Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“El Rayo Vallecano es un club politizado por su hinchada, y no hay que tener miedo a decirlo”

Quique Peinado

  • El periodista Quique Peinado (Vallecas, Madrid, 1979) repasa la historia del Rayo Vallecano y su afición por el mismo en A las armas (Colección Hooligans Ilustrados, Libros del KO)

POLÍTICA

El Rayo que yo viví cuando era un adolescente era un equipo de barrio, de partidos de sol y bota de vino por la mañana, de palmas flamencas, y qué bonitos son los goles del Rayito. Y ya. Vallecas, tanto en mi adolescencia como antes de nacer yo y hasta que me muera, ha sido, es y será un barrio combativo, pero el club solo lo es desde hace unos años hacia acá.

Vallecas diríase que es de izquierdas por muchas razones. Por ejemplo, porque el Puente de Vallecas sigue siendo el único distrito de Madrid en el que nunca ha ganado el PP. Por eso y porque una vez los Bukaneros, después de que la policía registrara su sede, sacaron una pancarta mentando al marido de Cristina Cifuentes, podríamos decir que no somos el barrio ni el equipo favorito de las gentes del extremo centro. Creo que la señora Cifuentes alguna noche ha soñado que iba vestida de Juana de Arco, mechas al viento, con un bastón de mando a lo Ángel Matanzo, comandando una tropa de gaviotas y muchachos con flequillazo que avanzaba manu militari por la avenida de la Albufera dispuesta a ilegalizar el Rayo, tapiar las puertas del estadio (dejando un agujero para que entren las multitudes que asistían, ―y no sé si lo siguen haciendo―, a los bautizos de testigos de Jehová que se hacían en su césped, que han sido muchos, y no me lo invento) y prohibir toda iconografía que mentase a La Franja, aunque ello supusiera repintar todos los taxis de Madrid y prohibir la entrada a territorio nacional del Club Atlético River Plate y de la selección del Perú.

Vallecas es cantera de dirigentes de izquierdas. De mi barrio son Pablo Iglesias, Inés Sabanés o Juan Barranco, y allí ha vivido todo dios en la izquierda española. No nombro a todos por no aburrir. Pero por encima de ser de izquierdas es un barrio revolucionario. Tengo un amiguete, Óscar «Rayito» Sánchez, vallecano, falangista de carné y cinco veces campeón de España de boxeo en el peso pluma y superpluma, que dice que en Vallecas la Falange saca muchos votos por su origen revolucionario. Lo que Rayito considera «muchos» votos no es lo mismo que consideramos otros, pero acierta en su razonamiento de fondo. Vallecas es una reserva de la rebeldía desde hace siglos y un bastión de la izquierda patria. Yo, como hijo suyo que soy, solo me limito a cumplir la tradición, aunque soy un rebelde de gafas de pasta y un izquierdista de ortodoxia distraída.

El Rayo Vallecano, de unos años a esta parte, representa (de manera muy simbólica, no querría yo exagerar) el espíritu revolucionario en algo tan poco revolucionario como el fútbol. En concreto, desde que los Bukaneros se han hecho fuertes en el fondo y han contagiado a las otras gradas. Es un hecho, y rebatirlo sería mentir. El estadio (casi) entero aplaude muchas de las pancartas y consignas políticas que salen del fondo, y eso ha convertido a Vallecas en un estadio especial. El Rayo es un club politizado por su hinchada, y no hay que tener miedo a decirlo: La Franja es orgullosa representante de su barrio; el Rayo es de izquierdas. Y por eso, también, soy del Rayo.

El político mejor valorado de Cataluña tiene cara de buen tío con mala hostia, viste camisetas en el Parlament, un día llamó gángster a Rodrigo Rato («Nos vemos en el infierno. Su infierno es nuestra esperanza. Hasta pronto, gánster») y es el gran referente del independentismo de la izquierda que llamaremos radical para entendernos, en Cataluña. David Fernández Ramos, hijo de zamorana y leonés, es diputado del Parlamento catalán por la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), periodista e hincha del Rayo Vallecano. No es el equipo que uno esperaría que «tifara» un independentista catalán..., o sí. «No soy muy futbolero, pero hablo del Rayo en primera persona del plural. Es mi equipo, una elección consciente. Comparto con Vázquez Montalbán la visión de que el Barça fue el ejército desarmado de Cataluña en el Franquismo, y es verdad eso de que es más que un club; ahora en concreto es una multinacional. Nunca fui del Barça. Me hice del Rayo como una elección ética y política, lo considero una forma diferente de ver la vida y el fútbol, lo sufro y lo reivindico», dice. Evidentemente, La Franja es para David Fernández el equipo nacional de Vallecas (¡Vallecas, nación; Rayo, selección!), una patria que también es suya. Visita muchísimo Vallecas, me consta, y no es de boquilla. «Uno de mis mejores amigos es vallecano y vivió cinco años en Barcelona. Siempre que vengo a Madrid acabo en el barrio. Tengo mi cuadrilla de amigos, salimos a tomar cañas, hablamos. Ahora lo tengo que hacer con más discreción, evidentemente, pero no lo dejo. Vallecas es un referente para la izquierda alternativa, igual que lo es Kreuzberg en Berlín. Para mí representa la dignidad de la gente de barrio y me conecta con mi conciencia de clase, de clase obrera. La camiseta del Rayo es la que suda Vallecas», cuenta.

La izquierda ha sido tradicionalmente prejuiciosa con el fútbol. Ya saben, lo del opio y el pan y circo y todo eso. «Ahí hago autocrítica: hace 20 años, cuando fundamos La Torna [el ateneo popular del barrio de Gràcia], yo era de los que decía que allí no se debía ver fútbol, que para eso había mil bares en el barrio. Hoy creo que hay que separar el fútbol negocio, en el que hay una mafia como en la política, y la vida de la gente común, donde todos tenemos derecho a la alienación, consciente e inconsciente. El fútbol es un espacio necesario, y si vamos a su condición de deporte de base, es un elemento integrador: todos son iguales cuando juegan al fútbol. Si me pongo filosófico, te digo que los seres humanos necesitamos esos espacios, y que el fútbol lo es. El campo del Rayo es un ejemplo», dice un tipo que estaba en la grada cuando el club obtuvo su último ascenso a Segunda, precisamente contra el Zamora, la ciudad de su abuelo rojo que estuvo en las cárceles franquistas.

El fútbol profesional, como dice David Fernández, es un espacio de poder, el lugar que quieren conquistar los grandes empresarios para ejercer sus influencias. Es lógico. El Rayo, a su escala, también lo es. Pero mientras su gente no lo abandone, este club será su grano en el culo. Su glorioso grano en el culo.

Quique Peinado firmará ejemplares de A las armas en la Feria del libro de Madrid (Parque del Retiro) el sábado 30, de 19.00h a 20.30h en la caseta 173

Etiquetas
stats