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'The Killing': Oda a la tristeza
La trayectoria de The Killing ha sido la historia de dos luchas: la que ha mantenido contra sí misma por demostrar que era algo más que el remake de la excelente Forbrydelsen y la que ha mantenido durante tres años contra esos (ex)seguidores que le dieron de lado por el final en falso de la primera temporada. Los que se quedaron para disfrutar con ella y los que lo hicieron por el puro placer del hate-watching fueron testigos además, de cómo The Killing desafiaba a su propio título y se labraba una fama de inmortal tras dos cancelaciones y sus dos consiguientes resurrecciones.
Los primeros además tuvieron la suerte de convertirse en los cómplices del viaje emocional de Linden y Holder, dos protagonistas que justifican con creces por qué The Killing no se merecía pasar a la historia ocupando un nicho en el cementerio de series canceladas. Siempre han sido el corazón de la serie y todavía más en la cuarta temporada que estrena Fox el próximo 2 de noviembre.
The Killing debutó batiéndose contra los recelos que suponía ser el remake de una serie danesa que demostró que fuera de la hegemonía cegadora de la ficción de EE UU y Reino Unido también hay mucha calidad seriéfila. Sarah Lund se convirtió en un gran personaje (más allá de la etiqueta de 'femenino' y sus inconfundibles jerseys de lana) y tras ella tuvieron su cuota de merecido reconocimiento Borgen, un drama político imprescindible, y Bron/Broen, otra serie policial con un dúo protagonista inolvidable.
En su primera temporada The Killing imitaba el caso criminal de Forbrydelsen, en ocasiones incluso plano por plano, pero no se conformó con ser una simple copia al convertir a Seattle en un personaje más y también por potenciar la dinámica entre Linden (Mireille Enos) y Holder (Joel Kinnaman), dos protagonistas que arrastraban unas historias personales tan tristes como los casos que tenían que investigar. El caso criminal de cada temporada, incluido el que hizo que muchos espectadores le dieran la espalda a la serie, era solo un MacGuffin que servía de apoyo al crecimiento personal, profesional y moral de la pareja protagonista.
Tras la segunda temporada, la cadena AMC anunció que la cancelaba. The Killing se quedaba sin poder desarrollar todo su potencial pero con el caso de Rosie Larsen cerrado. Pocos meses después, AMC se lo pensó un poco mejor, se alió con Netflix y dio luz verde a una tercera temporada, que resultó ser mucho más oscura y centrada en la psicología de sus dos protagonistas. En definitiva, The Killing mostró lo mejor de sí misma pero fue incapaz de remontar en audiencia en EE UU por lo que AMC decidió volver a cancelarla, esta vez con un final abierto que condenaba a las futuras recomendaciones de la serie.
Meses después hubo otro milagro y Netflix, que quería aprovechar que Mireille Enos y Joel Kinnaman empezaban a despuntar en el cine, se hizo con las riendas de la cuarta temporada. Los seis capítulos que llegan el domingo a a Fox vuelven a tener un caso criminal salpicado de pistas falsas y giros de guión, un estilo al que The Killing se ha mantenido fiel a pesar de las críticas, pero sobro todo la magnífica química que generan los caracteres autodestructivos de Linden y Holder. The Killing no es una serie perfecta, pero solo por ellos el viaje a ese Seattle deprimente y lluvioso merece la pena.
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