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Cuando el algoritmo se convierte en artista: ¿reemplazará al humano?

7Bot, un brazo de robot que puede apreder a pintar tras recibir una serie de coordenadas

José Antonio Luna

Raúl Gallego es un especialista que confecciona trajes a medida para cada cliente. En el proceso de fabricación, dice el diseñador, “tarda más en llegar al diseño que en hacer el patrón, cortar y montar el vestido”.

No ocurre así en Amazon, donde han conseguido desarrollar un algoritmo capaz de crear prendas con solo pulsar un botón. Aunque esta tecnología todavía no se utiliza, quizá en un futuro sí que se transforme en un instrumento habitual. Pero, ¿es posible que una máquina sea tan creativa como una persona? ¿Cómo afectarían estos avances a profesionales creativos como Gallego?

El artista emeritense contempla los avances tecnológicos como una “competencia sana” para sus tareas. “Lo veo como una nueva herramienta que los diseñadores también vamos a poder utilizar en nuestro trabajo”, manifiesta el artesano. Aun así, para el autor todavía queda un largo camino por recorrer hasta que los algoritmos puedan imitar la creatividad de las personas.

Para Gallego, uno de los elementos más importantes es el de la imaginación. “Quizá pienso en un diseño de entrada y lo cambio a medida que lo voy haciendo porque se ocurre otra cosa, o porque creo que puede quedar mejor de otra manera”, afirma el creador. Añade que “eso es un límite de creatividad con el que la máquina siempre va chocar”.  

Pero, ¿qué es exactamente la creatividad? “Una parte de ella está impuesta por el que lo observa”, explica Carlos González, doctor en psicología y profesor del U-Tad, un Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital. El docente abordó el tema en el libro ¿Puede un computador escribir un poema de amor? y, como comenta a eldiario.es, “la cuestión es si con algoritmos se puede llegar a generar algo que sea una genialidad” porque hasta ahora lo que hacen “son cosas relativamente sencillas o copiar otras”.

El contacto entre profesional y consumidor es otro factor que, según señala Gallego, condiciona el resultado final. “Se supone que tienes que buscar la cercanía con el cliente, y más cuando trabajas a medida”, apunta. El diseñador de moda considera que esta proximidad “añade puntos de valor y es una de las cosas más importantes”. Continúa diciendo que “si no tienes feeling con esa persona, ya puedes hacer el mejor vestido del mundo que no le va a convencer”.

Aunque la empatía computacional es un elemento todavía en desarrollo, las técnicas basadas en el Big Data abren una nueva ventana de posibilidades que no pasan inadvertidas para grandes empresas como Google o Facebook. El negocio de los datos personales, que es incluso anterior a la aparición de Internet, permite recolectar información de los usuarios y ofrecer productos ajustados a sus necesidades.

“Se está probando si a través de tus redes sociales se pueden generar patrones personalizados para predecir el comportamiento”, explica González. Para el psicólogo, eso significa que “si le indicas a una máquina que te diseñe una pieza de ropa y le das acceso a todas tus fotografías, seguramente generará algo que te guste”. El docente estima que “tienen una capacidad de vincular datos más allá de nuestra lógica”, pero que “luego hay otras cosas que necesitan sentido común”. Aun así, tiene claro que “todo lo que se ha visto en creatividad es que, efectivamente, son creativos”.

Algoritmos para la pintura

El campo de la moda es solo uno de los muchos afectados por los progresos en la inteligencia artificial. También existen programas como The painting fool, que son capaces de escanear una imagen, analizar sus colores de forma individual y crear una obra de arte abstracta por sí mismo. Ni siquiera se escapan los fotógrafos: Google ha concebido una IA que transforma las panorámicas de Street View en instantáneas profesionales. ¿Podría el resultado compararse con el de un experto?

Según la diseñadora gráfica Alba Blázquez , las piezas generadas por ordenador “no tienen sentido como creación”. Para la autora, “el arte, el diseño y la pintura es la expresión de sentimientos a través de las obras”. La ilustradora explica que las creaciones “son las circunstancias de un individuo, su pensamiento y una conversación consigo mismo como artista”. 

El profesor de U-Tad piensa que el pánico a los algoritmos se debe a que “nos da un poco de miedo la parte creativa porque consideramos que es el último vestigio de superioridad humana”. Pero, como puntualiza el docente, “nadie duda de que es mejor la lavadora que lavar a mano”.

González destaca que ya ocurrió algo similar en el pasado, cuando “los pintores atacaron de forma funesta la fotografía” y creían que dichos avances “iban a acabar con su forma de vida”. Según el psicólogo, posteriormente se descubrió que ambas tendencias podían coexistir sin que ninguna de ellas desapareciera. “Empezó a haber gente que se dedicaba a la composición en fotografía, al igual que ahora hay gente que se dedica a la composición de programas de robots”, indica el doctor.

A pesar de ello, para dibujantes como Blázquez sigue siendo difícil concebir que una máquina consiga expresar lo mismo que un humano. La profesional revela que uno de los factores claves es la vulnerabilidad, que “es un motor indispensable para todos los trabajos creativos”. Continúa diciendo que “si no te sientes vulnerable ante lo que nos rodea, no tendrías necesidad comunicar algo y dejar constancia de tu paso por el mundo”.

Algoritmos para la música

Otro de los campos artísticos donde compiten los robots es la música. Cada semana, como si se tratara de un DJ personalizado, Spotify crea una lista de descubrimientos basada en las preferencias musicales de cada individuo. Pero no es el único ejemplo. También hay ordenadores capaces de componer sus propias melodías, tan buenas que han llegado a ser interpretadas por orquestas profesionales.

Es el caso de Iamus, el primer ordenador capaz de aprender el lenguaje musical humano. Esta herramienta, inventada en la Universidad de Málaga, utiliza una tecnología que ellos mismos han bautizado como Melomics para generar pistas de música clásica en solo ocho minutos. Los resultados no son nada despreciables. De hecho, incluso han sacado un disco propio en el que sus canciones son interpretadas por bandas como la Orquesta Sinfónica de Londres.

El programa no se limita a coger patrones de otras piezas ya existentes, sino que crea los suyos propios. José David Fernández, uno de los profesores vinculado al desarrollo del programa Lamus en sus inicios, indica a eldiario.es que “Melomi utiliza algoritmos evolutivos”.

Para explicarlo, el docente pone el ejemplo de un organismo compuesto por una célula que posteriormente se multiplica hasta formar un cuerpo complejo. En el software funcionaría de forma similar. “En el caso de Melomi, cada organismo sería un patrón que se desarrolla y termina por convertirse en una pieza musical”, indica el ingeniero.

Este “Mozart” de los ordenadores es capaz de producir partituras teniendo en cuenta las singularidades de cada instrumento para, en base a ello, crear una obra única. “Existen algoritmos claramente creativos, que están produciendo cosas a un cierto nivel”, observa Fernández. Además, se trata de algo en lo que, como asegura el informático, “continuamente se está investigando para ir un poco más allá”.

Sobre qué significaría esto para los artistas, el profesor universitario mantiene que sería “principalmente una nueva forma de trabajar”, que asemeja a cuando en la industria bancaria llegaron las dispensadoras automáticas. “En un determinado contexto es una pérdida de puestos de trabajo, y en otros puede ser una reinvención en nuevas formas de negocio”, recalca el desarrollador.

Algoritmos para todo lo demás

El diseño, la pintura y la música son solo tres ramas de las muchas que abarca la inteligencia artificial. Ya existen capaces de escribir como periodistas, poetas o incluso como el propio George R. R. Martin. El ingeniero Zack Thoutt ha conseguido desarrollar un software para ni siquiera tener que esperar al próximo libro de Juego de tronos.

El programa, que está disponible en Internet, funciona como un generador automático que tiene en cuenta anteriores libros e hipótesis de foreros. Como resultado, aparecen locas teorías como que Ned Stark sigue vivo, que Jon Nieve es un Lannister, o que Hodor vuelve y ahora es capaz de decir algo más que “¡Hodor!”.

“La pregunta es si los algoritmos podrían haber generado Juego de tronos desde el vacío. Eso es lo que no se sabe”, se cuestiona Carlos González. El docente cree que esta tecnología podría empezar a utilizarse para, al menos, para completar el grueso de la historia y así evitar los ocho o nueve años de espera. “Lo único que quedaría es que George R.R. Martin retocara las líneas maestras y lo demás lo rellenaría una máquina”, menciona el profesor.

Según Alba Blázquez, lo que realmente tiene valor es “la persona que creó esos algoritmos para que repitieran un patrón para hacer un cuadro o lo que sea”. No obstante, no todos lo ven igual. “Como salga un gran libro elaborado por un ordenador, que va a salir, y se convierta en un bestseller, los creadores se van a poner como una fiera”, sostiene González. De momento, a los seguidores de Juego de tronos no les queda otra opción que aguardar y sufrir hasta que su autor considere oportuno. O bien, hasta que un mono inmortal pulsando teclas al azar consiga hacerlo antes.

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