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'Masters of Sex' y los límites de la realidad
Las historias basadas en hechos reales son una de las principales fuentes de inspiración de las series, pero acaban teniendo sus propios límites. Personajes que cambian de nombre, hechos sometidos a las licencias de la ficción televisiva o el recurso en el que se recrea Fargo y que recuerda al principio de cada capítulo: en su primera temporada fue una historia real inventada en la que “por respeto a los vivos se han cambiado los nombres de los protagonistas; por respeto a los muertos se ha contado todo tal y como ocurrió”.
Masters of Sex, que está basada en la vida y carrera de los muy reales William Masters y Virginia Johnson, ha tenido que ir un poco más allá en el proceso de convertir en ficción vida de los dos investigadores… y lo ha tenido que hacer por motivos legales. Durante un encuentro con la prensa especializada de EE UU, Michelle Ashford y Sarah Timberman explicaron por qué las vidas personales de Masters y Johnson de la ficción son cada vez más diferente de los personajes reales que recoge la biografía escrita por Thomas Maier que inspiró la serie (en España en Canal Plus Series).
Los dos capítulos que abren la tercera temporada finalizan con un mensaje que explica que los niños, hijos respectivamente de Virginia y Bill, son completamente ficticios. Quien quiera indagar en las vidas de William Masters y Virginia Johnson reales puede acudir a la biografía de Thomas Maier (con peligro de spoilers, por lo menos en parte, lo que está por venir en la serie) porque como contaron Michelle Ashford y Sarah Timberman en ese encuentro con la prensa “Masters of Sex es una serie sobre el legado de Masters y Johnson (…) Parte de este legado afectó a personas de sus familias que todavía están vivas y que tienen que ser protegidas”.
De todas formas, este tratamiento flexible de los hechos reales le ha sentado muy bien a la serie, después de una segunda temporada que en elogios se quedó por debajo de la primera. Con un juego de saltos temporales, reflejado precisamente a través del crecimiento de los niños de la ficción, la historia viaja hasta 1966, cuando William Masters y Virginia Johnson publicaron 'La respuesta sexual humana' y sentaron las bases de la revolución sexual que se inició en la década de los 60.
Tuvieron que batirse con los mismos prejuicios que pusieron en peligro sus carreras desde que empezaron su estudio en Saint Louis, pero su obra pronto se convirtió en un best seller traducido a más de 30 idiomas y ellos en dos investigadores famosos.
Lo que no ha cambiado en Masters of Sex es el protagonismo de sus personajes femeninos. Bill (Michael Sheen) sigue con su guerra particular por explicar sus circunstancias y ganar algo de empatía por parte de la audiencia, mientras Virgina (Lizzy Caplan) sigue siendo la gran protagonista de la serie. Su trabajo junto a Bill se enfrenta a una sociedad llena de prejuicios, conservadora y paternalista, que también afecta a su vida privada, donde ahora es una madre divorciada con un bebé y dos hijos mayores, que sigue adelante con su relación con Bill ya sin fachadas académicas de por medio.
Libby Masters (Caitlin FitzGerald) ya es plenamente consciente de que su matrimonio con Bill es una relación a tres bandas. Intenta normalizar una situación familiar que pende de un hilo y en la que los problemas de afectivos y de comunicación de Bill y sus hijos están dando mucho juego. En el universo de Masters y Johnson lo más fácil sería que Libby Masters fuera un personaje al fondo, pero junto con el regreso de Margaret Scully (gran trabajo, como siempre, de Allison Janney) contribuye a que Masters of Sex sepa cómo destacar por sus personajes femeninos.
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