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'Harry Potter y el legado maldito' o por qué seguimos enamorados del universo de J.K. Rowling

Harry Potter interpretado por Jamie Parker

Francesc Miró

La historia es archiconocida. Una mujer joven acudía todas las mañanas a una pequeña cafetería de Edimburgo. Allí, pasaba horas sentada con un capuccino más que frío mientras imaginaba un mundo mágico. Escribía como si le fuera la vida en ello y, en parte, así era. Acababa de gastar los escasos ahorros que había conseguido siendo profesora de inglés en Oporto para lograr la custodia de su hija tras un duro proceso de separación matrimonial. Sin trabajo y con una niña pequeña que cuidar, aquella mujer dependía de lo que su imaginación escribiese en unas hojas en blanco.

Las hojas en blanco, con el tiempo, se convirtieron en un mundo que acabaron leyendo millones de niños y niñas de todas las edades y en todo el mundo. Páginas que se convirtieron en libros, que se convirtieron en saga: una que ha marcado a fuego a una generación entera. Esa que se enganchó a la lectura gracias a un niño con una cicatriz en la frente y que descubrió la literatura fantástica como vehículo de exploración sin igual de uno mismo.

El domingo, aquella mujer de la cafetería cumplía 51 años, un día después de ver sobre las tablas del Palace Theatre de Londres el estreno de la obra de teatro Harry Potter and the Cursed Child, traducida en castellano como Harry Potter y el legado maldito y cuyo guión editará Salamandra en septiembre.

Las entradas de la obra del teatro, de un aforo de 1.400 personas, están agotadas hasta mayo de 2017. El guión, que también salió ayer a la venta, es ya lo más reservado de Amazon. Y ante el resurgir del fenómeno potteriano, el 18 de noviembre llegará a las salas españolas la película Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

Años después, el fenómeno no sólo sigue vivo: ha crecido y viene dispuesto a arrasar en todos los ámbitos culturales en los que le sea posible. Pero… ¿qué tiene Harry Potter para seguir encandilando a lectores y espectadores de todo el mundo?

Un legado no tan maldito 19 años después

Muchos de los que leímos, o más bien devoramos, la séptima aventura del joven mago, fuimos testigos de uno de los epílogos más memorables de la literatura moderna. Los héroes de las aventuras originales acompañaban a sus hijos hasta el Andén 9 y ¾. Allí, un niño le decía a su padre que tenía miedo de terminar en Slytherin. “Albus Severus Potter, llevas el nombre de dos grandes directores de Hogwarts, uno era de Slytherin y fue el hombre más valiente que he conocido”, le contestaba un envejecido Harry Potter.

Aquella escena revelaba que aún podía haber mucho por descubrir entre las paredes de la escuela de magos: el hijo de “el niño que sobrevivió” empezaba sus enseñanzas y ¿quién no querría ver de lo que era capaz?

Lo cierto es que en aquel momento, muchos rezamos para no ver el epílogo trasladado a la gran pantalla. Para nuestro disgusto, sufrimos el trauma de ver a Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint envejecidos de mala manera con un maquillaje que cantaba de lejos y que, paradójicamente, borraba todo afán de magia que hubiésemos vivido durante el film.

Aún así, la curiosidad por ver qué sería del hijo mediano de Harry y Ginny, sobrevivió al trauma. El hermano de James Sirius Potter y Lily Luna Potter, originales nombres donde los haya, es el verdadero protagonista de la obra de teatro Harry Potter and the Cursed Child, que arranca justamente en esta escena. Y, según cuentan, no es un papel fácil el que consigue defender en el escenario el joven Sam Clemmett.

La historia, después de la escena inicial, sigue el cuarto año de enseñanzas del Potter mediano junto a su mejor amigo Scorpius Malfoy, hijo de adivinen quién. Juntos descubrirán un secreto que alterará la vida de su padre, y por ende, la de todo el universo de la magia.

El mago que sobrevivió a los nuevos tiempos

Muchos son los estudios que, a lo largo de estos años, han analizado los beneficios que la lectura de la saga potteriana ha tenido en toda una generación de lectores. Desde la comprensión del diferente, hasta la asimilación de la tolerancia, la lucha por la igualdad y la defensa de los débiles. De hecho, hasta los hay que revelan que los lectores de la saga de J.K. Rowling, son más reacios a aceptar las propuestas de Donald Trump.

Lo cierto es que aún hay muchos falsos “guardianes de las esencias” que se escandalizan ante un hecho tan nimio como que la Hermione de la obra de teatro sea ahora de raza negra, cuando la verdad es que Rowling nunca describió el color de piel de la superdotada de padres muggles. Sorprenderá a quienes absurdamente criticaban la decisión que la actriz Noma Dumezweni ofrezca, para muchos, la mejor actuación de la obra.

Pero más allá de la polémica del color de piel, lo que realmente resulta atractivo es comprobar cómo la nueva entrega de la saga ha sabido adaptarse a los tiempos que corren. Según se puede contar, sin desvelar demasiado, el argumento plantea nuevos retos para distintas generaciones.

A los más pequeños, nuevos lectores identificados con el joven protagonista, la trama desarrollada por su personaje asume riesgos que van desde el peso de la herencia parental de tener que estar a la altura de quien derrotó a “quién-no-debe-ser-nombrado”, hasta el descubrimiento de una personalidad propia más allá de las presiones externas.

A los más veteranos, la obra de teatro les ofrecerá una inédita visión de los personajes conocidos, envejecidos, con responsabilidades y con la carga de superar un pasado que se resiste a desaparecer del todo.

Sea como fuere, las críticas que uno puede leer, ya sea en la misma prensa británica o en la del otro lado del charco, no exentas de spoilers, aseguran que estamos ante un pequeño milagro. Una monumental empresa dividida en dos partes, cinco horas en total, que consigue hacer creíble la magia sobre el escenario con logrados efectos especiales, que repasa y reinterpreta las claves que hicieron grande a la saga y que sostiene sobre destacables actuaciones una improbable pero exitosa revisión del mito. El reto era difícil pero parece que Harry Potter and the Cursed Child es algo más que una nueva aventura mágica.

Más allá del niño de la cicatriz

Corría el año 2001 y la saga del joven mago iba por su cuarta entrega. Harry Potter y el Cáliz de fuego, una de las más eficaces y divertidas de la saga, todo sea dicho, vendía ejemplares y llenaba estanterías de todo el mundo. Pero ya por aquél entonces, los lectores no tenían por qué limitar sus compras a la historia del niño de la cicatriz. Joanne Rowling, no contenta con la empresa que estaba llevando a cabo, escribió paralelamente dos libros que ampliaban el imaginario de Hogwarts con sendas historias. Dos “falsos libros” que los mismos personajes de las novelas estudiaban en sus clases: Quidditch a través de los tiempos y Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Curiosos productos metaliterarios que jugaban con la ficción de la saga para extenderla a la vez que profundizar en ella.

Parece mentira que ya hayan pasado 15 años, pero a finales de este otoño veremos en pantalla la adaptación al cine de la segunda. Una historia protagonizada por Newt Scamander, interpretado por el oscarizado Eddie Redmayne, un joven mago que tiene la misión de escribir un libro sobre las criaturas mágicas de todo el mundo.

Si la iniciativa, cuando fue anunciada, podía parecer una estrategia comercial de Warner Bros para seguir sacando rédito de sus derechos del mundo de Rowling, hoy las dudas pueden quedar más o menos disipadas. Los avances en forma de tráilers y pósters nos desvelan nuevas rutas, nuevos escenarios alejados de lo que conocemos, y un universo creativo situado setenta años antes de que Voldemort intentase matar al bebé de los Potter.

Un spin-off que explora caminos que su antecesora sólo dejó abiertos. Es el caso, por ejemplo, de lo interesante de plantear un personaje secundario muggle como mano derecha del protagonista, algo de los que fuimos privados en los libros más allá de los anecdóticos tíos Dursley. ¿Cómo vería y viviría alguien no-mágico las maravillas ocultas?

También es el caso de todo aquello que rodeaba la mitología de la saga y nunca llegamos a disfrutar como se merecía. La magia más allá del mundo british, sólo apuntada en la cuarta entrega; la historia del mundo fantástico y su conflicto racial, base de diversas tramas secundarias de las novelas; y en definitiva, las posibilidades creativas de todo lo que rodea a la cicatriz en forma de rayo en la frente de un chaval. Todo parece indicar que la película está más o menos en buenas manos partiendo del guión escrito por la autora del original.

Sea como fuere, el éxito de crítica que se ha granjeado la obra de teatro y el más que probable taquillazo que supondrá el retorno al universo de Rowling en la gran pantalla, confirma que nos queda mucho por ver. Nosotros agradecidos. No en vano, estamos ante uno de los mayores fenómenos culturales que se le puede atribuir a la generación pre digital ahora inmersa en plena era de la nostalgia.

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