'Girls' se despide con polémica por simbolizar la madurez con la maternidad
[Advertimos que este análisis incluye varios spoilers de la última temporada de Girls. Antes de arruinar la serie a nadie, aquí dejamos algunas de las mejores enseñanzas de sus odiosas cuatro protagonistas]
Girls se ha despedido cerrando un círculo casi inapreciable. Todavía hoy, cinco años después del estreno de su piloto en HBO, muchos piensan que el objetivo de la serie de Lena Dunham era el de escandalizar.
La sociedad vio en sus cuatro protagonistas todo lo que no está preparada para asumir de los millenials, ni siquiera los propios millenials. Girls mostró que sus cuerpos no encajan en los patrones de lencería, que no se casarán con su novio de la universidad, que su prometedor futuro laboral incluye crisis creativas y desahucios y, lo más doloroso, que su amistad no puede con todo.
Dunham puso todas estas imperfecciones en horario prime time para provocar una reacción y demostrar algo que ocurre tanto en la pantalla como fuera de ella: lo fácil que resulta juzgar las decisiones de una mujer. Aún más si la mujer en cuestión es una chica “desastrosa, inapropiada, sexual o una jodida cabrona”. Esta gama de complejidad descrita por su creadora se ha mantenido hasta el último episodio, y por supuesto ha desatado ríos de tinta.
Sabíamos que Girls quería acabar con sus chicas alcanzando un peculiar grado de madurez. El subconsciente cultural lleva a pensar que ese estado incluye zapatos de tacón, un monovolumen, bodas y niños. Pero Girls ha destacado por meter todas las convenciones sociales y patriarcales en una batidora y hacerlas picadillo. Por eso, cuando el viaje de Hannah terminó en embarazo, muchos dijeron que la serie se había caído en la marmita de los clichés televisivos.
¿Cómo iba a tener un bebé alguien como Hannah? El desarrollo era peligrosamente parecido al final de Las chicas Gilmore. Una mujer, que ha perdido el rumbo a nivel personal y profesional, descubre que está embarazada y las baldosas amarillas de su camino vuelven a aparecer. Además, Hannah decide ser madre soltera porque el fecundador es un surfero despreocupado y su educación feminista le empuja a confiar en sus capacidades. El problema es que los demás no comparten esa fe ciega.
“Vas a ser una madre horrible. Cada vez que mire a tu hijo veré mi propia muerte”, le dice el punzante Elijah. Más tarde Marnie, que ha adoptado el rol de amiga perfecta, le apoya en la decisión de tener al bebé hasta que confiesa que no piensa informar al padre, porque eso es “una puta locura”. Hannah repite a lo largo de toda la temporada que ella siempre ha deseado ser madre joven, pero son los demás quienes la declaran incompetente.
Sin derecho a decidir
En el momento en el que Lena Dunham definió su serie como feminista, cada frase y giro del guion han sido analizados con microscopio. Hay veces en las que ha salido bien parada, como en el episodio donde trató el acoso sexual como nunca antes en la televisión. Pero Girls también ha sido rechazada por gran parte de la audiencia joven, incluidas muchas mujeres que se niegan a identificarse con los problemas y el mal juicio de un grupo de niñatos.
La decisión de no abortar de Hannah fue rápidamente tomada como uno de esos errores. “Fue una buena prueba de fuego para medir lo que la audiencia piensa que es apropiado. Es interesante ver que la decisión de tener un bebé está tan politizada en las comunidades liberales como la de abortar”, dijo Dunham en una entrevista con Vanity Fair. Ahora este escrutinio se manifiesta con el debate de la maternidad, pero antes fue con la sexualidad, la desnudez, la amistad entre mujeres o su “uso sexista del lenguaje”.
Lena Dunham quería poner sobre la mesa que la sociedad sigue sin asimilar el derecho a decidir de una mujer. Hannah va a tener a su hijo en un momento de máxima inestabilidad. Su madre está perdiendo la cabeza con unas chuches de marihuana, no tiene trabajo estable ni pareja, y la pandilla hace tiempo que está desmembrada.
Este proyecto de madre desastrosa es la forma que tiene Girls de colarnos otro tabú incómodo. La maternidad sigue idealizada en la televisión y, en general, en toda la cultura. Las duras palabras de los amigos de Hannah, y las expectativas de aborto del público, demuestran que las madres deben ser un ente perfecto y doméstico según el imaginario colectivo. La protagonista no cumple con ninguno de estos requisitos, por eso la audiencia asumió que se trataba de un embarazo no deseado. Se le olvidó que el derecho a decidir contempla siempre más de una opción.
La lactancia abre la herida
Como Girls es una ficción, aunque a veces se nos olvide, Dunham recompensa la valentía de Hannah con un buen trabajo y una casa preciosa al final del episodio nueve. Pero la nube de perfección se deshace rápidamente en el décimo y último episodio, Latching.
Marnie ha decidido irse a vivir con Hannah y ayudar en los primeros meses del niño. La primera ha reducido su vida a leer manuales de lactancia y a tener sexo online; mientras que la otra se encuentra en un bache emocional porque su bebé no quiere mamar. El capítulo está lleno de debates entre la leche de bote y la materna, y sonorizado con continuos llantos de bebé. Muchos se han negado a aceptarlo como el verdadero final de la serie, tomando el noveno y maravilloso Goodbye Tour como su epílogo mágico.
Sin embargo, Latching es la perfecta culminación de Girls. Hay un fragmento fantástico en el que la madre de Hannah le reprende por no dar de comer a su hijo en tres horas. Ella contesta que el pequeño la odia y que está triste y harta de no poder gestionar la maternidad. “¿Sabes quién más está herido, Hannah? Todo el puto mundo, para el resto de sus vidas. Pero tu hijo no es un contrato temporal”, le espeta Loreen.
Estas burbujas independientes a veces aparecen en la serie de Lena Dunham para demostrarnos que se emancipan del argumento por una buena razón. La de este último episodio es la madurez, la aceptación de la tristeza como complemento a la alegría, y la convivencia con la soledad. Hannah necesita amamantar a su hijo como señal tangible de que va a lograr ser una buena madre. Quizá no sea el mejor final de su generación, pero es un buen final de una generación.