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Cinco cosas que los grandes festivales deberían aprender del WOMAD

WOMAD, el festival del mundo regresa a Las Palmas de Gran Canaria

Mónica Zas Marcos

Avisaron de que Gran Canaria “no renunciaría al Womad” y han cumplido su promesa. Cinco años después de verse forzado a abandonar su isla madre “por falta de apoyos” municipales, el festival del mundo regresa con los ritmos y el compromiso político que lo convirtieron en el evento estrella de la ciudad junto a la gala Drag Queen de los carnavales.

No se fue muy lejos -la edición insular se celebró tres años en Fuerteventura- ni por mucho tiempo, pero parecía que los habitantes de Las Palmas esperaban su Womad con ganas. La noche del viernes fueron llegando tímidos regueros de gente a primera hora de la tarde, pero mientras el grupo de pop canario Papaya afinaba los instrumentos en el escenario, el parque de Santa Catalina ya rebosaba de público por los cuatro costados.

Un ambiente que no se apagó con los últimos focos de Horace Andy y que dio una pista de lo que se viviría al día siguiente. El soul de Hindi Zahra, el hip hop de La Dame Blanche o el cante alternativo de El Niño de Elche lideraron el carrusel del sábado con una asistencia récord que se mantuvo durante toda la noche.

¿Cómo mantener a miles de personas pendientes de música que la mayoría no sabe ni tararear? La gran diferencia es que los 45.000 asistentes que desfilaron este fin de semana por Las Palmas no estaban interesados en un cabeza de cartel potente ni en el número uno de Spotify. El público del Womad, desde su primera edición, se deja enseñar y sorprender, y a cambio devuelve su lealtad en cada uno de los conciertos.

El festival grancanario no compite con los 177.000 asistentes del FIB o los 105.000 del Mad Cool, pero acumula unas cuantas lecciones que enseñar a eventos mainstream como los anteriores. A continuación, cinco cosas que las citas más multitudinarias de nuestro país deberían emular de cualquier edición del Womad.

1. A funcionar sin un cabeza de cartel (blanco)

Si echamos un vistazo a nuestros últimos cabezas de cartel, hay un patrón fácil de identificar. Hombres blancos, en grupo o solitario, cantando en inglés y con una larga trayectoria apoyada por una inversión millonaria en publicidad. Green Day, Red Hot Chili Peppers, Arcade Fire, The Killers, Depeche Mode...todos ellos se convirtieron este verano en el reclamo de las citas españolas.

De repente, llega un festival con más de veinte años de historia que programa a las músicas del mundo, la mayoría por primera vez en nuestro país, y que recibe una respuesta nada desdeñable. En los altavoces suenan melodías de Cabo Verde, Níger, Marruecos, Cuba y Reino Unido, en los camerinos se escucha toda suerte de idiomas y dialectos, y en los escenarios desfilan túnicas beduinas, estampados sudamericanos y atuendos hipster.

Pero no debemos confundir el Womad con un evento de tradiciones. Los artistas invitados hacen sonar los acordes de su guitarra eléctrica o retumbar las baterías como la mejor leyenda del rock. Cada uno con su bagaje cultural y ensalzando a la música como la única forma de entendimiento universal: una lengua que no necesita traducción ni subtítulos. Conlleva un riesgo, pero el Womad lo ha sabido convertir en su mejor seña de éxito e identidad.

2. A programar a más mujeres

Es la asignatura pendiente de la gran mayoría de eventos del mundo. Solo un 15% de los artistas invitados a grandes festivales de música son mujeres, según un estudio lanzado en 2017 por Ticketea. En el Womad de Las Palmas hubo cinco mujeres al frente de bandas o de sus conciertos como solistas. Aunque el grueso del cartel seguían siendo hombres, la proporción es bastante generosa en comparación.

Hindi Zahra y La Dame Blanche fueron líderes absolutas de la noche del sábado. Por su parte, Yanara Espinoza, vocalista de Papaya, abrió los conciertos el viernes y N´Dea Davenport, al frente de Brand New Heavies, puso sus cuerdas al servicio del cierre del festival. También el torrente de voz de Lulu Mollel, de Beating Heart, cerró la primera programación del bulevar con una fusión de 50 años de música africana y electrónica.

3. A mostrar su compromiso político sin miedo

Uno de los momentos más emocionantes del festival fue la lectura del manifiesto por parte de tres refugiados de Mali, Yemen y Venezuela. Womad apostó por derribar “muros de incomprensión” e incidir en el drama social “de quienes mueren en el Mediterráneo o en el Atlántico”, debido a “unas nefastas políticas humanitarias que incumplen los convenios internacionales y las leyes de asilo y refugio” y provocan situaciones de “injusticia y masacre”.

Este gesto, a priori mundano, es toda una declaración de intenciones por parte de un festival de música. Womad nació con intenciones políticas y no le cuesta hondear sus banderas, ya sea con la presencia de ONGs durante todo el fin de semana o manteniendo ese carácter comprometido, multicultural y diverso a lo largo de tantas décadas. De nuevo, una decisión arriesgada y, en su caso, sin duda certera.

4. A explotar (bien) su marca internacional

Una de las grandes críticas a Womad ha sido la de aprovecharse de una marca con prestigio internacional en lugar de propulsar un proyecto canario desde cero. El británico Peter Gabriel creó el primer festival en 1982 bajo la consigna de que “la música es un idioma universal que reúne a la gente y demuestra la estupidez del racismo”.

Por supuesto que la asistencia y el presupuesto del festival bebe en gran medida del crédito que ha conseguido la Fundación Womad durante años y en varios rincones del mundo. Pero esto, lejos de servir como crítica, habría de hacerlo como resorte. Dos ciudades españolas -Cáceres y Las Palmas- forman parte de una red de países que luchan activamente por “promocionar y mantener la educación multicultural”, y son la muestra de que un proyecto comprometido no está reñido con tener grandes aspiraciones.

5. A diseñarlo para todos los públicos

Por último, algo que han intentado gran parte de los festivales comerciales ha sido programar actividades también para la gente menuda. Con mayor o menor éxito, las familias se pasean antes de que corran ríos de alcohol por el recinto y los agentes de seguridad adviertan de que la música está demasiado alta para los niños.

Womad, sin embargo, consiguió que bailasen al unísono menores, ancianos y jóvenes en el parque de Santa Catalina durante dos días seguidos. El truco no está solo en organizar actividades didácticas por las mañanas (que también), sino en promover un ambiente saludable y mantener unos horarios comprensibles para que los padres no tengan que verse obligados a perderse la fiesta. Había alcohol y había samplers reventando los altavoces, pero muchas veces la respuesta se encuentra en una ecuación mucho más básica.

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