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La novela negra y la “morralla” que vino del frío

Festival Getafe Negro

Paula Corroto

Hablar del éxito de la novela negra en 2015 es la no noticia. Ha pasado ya un lustro desde el inicio del boom de los autores nórdicos, impulsados por la saga Millenium de Stieg Larsson y las subvenciones de los países escandinavos para las traducciones. Ha pasado ya tanto tiempo de aquello que hoy prácticamente todos los sellos editoriales grandes y medianos cuentan con su propia colección de novela policiaca.

Hasta Anagrama creó la suya, lo que se interpretó en el sector y los medios como una claudicación ante el fenómeno. Los festivales sobre el género han brotado por toda España -sí, existe hasta el Écija Negra- e incluso los premios más comerciales como el Planeta se han otorgado a este tipo de novelas (Lorenzo Silva con La marca del meridiano y Jorge Cepeda con Milena o el fémur más bello del mundo). La novela negra ya no es un boom, sino que está en todas partes.

Por este motivo, el miércoles, durante el Festival Getafe Negro -qué mejor sitio para reflexionar sobre ello-  tuvo lugar la mesa De la Transición a nuestro tiempo: el cambio del paradigma negro en España, en la que participaron los periodistas y críticos literarios Víctor Claudín, David Benedicte, David G. Panadero, y el escritor Jesús Ferrero, moderados por la periodista Maica Rivera, de la revista Leer. La idea: ver hasta qué punto había evolucionado el género, qué se publicaba ahora y hace treinta años y si estamos todavía ante un fenómeno literario o más bien una burbuja a punto de explotar.

Abrió fuego Claudín, quien no se mostró muy optimista ante las más recientes publicaciones: “La literatura negra se ha adocenado y aburguesado, sobre todo con lo que ha venido del norte. Creo que hemos tenido épocas mejores. En los últimos años nos han traído mucha morralla”.

Como comparativa, el crítico hizo referencia a los años 80 y la editorial Bruguera, que fue el primer sello en publicar en España a escritores como Jim Thompson, hoy considerado uno de los tótems del género a la diestra de los dioses Dashiell Hammet y Raymond Chandler. Después de aquello, sólo honrosas excepciones, como el citado Silva con su serie sobre los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, y algún bestseller extranjero como el reciente Perdida, de Gillian Flynn. Una sentencia tajante.

El periodista y crítico David Benedicte se mostró más benévolo –“sí estamos en una Edad de Oro”–, pero también atacó a los movimientos de las editoriales en los últimos años. “Es un momento peculiar porque quienes más han apostado por este género son las editoriales y no tanto los autores o los lectores. Cuando leo las novelas de ahora tengo una sensación de déjà vu y no hay muchos escritores que se mojen. En la novela negra hay que jugársela”, señaló. Puso el ejemplo del británico David Peace, quizá uno de los mayores renovadores de este tipo de literatura en los últimos años, entre otras cosas porque en él hay casi más de Faulkner que del estereotipo del escritor de policiaca.

El paradigma de Larsson, el falso

El paradigma que explica cuándo un éxito pasa por el tamiz mercantilista y se convierte en otra cosa salió rápidamente a colación con la publicación en septiembre del cuarto volumen de la saga Millenium. Por supuesto, fallecido Larsson, estaba escrito por otro autor, David Lagercrantz. A falta del cerebro creador, siempre podrá haber otro. La tirada inicial en España, de cuyo lanzamiento se encargó Destino, fue de 250.000 ejemplares, una brutalidad para estos tiempos en los que la tirada media no llega a los 4.000 ejemplares.

Pero la jugada era evidente. La trilogía original había vendido en todo el mundo 75 millones de ejemplares y aquello olía a dinero. Así lo expuso la pareja de Larsson, Eva Gabrielsson -que nunca recibió dinero en derechos de autor al no estar casada con el escritor- ante el lanzamiento de la novela por la editorial sueca Norstedts: “Se trata de una editorial que necesita dinero y de un escritor que no tiene nada que escribir y se dedica a copiar a otros”. Por si quedaba alguna duda.

“La continuación de Millenium es algo vergonzoso. Han aprovechado un nombre para enfangarlo”, comentó Claudín mientras sus compañeros de mesa asentían y tildaban la jugada editorial de “patética”. El ejemplo venía a ilustrar otros argumentos de los críticos que señalaron que muchas de las novelas negras actuales “están infantilizadas y son muy lineales”, según Benedicte, y, sobre todo, “tienen muy poca influencia social, no generan polémicas ni broncas, son puro entretenimiento”, como insistió Panadero.

Una de las pocas que se salvó de la quema fue Crematorio, de Rafael Chirbes, que narra la especulación inmobiliaria en la costa valenciana durante la burbuja del ladrillo y que consiguió el Premio de la Crítica en 2007.

No a la nostalgia de 'la gabardina de Bogart'

Pese a estas duras críticas, los ponentes tampoco quisieron caer en lo que se ha llamado 'la nostalgia de la gabardina de Bogart', en alusión al género negro de los años cuarenta y cincuenta o los años dorados de la novela policiaca de la Transición con autores como Juan Madrid, González Ledesma, Vázquez Montalbán y Andreu Martin.  

“Yo no siento ninguna nostalgia y tampoco creo que haya una burbuja literaria. Es un género floreciente y la literatura está sujeta a las demandas del público y no debemos avergonzarnos. Si hay una inflación de estas novelas, bienvenida sea. Y además, yo sí creo que hay autores que piensan en los lectores”, dictaminó Ferrero, para quien hasta el propio Jim Thompson, con toda su aura estelar, había caído en los clichés del género negro. Y no pasaba nada.

“Está claro que no vamos a estar todo el día acordándonos del bocata de calamares de Toni Romano [el famoso personaje de las novelas de Juan Madrid]. Y además es un género que por sí mismo es inmovilista ya que se atiene a un código y los propios lectores de esta novela somos inmovilistas”, señaló Panadero. El mejor ejemplo, el éxito con el que aún cuentan autores legendarios como Agatha Christie: “Todas sus novelas son iguales, pero es que el lector ya sabe a lo que va y quiere encontrarse con lo mismo”, apostilló Ferrero.

Para finalizar, apuntaron hacia la esperanza con autores como el citado David Peace o Don Winslow que “aunque puede ser previsible, también se sale de la norma”, indicó Panadero. Y remacharon con la calidad de las series de televisión norteamericanas de este género, que van desde True Detective a The Wire. “Ahí es donde está ahora la verdadera novela negra porque su planteamiento fue muy básico, 'que se joda el espectador medio'”, cerró Benedicte, citando la frase de David Simon.

Ahora bien, ¿cuántos años quedan aún de fenómeno y hasta dónde podrá llegar? Los críticos no vaticinaron un agotamiento, pero sí una transformación. Los próximos años dirán qué ha ido a parar a las librerías.

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