz de superar para conseguir tener experiencias espectaculares que le hagan sentir vivo.

Los creadores de Le ParK son un ruso que es multimillonario gracias al comercio de armas y un misterioso arquitecto francés obsesionado con la neuro-arquitectura. ¿Qué podemos extraer de esta singular unión empresarial que da como resultado un parque temático que contiene desde un campo de concentración a un zoológico?Le ParK

Bruce Bégout. El parque es un lugar que nace en un contexto post-totalitario. Un nuevo rico ruso, que ha crecido en un sistema totalitario, con el imaginario de los gulag o los asilos, querrá reproducirlo en parte. Se suma a esta idea la mundialización: tenemos a un propietario ruso, la isla del parque está cerca de Borneo y Licht, el arquitecto, a pesar de tener nombre alemán, es de América del Sur. El parque se configura así como un mosaico con características de varias partes del mundo. Es un lugar muy caro para los visitantes, y los nuevos ricos que lo visitan no tienen el gusto de los burguesía clásica, que encontraría el lugar indecente o vulgar. El espíritu de los nuevos ricos aparecidos en Rusia en los noventa y los inicios de los dos mil es como una tabla rasa en la todo se puede inventar y que no se verá frenado por cosas como el gusto o las convenciones de la alta burguesía europea o norteamericana. El nuevo rico puede permitírselo todo.

Por ejemplo, recientemente ha salido en prensa la residencia del antiguo presidente ucraniano, en la que el ex gobernante se había hecho construir un parque de atracciones privado. Un parque de atracciones se disfruta colectivamente. En cambio, el exgobernante tenía un viejo galeón, un zoo y un pequeño parque de atracciones para él y su familia. Pese a ser ucraniano es rusófilo, y en esta actitud creo que hay algo de este espíritu postsoviético.

Mientras este espíritu sin freno de los nuevos ricos se ha ido desarrollando, haciendo acopio de recursos naturales y disfrutando de todo tipo de excesos, existe también la concepción inversa, la de colectivos con una conciencia ecológica muy fuerte y que ponen especial atención al legado que dejaremos a las futuras generaciones. Una pequeña parte del planeta recicla sus basuras pero, en Dubai, en pleno desierto, puedes disfrutar de un paseo en góndola al estilo veneciano dentro de un centro comercial. ¿No hay algo de esquizofrenia en esta situación?

Los colectivos preocupados por el medio ambiente y la sostenibilidad del planeta a largo plazo, al igual que los que viven en los placeres ilimitados del ocio, tienen en común el concepto de ‘parque’. Están también dentro de parques; ellos inventaron el concepto de reserva o parque natural, en el Siglo XIX, con Yosemite o Yellowstone. Piensan en el planeta como un parque que hay que preservar, proteger y controlar, así que no veo realmente una oposición entre ambas visiones: las dos quieren controlar sus parámetros o las especies. Ya sea para preservar o para consumir, ambas usan la misma lógica de“‘jardín cerrado”’ en el que se pueden controlar sus elementos, organizarlos y obtener de todo ello una visión panóptica y global.

Visto de este modo, el primer parque de atracciones fue el jardín de Luís XIV. Como Versailles, estos jardines del Antiguo Régimen fueron lugares en los que exponer innovaciones técnicas, nuevas invenciones o celebrar grandes fiestas y desfiles. El Antiguo Régimen fue, en cierto modo, el inventor de la fantasmagoría moderna. Como decía, más que una contradicción entre las dos concepciones de jardín, veo en ambos casos una concepción racionalista del entorno, en un caso lúdica y en la otra más amplia, más compleja, para preservarla, pero que también se trata de una concepción del espacio cerrada y controlada.

En esta concepción del mundo como ‘lugar de ocio’, los visitantes de Le ParK juegan un papel fundamental. Cito textualmente: “nunca un lugar ha dado la sensación de estar tan conectado con las emociones más sombrías del alma humana”. Como decíamos, el acceso al parque es carísimo, solo apto para millonarios en busca de experiencias espectaculares. Me recuerda a un texto de Chuck Palahniuk en el que habla de millonarios que “se convierten” en vagabundos durante una noche para salir de su mundo de cristal y vivir una experiencia “extrema”. ¿Qué hay detrás del acaudalado e insaciable público de Le ParK?

Como escritor y filósofo, tanto en la ficción de Le ParK como en mis ensayos anteriores, observo el comportamiento, las tendencias y las “prácticas” del entretenimiento contemporáneo. En un ensayo sobre Las Vegas apunté que el entretenimiento “clásico”, mundial, que todas las ciudades utilizan en forma de atracciones turísticas, tranquilas y familiares, se convertía progresivamente en aburrido. En el fondo, el entretenimiento hecho para paliar el aburrimiento producía más aburrimiento. La tendencia actual es buscar la intensidad en las experiencias, hacerlas más fuertes, buscar la excitación sensorial. ¿Qué es lo que produce esta excitación? Lo sexual, la violencia o la obscenidad.

En Le ParK se encuentra la excitación de los sentidos, que Nietzsche o la poesía de Rimbaud ya describieron. Por eso hay que inventar nuevos espacios controlados que produzcan esta excitación a través del trauma. El entretenimiento convencional no nos deja huella, necesitamos experiencias que nos dejen una cicatriz, una marca. Buscamos la violencia en vez de una experiencia convencional, banal, repetitiva y aburrida. Hay que violentar el cuerpo y el imaginario para aumentar el interés del público. Le ParK desarrolla una estética de la violencia, no forzosamente sufrida, sino contemplada y observada, pero que crea al mismo tiempo un sufrimiento y un placer en ese sufrimiento. En el fondo, los sentimientos provienen del sufrimiento. En la antigua Grecia, Pathos era el sufrimiento y las sensaciones. Si no sufrimos, si no hay dolor, tampoco habrá sensaciones. Incluso en las sensaciones agradables hay algo que nos alcanza, que nos toca.

En Le ParK hay esta estética impregnada de Pathos. En ocasiones tenemos la sensación de que el aburrimiento es el problema central de la modernidad. La gente tiene un nivel de vida relativamente correcto —aunque ahora degradado por la crisis—, con ciertos servicios de salud, alta esperanza de vida y con tiempo libre, así que el aburrimiento se convierte en un tema central del hombre hipermoderno. Hace falta saciar el aburrimiento desde varios dispositivos, y los dispositivos clásicos como el turismo de masas o el entretenimiento masivo ya no nos satisfacen. Se crean divertimentos para una élite underground que hace cosas que para otros son indecentes o demasiado violentas. En cierto modo, esto siempre ha existido, pero Licht, el arquitecto del parque, inventa un lugar con espacio para esas atrocidades y, también, con momentos de belleza poética. Tenía la idea, como Ballard en Crash, de que el placer pasa por la violencia y que el shock es necesario para producir una experiencia. Las Vegas, en este sentido, es demasiado inofensiva y edulcorada, el juego del dinero ya no es suficiente.

También los políticos se interesan por Le ParK y lo visitan con interés saliendo satisfechos y fascinados. Parece que ellos viven hambrientos de experiencias fuertes. Eso me recuerda a Obama viendo en directo desde el despacho Oval cómo su ejército asesinaba a Bin Laden. Quizás sea el videojuego más impactante que pueda tener alguien. Me viene también Berlusconi a la cabeza. ¿Hay una clase política que ha dejado de lado el debate y la reflexión y ahora busca impactar en la sociedad de un modo parecido a Le ParK con sus visitantes?Le ParK

El parque es un dispositivo de control que admite 100 visitantes al día. Sin ser, pues, un control de masas, sí conforma un grupo que se suma a las 10.000 personas que trabajan en en la isla. Es una pequeña ciudad. Por ejemplo, los políticos que visitan el parque, donde hay lugar para el entretenimiento y la producción —con su tecnópolis—, se encuentran con espacios como las oficinas con serpientes y fauna, que es el anti-Google. En vez de trabajar con mesas de ping-pong, los empleados tienen reptiles habitando en su espacio. Es la misma patraña que Google, porque evidentemente los empleados están sometidos a los mismos niveles de beneficios y productividad. El ping pong es una fachada, incluso el reptil es más agradable que el ping-pong.

Le ParK presenta su propio modelo utópico de transporte, seguridad, producción y entretenimiento. Y eso a los políticos les permite acercarse a los mecanismos de control de masas a través de la imagen, la propaganda y la idea de felicidad que vende el parque. Aunque Le ParK tiene una reputación polémica y que no gusta en todo el mundo, para ellos hay buenas ideas que pueden aprovechar de la experiencia que mezclan entretenimiento y política. Hablas de Obama, y yo pienso en Guantánamo, que cito en el libro. Guantánamo es como un parque que incluso supera a mi propia ficción. Para torturar a los presos, despojados de todo derecho internacional, les hacen escuchar Death Metal a todo volumen durante 24 horas —sin pagar derechos al grupo de música, que lo descubrió más tarde. Así que han inventado cosas que ni yo mismo podría haber imaginado. Guantánamo es en este sentido un dispositivo político espectacular, del que hemos visto toda una estética —el naranja de la ropa de los presos— e imágenes que graba el propio ejército con sus móviles.

En la segunda guerra de Irak, cuando estaban buscando el paradero de Sadam Hussein y a sus generales, hicieron un juego de cartas con las caras de los 52 miembros más buscados y la distribuyeron entre los combatientes. Incluso ahí hay una confusión total entre la acción militar, la política y el entretenimiento. No he inventado nada, selecciono fragmentos de la realidad y los uno con una lógica algo surrealista. Tomo esos elementos, los pongo juntos y lo monstruoso es el resultado de vincular dos elementos sin relación aparente y ver qué ocurre. La clase política, desde hace muchísimo tiempo, juega con lo espectacular, desde la monarquía al mismo Vaticano —la propia crucificción—. Las leyes de la naturaleza humana cambian poco, más bien las adaptamos a las nuevas tecnologías. En efecto, los políticos pueden sacar muchas cosas de Le ParK, y estudiar sus parámetros arquitectónicos, tecnológicos o sociales.

El formato que elegiste para adentrarnos en Le ParK toma forma del reportaje periodístico, lo que lleva a plantearme qué papel juegan los medios de comunicación a la hora de “trabajar” todo el espectáculo de la contemporaneidad. El discurso de la crisis del periodismo lleva años circulando y me gustaría saber qué opinión tienes al respecto. Por otro lado, los medios de comunicación se han sumado de manera rutinaria a la noticia morbosa, al click fácil y a los titulares sensacionalistas, ¿cómo ves la industria de la comunicación con todas estas mutaciones?

Efectivamente, Le ParK no se presenta como una novela, sino como un reportaje periodístico escrito por un narrador que no es nombrado y que solo en algunas ocasiones usa la primera persona. El reportero bien podría trabajar para la ONU o para un organismo que le ha pedido que informe sobre lo que ahí ocurre. Tengo muchos reparos con la literatura de ficción. He escrito una obra, todavía no publicada, sobre las experiencias en los campos de concentración, ya que hay muy pocos análisis filosóficos sobre ellos. En cambio, sí he leído muchos relatos de supervivientes, como los de Primo Lévi o Jorge Semprún. Leyéndolos no me he preguntado, como Adorno, si se puede hacer o no poesía después de Auschwitz. Lo que he visto es que no podemos escribir de la misma forma que antes. Creo que la literatura mundial está muy marcada por esta literatura de los supervivientes y del testimonio, que se expresa a través del realismo, la sobriedad de las descripciones y ciertos análisis que no están del todo dentro de lo literario.

Los escritores que más admiro de la segunda mitad del siglo XX, como Beckett o Bernhard, están muy influenciados por esta literatura tan sobria, basada en los hechos y minimalista. Aunque Bernhard construye frases muy largas, usa pocos adjetivos y trabaja una literatura de la observación y la vivencia. Por eso, en mis escritos adopto un estilo post-Segunda Guerra Mundial. Volviendo a Le ParK, aunque en el libro haya fragmentos poéticos para narrar las características delirantes del parque, la escritura es realista. Según mi opinión, la ética de la escritura es la de la retranscripción de lo que ocurre, permitiéndose, a veces, la experimentación literaria.

Por ejemplo, en Le ParK, existe la parte de la descripción de la neuro-arquitectura, pero en general predomina la sobriedad periodística. La lógica de fondo es que en efecto el periodismo es esencial para el estudio y la búsqueda de la realidad. Y también que el periodismo sí sirve para combatir la comunicación corporativa que destruye la verdad en provecho del storytelling y las presiones económicas. Me gusta mucho el periodismo de grandes reportajes, como los del New Yorker o el Atlantic Monthly. No puedo leer noticias de una única página. Leo más revistas que periódicos y me gustan los trabajos a fondo.

El periodismo de investigación se va reduciendo a causa de los medios que optan por reducir textos en favor de intereses económicos. Yo no soy más que una especie de periodista de un mundo imaginario. Todas las novelas que hago se presentan como reportajes neutros y distantes con un narrador que explica los hechos. Y lo que se produce es tan delirante que se necesita la distancia para explicarlo, para que sea creíble. He escrito también sobre Orwell, que fue de los primeros en hacer grandes reportajes sociales con esa idea de periodismo literario, sobre las minas de Inglaterra o en Homenaje a Cataluña. No tengo ninguna razón para ser pesimista porque la presión económica en el periodismo ha existido siempre; en el Siglo XIX los medios ya introducían nombres de productos y marcas y existía al mismo tiempo el periodismo riguroso. Con las nuevas tecnologías ocurre lo mismo. Pienso que la tecnología es neutral, que es lo que hagamos con ella. Los blogs no son buenos ni malos, sino que depende de cómo los utilizamos; o bien pueden destruir el periodismo en beneficio de la información rápida y banal o, al contrario, pueden producir análisis profundos y documentados.

En Le ParK, para lograr ese realismo, desarrollas el concepto de neuro-arquitectura, que es la corriente que sigue el arquitecto Licht para construir el parque. Encontramos fragmentos de un diario suyo, casi visionario, de sus ideas al respecto. La neuro-arquitectura existe realmente, aunque parezca una utopía futurista. Licht menciona en repetidas ocasiones que la psicología debe ser abandonada en pos del estudio científico de la mente a nivel neuronal, y que la arquitectura debe sumarse a esta corriente. ¿Cómo influye el avance de la ciencia del cerebro en disciplinas como la arquitectura?

Desde siempre hemos pensado que hay una relación entre el lugar y nuestra sensibilidad. Que hay una interacción entre la arquitectura y los sentimientos. Encontraríamos esto en Balzac o en los situacionistas, en la psicogeografía. El avance de la neurociencia ha mostrado que lo psicológico es en realidad lo superficial, que el núcleo duro es lo cerebral, lo neurobiológico, con lo que hay que repensar el entorno en base a la estructura neuronal. Si conocemos a través del análisis y tests cerebrales qué tipo de arquitectura facilita la cognición, la memoria o el cerebro afectivo, podemos inventar lugares que ayudej a esa interacción o, incluso, podemos curar lesiones cerebrales. Al conocer mejor el funcionamiento del cerebro se crearán dispositivos técnicos que interaccionarán con el cerebro y que superarán la superficialidad de los sentimientos expresados a través de palabras. Lo sentimental y lo verbal son superficiales, lo fundamental es el cerebro y la arquitectura.

Licht, el arquitecto de Le ParK, casi no habla en público, no le interesa la psicología, cree que es un discurso vacío. Le interesa la estructura fundamental de nuestra contemporaneidad, que es la neurobiología. El urbanismo y la arquitectura deben tomar la neurobiología como fundamento de su investigación. Los arquitectos tienen todavía una visión del hombre obsoleta y anticuada, que se basa en la afectividad, quizás del psicoanálisis...deben adaptarse a la nueva ciencia. Al inicio pensé que la neuro-arquitectura era una invención, y luego me di cuenta de que cuanto más conozcamos el cerebro más podremos crear esos lugares. De hecho, ya lo hacemos, por ejemplo, en los hospitales,viendo qué colores usamos en esos espacios.

Antes lo hacíamos sin saberlo, por intuición. Con la neuro-arquitectura, Licht intenta crear estructuras que actúen recíprocamente con la naturaleza humana. En mi libro anterior cité al pintor Edward Hopper, que dijo “lo humano me es extraño”. Lo que me interesa son los objetos, las tecnologías y los lugares, porque al estudiarlos hablo del ser humano. Intento comprender así nuestro tiempo y nuestro comportamiento, con esa objetivación, a través de esos objetos. Le ParK nos hace comprender quienes somos.

Etiquetas
stats