Mourn: tenían menos de 20 años y no estaban locas
Primera parte. Una de croquetas con Ramones
Carla Pérez y Jazz Rodríguez nacieron en 1996, el año en que Aznar se convirtió en presidente del gobierno, el Atlético de Madrid celebró su doblete en una cabalgata por Madrid donde no faltó ni el caballo de Jesús Gil (“¡Mira, ese es Imperioso!”) y el año en que salió a la venta en Japón el primer videojuego de Pokémon. Para entonces el grunge estaba más que enterrado y el rock alternativo norteamericano mutaba rápidamente hacia una mezcla de rap y metal que durante unos años coparía revistas, radios y televisiones.
Así que cuesta imaginar que cuando Carla y Jazz se conocieron en el bachillerato artístico en Mataró, hace apenas dos años y pico, ambas compartieran unos referentes de una época que no habían vivido y que incluían a mujeres como PJ Harvey, Kristin Hersh (Throwing Muses) y Kim Gordon (Sonic Youth). En casa, discos de Sebadoh, Pavement, Elliot Smith y Fugazi. En clase, camisetas de Rolling Stones, The Strokes y los Ramones.
Las dos tocaban la guitarra, así que fue inevitable que quedaran para hacerlo juntas. Improvisando o haciendo versiones de PJ Harvey, tocar era sólo una de las muchas cosas que hacían al salir de clase. También quedaban para dibujar. Para ver películas. O para comer croquetas de la madre de Carla. Nacieron entonces los primeros temas propios, con letras que se les ocurrían en aquellas soporíferas aulas y que hablaban de chicos que no les caían precisamente bien, como Boys Are Cunts, Marshall y Jack.
Y pensaron que debían montar un grupo. Aunque fuera un grupo de dos. Tenían material suficiente para grabar un disco. Y lo más importante: tenían la oportunidad de grabarlo. Es en ese momento en el que entra Antonio Postius en escena. También es de 1996. Jazz lo conocía desde sexto de primaria.
“Era el nuevo de la clase. Ya entonces tocaba la batería como un jefazo y Jazz siempre había querido montar un grupo con él, pero no se veía a la altura” cuenta Carla.
Antonio fingió hacerse de rogar, pero aceptó sumarse al grupo al instante. Ya sólo les faltaba alguien al bajo, algo nada complicado, ya que la hermana pequeña de Jazz, Leia, “lo toca sin casi inmutarse”.
Leia tiene 15 años.
Y grabaron el disco.
Todo esto pasó en un intervalo de dos o tres meses.
Segunda parte. Cerebros de piruleta
Mourn, el debut homónimo de Mourn, se grabó en dos días y costó 400 euros. Las canciones ya estaban encaminadas, así que antes de entrar en el estudio apenas necesitaron ensayar un par de veces para ubicar las baterías y los bajos. Lo tenían muy claro.
“Como no disponíamos de mucho dinero, quisimos hacerlo en directo, de modo que grabamos ocho temas en un día y los mezclamos todos al día siguiente. Nos dimos cuenta de que hacerlo así daba mucha sinceridad al asunto, ya que tal como tocamos es como lo grabamos” dice Carla.
El grupo conocía a Lluís Cots, el batería de Madee, que ha ejercido de productor y de técnico de sonido. De hecho, Jazz y Leia son hijas de Ramón Rodríguez, que también formó parte de Madee y que en la actualidad opera bajo el nombre The New Raemon. Lo que explica, en su caso, esos referentes de los que hablábamos un poco más arriba.
“En casa siempre han sonado y suenan muchos discos. Cuando oímos algo que nos gusta preguntamos qué es, o simplemente vamos a la habitación de nuestro padre donde tiene una estantería repleta de discos y chafardeamos a ver qué encontramos” cuenta Jazz.
Mourn fue editado a finales de septiembre en Sones, el sello de Delafé y las Flores Azules, Za!, Templeton y Mujeres, entre otros grupos. Y suena, efectivamente, a grunge, a punk rock y a indie rock, a Polly Jean, al trío de riot grrrl Sleater-Kinney y a Breeders. Y también a aquella tradición hardcore de la Barcelona de los noventa. 10 canciones, apenas 21 minutos. Y para qué más.
¿Alguna intención política en vuestra música?
“De momento tocamos lo que nos sale sin pensar en ninguna carga política, sin embargo si un tema nos molesta o nos cabrea lo reflejamos en nuestras letras. Nos consideramos feministas, aunque no es la única lucha a la que nos vinculamos”.
Tercera parte. Believe the hype
En realidad, el buen año para Mourn no había hecho sino comenzar. Con el disco en la calle y varias actuaciones a lo largo del verano y el otoño donde dejaron claro que lo que les gusta de todo esto es tocar y no tanto el estatus de rock star, un buen día recibieron un mail de Mike Sniper, dueño del sello con sede en Brooklyn Captured Tracks, hogar de bandas indies como Wild Nothing, Beach Fossils, Marc DeMarco y DIIV.
“Os quiero en mi sello”, decía aquel correo.
Cincuenta folios de contrato y algunas menciones en Pitchfork después, la última hace apenas un mes, les ha elevado a la categoría de Next Big Thing para 2015. “The album is a chiseled mass of stoic punk and muscular indie rock, but for all of its sonic austerity, Mourn is still very much a product of impatient youth”, dice la revista. En España, medios como Hipersónica, Shook Down y This is Underground confían en el futuro de una de las “bandas del momento”.
¿Alguna presión al veros como uno de los hypes de la temporada?hypes
“Sinceramente: no. No hemos sentido ninguna presión, el disco está grabado tal y como somos, tocando en directo tal y como lo hacemos en los ensayos, por tanto si les ha gustado nuestro disco significa que les gusta cómo lo hacemos. Y si lo que les gusta es esto, no nos supone ningún esfuerzo seguir haciéndolo porque nosotros somos y sonamos así”.
Mourn no van a estar quietas en los últimos meses. En enero, estarán en Holanda, en el festival Eurosonic en Groningen y también en Amsterdam. Además, acompañarán a Madee en parte de su gira por España y tocarán con ellos en Sevilla, Madrid y Barcelona. De cara a febrero, se les podrá ver en el Festival la Route du Rock en Saint-Malo, Francia. Y forman parte de las primeras confirmaciones para el próximo VIDA Festival, en julio, junto a Nueva Vulcano y Deers, otro grupo formado por cuatro chicas muy jóvenes de Madrid que también han llamado la atención de medios extranjeros como NME, The Independent y The Guardian.
Y luego están los estudios. Jazz estudia animación y Carla fotografía y por el momento no piensan dejarlo de lado. “Ha sido todo muy rápido, pero nos ha motivado a seguir con esto y a hacer las cosas bien hechas. Tenemos muchas ganas de salir a tocar y de disfrutar haciendo lo que más nos gusta. Queremos aprovechar al máximo la oportunidad”, rematan. Tienen 18 y no están locas. Para nada.
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