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Sobre este blog

Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.

Cuando el culebrón mutó en placer culpable

Los protagonistas de 'Empire'

Miriam Lagoa Vidal

Si hablados de droga televisiva, primera acepción del término culebrón, la referencia actual es Shonda Rhimes. Las razones son muchas pero la muestra más evidente es el triunvirato infalible que forman Anatomía de Grey, Scandal y Cómo defender a un asesino. Series que queman tramas como si no hubiese un mañana, que mantienen alto el listón de los giros de guión más locos de la televisión actual y que casi todas las semanas, sobre todo Scandal y Cómo defender a un asesino, introducen elementos que aseguran que nunca se deje de hablar de ellas.

La irrupción en tromba de Cómo defender a un asesino (AXN) en la temporada de otoño y ver cómo Viola Davis defiende, nunca mejor dicho, líneas de diálogo y situaciones al límite de la comedia involuntaria, le aseguraron un puesto entre las nominadas a mejor actriz de los pasados Globos de Oro, sucediendo precisamente a Kerry Washington, que había estado nominada en la edición de 2014 por Scandal (Fox Life y próximamente en Movistar Series).

Los culebrones son casi tan antiguos como la propia televisión y cumplen dos de sus máximas: entretener y mantener enganchando al espectador a su dosis semanal. Sin necesitad de agudizar demasiado la memoria, cualquiera puede hacer una lista con los momentos más impactantes de Dallas, Dinastía y Falcon Crest en los 80, de las series que llevaban la firma de Aaron Spelling en los noventa o de cualquiera de sus placeres culpables actuales, el termino más socorrido para no admitir en público estar enganchado de forma irremediable a un culebrón… y debatir al mismo tiempo las referencias filosóficas de True Detective.

El secreto de longevidad del género es su asombrosa capacidad de adaptación y su facilitar para colarse en otros, por muy distantes que parezcan. The Affair (Movistar Series) es uno de esos casos. Una serie que ha conseguido diferenciarse con un recurso narrativo poco explotado en televisión y que no ha renunciado a pinceladas culebronescas para mantener a la audiencia enganchada a la infidelidad que cometen sus dos protagonistas y la investigación policial paralela. También House of Cards (Canal Plus), que dispara contra el idealismo político de El ala oeste de la Casa Blanca y a veces no se queda tan lejos de Scandal.

En emisión hay otras series que lucen orgullosas un esquema mucho más clásico del género como Revenge (Fox Life), que siga al pie de la letra el decálogo del buen culebrón y tiene una villana de manual, o los 'musicales' Nashville (Canal Plus) y Empire (a partir del 28 de enero en Fox Life). Esta última ha sido la última en unirse al club y ya puede presumir de ser el nuevo fenómeno de audiencia en EE UU con solo tres capítulos emitidos y la confirmación de que tendrá segunda temporada.

Las hay que tardaron en asumir su potencial culebronesco pero ahora disfrutan mucho sacándole partido. Es lo que le ha pasado a Downton Abbey (en Nova y próximamente en Movistar Series), que se presentó como un drama de época con los estándares de calidad británica. Con el paso de las temporadas y sin renunciar a los detalles que le han convertido en casi una obsesión en Estados Unidos, ha abrazado su condición de culebrón refinado escandalizando a la familia Crawley con los cambios sociales del siglo XX y amagando con desatar una revolución laboral entre su personal de servicio. Da para autoparodias (como el video que encabeza este párrafo) y para que la condesa viuda de Grantham no de abasto con tanto material para sus famosas frases lapidarias.

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