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El Pan y la Belleza: lo que nos espera en la Bienal de Venecia

Vista de la Corderie, Biennale de Venecia

Juan José Santos Mateo

Analicemos una postal veneciana de principios del siglo XX. Dos tipos, sentados en los Giardini, vestidos con traje, sombrero y bigote, comentando las novedades de la edición de esa Bienal de arte, el pastizal que costó aquel pabellón nacional, la injusticia del premio del jurado, el dislate de fiesta en el que estuvieron el día anterior, y lo encantadora que es la ciudad al atardecer. Realmente, nada ha cambiado.

Cada dos años se reúnen coleccionistas, apasionados del arte, o profesionales del postureo para disfrutar de esta masiva selección de artistas distribuida por los Giardini (3.000 metros cuadrados) y Arsenale (8.000), y comparten el poco oxígeno que queda con especialistas y críticos que repiten la misma queja desde la primera edición de 1895; el anquilosamiento de esta estructura, la demencia de seguir rellenando con dinero las arcas de la Fundación de la Bienal para competir en estas absurdas olimpiadas, un pasatiempo para ricos, en las que cada país lucha por hacerse con el deseado León de Oro. He aquí la paradoja; cada año más naciones alquilan un espacio para mostrar el fruto de sus creadores a pesar de criticar la obsoleta idea de mantener muestras de arte por representación nacional en la era de la globalización.

La Bienal fue un regalo de boda. Un grupo de artistas se juntó en el Café Florian, hace más de 120 años, para conmemorar las bodas de plata del rey Umberto I con Margarita de Saboya. Su idea era organizar una exposición de artes decorativas italianas. La cosa se les fue de las manos, y así llegamos a este macro evento – que espera recibir medio millón de visitantes, que tienen que pagar 25 euros por día-, en el que participan 136 artistas de 53 países, y se agregan festivales de danza, teatro y música. Países que han construido un pabellón permanente, como España, u otros que lo alquilan para la ocasión, como Mongolia, o la República de las Seychelles. O casos chocantes como el Pabellón de la Santa Sede, comisariado por el Cardenal Gianfranco Ravasi, quien se puso filosófico en la presentación de su proyecto; “Un proverbio indio dice: Si tienes dos panes, da uno al pobre, vende el otro, compra una flor de jacinto y dásela también al pobre. O sea que el pobre tiene derecho al pan y a la belleza”. Su espacio ha costado 400.000 euros.

Premios y pabellón central. Marx en bucle

La expectación de cada edición recae en el Pabellón Central y en cómo lo soluciona el comisario de turno. En este caso la responsabilidad la tiene Okwui Enwezor, respaldado por su exitosa gestión de la segunda edición Bienal de Johannesburgo y de la dOCUMENTA 11 de Kassel. Su área de interés es el post-colonialismo, los movimientos migratorios y el arte africano. Veamos cómo encajan esos conocimientos en su propuesta veneciana, titulada All the world´s future. De momento conocemos una de las novedades que va a introducir, un espacio llamado ARENA, dedicado a programas en vivo de diversas disciplinas, en el que se realizará una lectura continuada de los tres volúmenes del Capital de Karl Marx. Si unimos esta liturgia performática con el descubrimiento por parte de científicos rusos de que el cadáver de Lenin mejora cada año podemos concluir que el socialismo está en auge. En breve sabremos si Enwezor también está en forma, y si todos los futuros del mundo son suyos, o sólo algunos.

Cada edición un jurado otorga premios a los mejores de la Bienal. El de este año está conformado por Naomi Beckwith (USA), Sabine Breitwieser (Austria), Mario Codognato (Italia), Ranjit Hoskote (India), y Yongwoo Lee (Corea del Sur). Ya se conocen los premios a la carrera, para el artista El Anatsui, y al servicio a las artes, concedido a Susanne Ghez. Habrá que esperar para saber el nombre de los ganadores, así como el otro anuncio esperado; si este año la Bienal supera el récord de asistencia de la anterior (que fue de 470.000 asistentes).

Cuáles serán las polémicas

Cada año tiene sus movidas. Y este año, de seguro, tendrá las suyas. Ya podemos adelantar algunas, como la petición de firmas en Kenia para que su pabellón no vuelva a ser invadido por artistas italianos y chinos. Este país africano esta representado por los artistas Yvonne Apiyo Braendle-Amolo, Qin Feng, Shi Jinsong, Armando Tanzini, Li Zhanyang, Lan, Zheng Hui, Li Gang, y el Double Fly Art Center. El comisario Orlandi Stagl sólo ha seleccionado a dos kenianos, frente a los ocho chinos y el italiano Tanzini (que también estuvo en el mismo pabellón en la edición anterior). Los keniatas están pidiendo firmas para que esto no ocurra de nuevo, y publicando tweets en los que protestan con bastante sentido del humor, como este en el que un tuitero escribió; “La Bienal de Venecia tiene un jefe de origen africano (Okwi Enwezor) pero el italo-Mombassa-Berlusconi todavía nos representa, ‘jambo bwana’”. Uno no puede dejar de ser irónico ante este Pabellón de Kenia, titulado “Creando identidades”.

Casi todo es una cuestión de dinero. Pongamos un par de ejemplos. El pabellón del Instituto Ítalo-Latino Americano (IILA), comisariado -parece que de forma vitalicia- por Alfons Hug, selecciona a unos artistas. Pero pidiéndoles, eso sí, que ellos se hagan cargo de todos los gastos; transporte, seguro, viaje, etc…Así obtenemos grotescas inclusiones como la de la boliviana Sonia Falcone (Miss Bolivia 1988), que se pudo costear su participación en el 2013, y que este año repite. No sabemos si volverá a llevar lo que mostró en la anterior Bienal; unos cuencos con arena de colores.

El otro ejemplo, aún más triste, es el de Costa Rica. Ha cancelado su participación en la Bienal porque su espacio se iba a convertir en el camarote de los hermanos Marx. El comisario, Gregorio Rossi, organizó una especie de subasta; si podías pagar 5.000 euros, exponías en el Pabellón. En diez días 50 artistas enviaron sus cheques. Ante la que se podía liar en ese pabellón con 50 participantes, el gobierno decidió dar marcha atrás; “No es la primera vez que los artistas pagan, porque todos quieren exponer en la Bienal”, afirmó tras conocer la noticia el comisario Rossi.

Pero como decía antes, casi todo es cuestión de dinero, pero no todo. También hay lugar para la propaganda política. Recordemos el antecedente del Pabellón argentino del 2013; la presidenta Kirchner no sólo eligió a la artista, sino que impuso una sala institucional a favor de la imagen de Eva Perón y de su gobierno. ¿Qué pasará este año?

Pabellón español y presencia nacional

No sabemos cómo le habría sentado a Salvador Dalí la presentación del pabellón español en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (el artista fue expulsado de esa institución), o el hecho de que vaya a representar a un país sin dictador, teniendo en cuenta el apoyo que brindó a Franco este artista fascista. Estos aspectos han sido abordados públicamente por parte del comisario Martí Manen, aunque no interfieran en el concepto artístico o curatorial. Los Sujetos“es el título del proyecto, que no gira entorno a un solo artista, como había ocurrido en las anteriores ediciones, sino en cuatro; Francesc Ruiz, Pepo Salazar y Cabello/Carceller.

Del diálogo entre sus obras y la figura más performativa de Dalí saldrá la representación nacional, que seguro será, como siempre, muy visitada (son los primeros a la izquierda según se entra a los Giardini). El día nueve sabremos cuál es la propuesta y si uno de esos espectadores será la examiga de Dalí, Amanda Lear. (quien será citada en la exposición, y de quien se dice, fue la mejor obra de arte de Dalí- por la operación de cambio de sexo que el artista sufragó-.).

También estaremos pendientes de lo que hagan el resto de los artistas y comisarios españoles presentes en esta edición de la Bienal, como Albert Serra y Chus Martínez (Pabellón de Cataluña), Jaume Plensa, todos los expositores en la muestra colectiva de Inma Prieto, o Dora García, la única española elegida por Enwezor para estar en el Pabellón Central, con su trabajo basado en un seminario de Jacques Lacan, The Sinthome Score.

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