Marina Perezagua: “Escribo por el mismo motivo por el que nado: para vivir más en paz”
Aguanta hasta cinco minutos sin respirar bajo el agua. Ha cruzado el estrecho de Gibraltar a nado. Salman Rushdie la ha bautizado como “una de las mejores de la nueva generación de escritores en lengua española”. Ha sido profesora de español en la New York University, donde actualmente reside. Y acaba de publicar su novela Yoro (Libros del Lince). Todos estos datos pueden resultar contradictorios pero no lo son en el caso de Marina Perezagua, una escritora singular, nacida en Sevilla y con un cúmulo de obsesiones y referencias que la convierten en una de las revelaciones del último año.
Tras Criaturas abisales y Leche, ambos libros de relatos en los que Perezagua juega con la crueldad, la oscuridad, la angustia y el agua, llega Yoro, una novela con una premisa aterradora: H., la narradora, natural de Hiroshima, está confesando un crimen cuya naturaleza desconocemos. A medida que se suceden las páginas, narra una ausencia, e incluso varias. Una protagonista de naturaleza hermafrodita que busca a una hija perdida mientras devora algo desconocido, que destruye lo que la rodea. A raíz de la novela, entrevistamos a Marina Perezagua.
¿Por qué situar la novela en un momento histórico tan concreto y reconocible como son las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial?
En realidad, el momento histórico me resulta irrelevante en sí en tanto que es real. Estoy más interesada en narrar eventos que no han existido porque me parece un reto mucho más difícil y me interesa la dificultad. En este caso concreto, poner al lector en las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial me permitía de una manera clara situarle en un horror que parece que hemos olvidado: hoy en día existen casi 20.000 bombas como la de Hiroshima. Pero más que el momento histórico me interesaba el efecto de la bomba nuclear en un personaje con su propia tragedia a cuestas. La creación de ese persona ha sido mi mayor interés.
La protagonista no tiene sexo definido, no tiene nombre -es H.- , pero sí tiene género.
H es una persona intersexual, esto es, biológicamente comparte órganos de ambos sexos. No tiene nombre porque se lo han quitado, de ahí que se refiera a sí misma con la letra “H”, que es la “h” de Hiroshima, pero también la letra muda, que no suena, que no tiene voz. Su género es femenino, pero tiene la suficiente flexibilidad mental para concebir que el género es plástico y puede cambiar a lo largo de la vida.
Recorre la novela la idea de las madres monstruo, esos seres tan aterradores pero tan fascinantes de la historia literaria y artística. Recientemente han publicado Ariana Harwicz y Samanta Schweblin sobre temas similares ¿Hay una corriente contemporánea en la ficción sobre ellas?
No sé si hay una corriente contemporánea, puede ser, pero en cualquier caso sería una corriente que viene empujada ya desde los tiempos clásicos. Ese Saturno devorando a sus hijos está presente en mi novela, y es irrelevante que sea hombre o mujer.
¿Qué escritores le gustan más y cree que están presentes en su obra?
Son demasiados para nombrarlos. Nombro el que sin duda me hizo descubrir la literatura: Kafka. Ojalá que los escritores que admiro estén presente en mi obra, pero quién sabe cómo funcionan las lecturas que uno hace en aquello que uno escribe.
Aparece constantemente la idea del amor -a un espectro, a una persona, a la pura idea del amor- como método de supervivencia ante la tragedia, que es constante.
Sí. Desde luego creo y quiero creer que el amor es parte esencial en un kit de supervivencia.
No es la primera vez que escribe sobre Hiroshima. ¿Por qué?
En realidad sí es la primera vez, quiero decir, esta novela no es más que el desarrollo de un texto breve que se publicó hace dos años y que, al contrario que otros textos, continuó reclamándome atención.
¿Dada su relación con el agua, cree que narra, piensa y escribe mientras nada?
No lo creo, estoy segura. Lo que no sé es si necesito el agua para pensar o si tengo que pensar necesariamente en el agua porque paso mucho tiempo en ella. Creo que un poco de ambas cosas.
Ha dicho anteriormente que le interesa la escritura científica por su precisión. ¿Cree que tiene algún efecto en su escritura temáticamente, en el territorio de la imaginación?
Quizá lo que más me interesa de la escritura científica es ese modo en que el autor narra lo que pasa fuera de él, sin implicarse, dejando que las reacciones sean las que tienen que ser. Sin duda la ciencia es una cantera que estimula la imaginación. Lo ideal para mí sería combinar conocimientos científicos con ficción y una buena técnica.
Vivimos inmersos en dos corrientes literarias: realismo y fantasía, que aparecen disociadas en “la industria editorial”, pero que usted conjuga sin problemas. ¿Es complicado o sencillo para “vender” o “promocionar” su trabajo el contexto editorial actual?
Yo creo que la combinación entre ficción y no ficción es muy sencilla, y además agradecida. La no ficción te ofrece datos que permiten a todo el mundo saber de lo que hablas, cosas que todo el mundo conoce, pero para mí el hecho principal, el evento que me importa contar, es siempre ficticio, porque creo que ahí está la verdadera creación. Es bonito hacer surgir algo de la nada.
¿Se escribe para sobrevivir, como los protagonistas de sus obras?
Personalmente no creo en la escritura terapéutica, pero cada uno encuentra sus propias medicinas.
Decía Francisco Casavella que las novelas se escriben para vengarse.
No, no estoy de acuerdo. Si me quisiera vengar, me vengaría sin necesidad de la escritura. La escritura para mí es ajena a mis amores o desamores y no tiene que saldar mis deudas, de eso ya me encargo yo. De todos modos, no creo en la venganza. Yo escribo por el mismo motivo por el que nado: para vivir más en paz.