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El Muro de Sonido en tiempos de iTunes

DESPACIO: las siete torres MacIntosh del Sónar

Marta Peirano

¿Hay algo más bonito que un ingeniero satisfecho? El viernes por la mañana, el aura de John Klett brillaba tanto como la bola de espejos que decora el centro de Despacio, la sala de baile improvisada que ha montado con James Murphy, 2ManyDjs y los ingenieros de McIntosh Laboratory. Juntos han parido un sistema de sonido con siete torres de altavoces y amplificadores de 3 metros con un total de de más de 50.000 vatios, que presentaban hoy, segundo día del Sónar, en la misma sala donde pinchan su colección de vinilos durante seis horas al día.

“Es el tercer gran sistema que hemos construído en la historia de McIntosh, explicaba Ellis Reid, jefe de marketing de la casa. El primero fue el MI-350, que crearon para el Woodstock en 1969, 10 amplificadores de tubo con una potencia de 3.500 vatios que trabajaban bajo el escenario para protegerse de la lluvia. El segundo modelo fue el MC 2300 construído para The Wall of Sound de los Gratefull Dead.

El Muro de Sonido de los Dead era una pantalla con 11 sistemas de sonido independientes diseñados por Owsley Bear Stanley para evitar la reverberación y el eco de los grandes estadios sin perder profundidad. El Muro llevaba 48 MC-2300 con un a total de 28.800 vatios de potencia, que estallaron antes de acabar la primera canción el día de su estreno, en el Roscoe Maples Pavillion de la Universidad de Standford el 9 de febrero de 1973. “Este más potente”, dice Reid ante la mirada incrédula de los asistentes de esta charla reservada para profesionales. “¿Más que los del muro?”, pregunta uno con excepticismo. “Más”.

Los caminos de Klett y Murphy se unieron hace dos décadas por puro amor al sonido McIntosh (“Él tenía una consola MCI JH-536D -dice Klett- y yo una MCI JH-540D”) y ha florecido con el nuevo proyecto, llamado DESPACIO. Cada uno de los siete altavoces tiene cinco salidas, con un par de subwoofers de 21“, dos cabinets dobles de 12 pulgadas y una ”bird house“ con una trompeta en la parte de arriba. También hay cuatro UHF/tweeters ”bullet“ montados en ángulo para cubrir la superficie frente a la torre. El montaje requiere transportar 20 toneladas de material delicado y 15 técnicos especializados. Imposible calcular el dinero que ha costado construirlo, no sólo en material y laboratorio sino en horas de ingeniería, y de momento nadie lo quiere desvelar.

Con tanta gente involucrada, no extraña que la historia fundacional del proyecto tenga varias cabezas. David Dewaele -mitad de Soulwax y 2ManyDjs- cuenta que todo empezó en Ibiza pero, según James Murphy, todo empezó porque, siempre que se encontraban, los tres DJs se quejaban constantemente de la mala calidad de los sistemas con los que tenían que pinchar. “Decidimos dejar que quejarnos y construir nuestro propio sistema de sonido. James estaba convencido de se podía hacer de manera sencilla. No lo fué.

En una de sus giras, Murphy se había encontrado un oasis de sonido en un club de Sapporo (Japón) donde el equipo estaba compuesto de MC 2300. Su idea original era reciclar ese modelo para construir un sistema híbrido, que fuera analógico y también digital. Cuando se la contó a Reid, este le dijo que la idea no era viable, pero que sí podían construir un sistema totalmente nuevo, de tripa analógica pero salida digital y ninguna compresión. Un año más tarde, la criatura es el corazón de siete cabezas que se puede disfrutar en la Fira Montjuïc hasta el domingo. ¿Estamos encantados de haberlo hecho? ¡Estamos exáticos! - dice Reid. -¿Lo volveríamos a hacer sabiendo lo que sabemos? ¡Hell no!“.

Si la sala está poseída por el espíritu David Mancuso, cuyo mítico The Loft inauguró la era disco con una fiesta llamada Love Saves the Day un 14 de febrero de 1970. Decorado un poco como la sala de fiestas de Carrie, el ambiente incluye una enorme bola de espejos en el medio (bajo la cual todo se escucha mejor), varios planetas y un cohete espacial. “Nos gustan los planetas”, dice Murphy. La mesa tampoco es el equipo habitual que se encuentra uno en las salas. Para empezar, sólo admite vinilos, un medio para nostálgicos que también gana con los originales. “Pusimos Fly like an eagle” [el clásico setentero de la Steve Miller Band] y algo iba mal -contaba Stephen Dewaele. -El sonido era plano, no entendíamos nada. Después descubrimos que era una reimpresión barata. Pusimos un vinilo original y era perfecto“.

“El rango dinámico de un vinilo es menor que el de un archivo digital -explica Klett- pero en la práctica, la gente usa el archivo digital comprimido”. El veterano técnico salió a escuchar a uno de los grupos que estaba tocando el jueves (no quiso decir cuál) y no duró más de 10 minutos. También llevaba un sonómetro en el bolsillo.

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