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Cuenta atrás para la eliminación de la cruz de los caídos en Castellón

Cruz de los Caídos en el parque Ribalta de Castellón.

Belén Toledo

Castellón —

Como si acusara los encendidos debates que hay en torno de su existencia, la Cruz de los Caídos del Parque Ribalta está llena de boquetes. El hormigón se ha agrietado y las escaleras de su basamento están manchadas de suciedad negra. El muro que la protege tiene pintadas. También desconchados: son los restos de las diferentes inscripciones que han dotado de significado el monumento.

A partir de su construcción en 1944, la cruz lució una leyenda que daba fe de su utilidad original: la de homenajear a los muertos del franquismo. En la transición, se intentó dulcificar el mensaje con el lema “A las víctimas de la violencia”. Ahora, la cruz no tiene ningún mensaje escrito. Solo queda su decadencia, que, a la luz de los últimos acontecimientos, puede ser el primer paso para su desaparición. 

Cumplir con la ley 

El monumento está en el punto de mira del Grupo para la Investigación de la Memoria Histórica de Castellón, que en las reuniones periódicas que mantiene con el Ayuntamiento de la ciudad ha pedido su eliminación. Este colectivo pidió hace unas semanas a la Asociación de Amigos del Parque Ribalta, creada hace diez años para defender los valores arquitectónicos de este espacio, que dieran su opinión sobre la conveniencia de retirar la cruz.

La asociación Amigos del Parque Ribalta explica que, además, recibieron la misma consulta del Comité Técnico de Expertos para la valoración de la retirada de vestigios relativos a la Guerra Civil y la Dictadura en la Comunitat Valenciana. Se trata de un órgano creado hace un año, adscrito a la Conselleria de Justicia. Su labor es asesorar a la Generalitat sobre qué monumentos se deben retirar, y cuáles deben permanecer por su valor artístico. 

El martes por la noche, el colectivo fijó su posición. En una asamblea abierta a la que acudieron en torno a 30 personas, solo cuatro votaron a favor de que se mantuviera el monumento. El resto, aprobó su eliminación “y la posterior restitución del espacio mutilado al parque”. 

Un “injerto” en un “lugar estratégico”

En el debate, destacaron las razones puramente urbanísticas. El arquitecto Francisco Grande explicó que la cruz es un “elemento impropio del parque”, un “injerto que se hizo en el parque por una de las partes” del conflicto. Grande destacó que la cruz está “en un sitio estratégico”. No fue colocada en paralelo a la acera, sino en diagonal, de forma que mirara hacia la plaza de Huerto Sogueros y la avenida Jaume I.

Grande explicó que en el año 1925 se planteó una reforma urbanística para que en ese mismo espacio se situara el obelisco de las libertades. Pero, apenas 20 años después, “allí acabó la cruz de los caídos”.  El monumento, resumió el arquitecto, “está en un sitio estratégico incrustado”. “Tenemos todo el derecho a pedir que se vaya”, concluyó. 

La discusión entró también de lleno en la política. Un pequeño grupo de personas que no eran habituales de las asambleas de la asociación defendieron la permanencia de la cruz. Su presencia encendió el debate. Uno de ellos, un joven llamado Rafael Suay, se presentó como el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica del Alto Palancia. 

Si quitan la cruz, ¿qué será lo próximo?

“Mi abuelo fue un caído por Dios y por España. Es un monumento que honraré toda la vida”, afirmó. “Si quitan la cruz, ¿qué será lo próximo?, ¿secar el estanque de los patos e integrarlo en el parque?”, se preguntó. “No vamos a entrar en la polémica del vencido que quiere ser vencedor o del vencedor que quiere ser vencido. Porque creo que hubo mal de los dos bandos. No estamos ahora para juzgar eso”, concluyó.  

Otro asistente, que se presentó como “cristiano y católico” pidió que no se hablara de “esas batallitas de 80 años atrás” y se conservara la cruz que “sobre todo ahora con el Papa Francisco, es un símbolo de reconciliación y de paz” y que “no molesta a nadie. Creo que es más ofensa tirarla”. 

Estas intervenciones causaron malestar entre el resto de asistentes. Algunos miembros de la asociación recordaron que en su juventud fueron obligados a cantar el “Cara al sol” al pie de esa cruz. Maribel Peris, miembro del Grupo por la Investigación para la Memoria Histórica de Castellón, consideró que la cruz es una “humillación permanente de las víctimas”, una “ofensa para la sociedad”.

“Consideramos urgente la desaparición”, concluyó. “El debate es sano, pero nace de una falta de respeto a la ley. Si la ley se hubiera cumplido, no estaríamos aquí”, lamentó, en referencia a la Ley de Memoria Histórica, que dispone la desaparición de los vestigios franquistas. 

Por su parte, el Ayuntamiento de Castellón se pronunciará sobre la conveniencia de mantener o retirar la cruz cuando acabe este proceso de consultas. Queda todavía por conocer el dictamen que debe elaborar la Federación Valenciana de Municipios y Provincias. “Después, el Ayuntamiento opinará”, explicaron desde el Consistorio. 

Exaltación del franquismo hasta 1982

La historia de la cruz de los caídos del parque Ribalta se puede encontrar en un informe del Grupo de Investigación elaborado el pasado mes de diciembre. Según este documento, la cruz fue un lugar elegido para desarrollar actos de exaltación del franquismo durante la transición. El último de ellos tuvo lugar el 18 de julio de 1982. El Ayuntamiento cambió la leyenda del monumento para dedicarla a todas las víctimas de la violencia en 1979, con los votos a favor de PSOE, PCPV y EIC, la abstención de UCD y el voto contrario del único concejal de AP.

La cruz no es el único vestigio franquista de Castellón. Hay numerosas calles dedicadas a altos cargos del régimen, como la de Carlos Fabra Carreras, el padre del expresidente de la Diputación de Castellón Carlos Fabra, ahora en la cárcel por fraude fiscal.  Fabra padre fue alcalde entre 1948 y 1955. También presidió la institución provincial entre 1955 y 1960.

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