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¿Puede la riqueza ser obscena?

Tuco Viera

Ignacio Vidal

Desde hace ya unos cuantos años la ONG Oxfam Intermón viene denunciando las desigualdades que existen en el mundo. A su juicio dichas desigualdades tienen su origen fundamentalmente en un sistema económico desequilibrado que favorece los intereses de las grandes fortunas y empresas.

En su último informe, “Una economía para el 99%”, Oxfam Intermón destaca cómo solo 8 personas tienen la misma riqueza que la mitad del planeta más pobre (3.600 millones de personas).

Ante esta situación surge la pregunta de si la riqueza puede llegar a ser obscena o es algo digno, fruto de méritos propios.

El director general de cualquier empresa incluida en el índice bursátil FTSE 100 gana en un año lo mismo que 10.000 trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh. ¿Significa esto que el director trabaja 10.000 veces más que un trabajador de Bangladesh? ¿Que lo que sabe vale 10.000 veces más? ¿Que el sueldo de estos trabajadores es fruto de su falta de esfuerzo o ingenio? ¿Que podrían haber jugado mejor sus cartas?

El punto de partida es un factor altamente determinante a la hora de poder prosperar. Esto no es algo que responda a una elección o ningún mérito. Seguramente el director general de una empresa haya nacido en una familia con recursos y en un país con estabilidad mientras que el trabajador de Bangladesh forma parte de una familia de clase baja en un país empobrecido.

Hay quien piensa que esto son excepciones en un sistema que funciona bien y que en situaciones normales toda persona puede alcanzar una posición social cómoda. Este mito del sueño americano no deja de ser también una ilusión. Según un estudio que comparó los registros de unos 10.000 contribuyentes de Florencia en el año 1427 y en el 2011 se averiguó que después de 584 años eran muchas las familias que mantenían su riqueza. La movilidad social en Florencia no había variado sustancialmente con el paso del tiempo.

Las claves por las que los mismos individuos mantienen la riqueza son varias: una mejor educación, más esperanza de vida, mayor red de contactos, influencia en las esferas de poder, etc .En 2014 las entidades financieras y aseguradoras dedicaron casi 500 millones de dólares para lobby en Washington. A todo esto hay que sumar las oportunidades fiscales con las que cuentan las personas con recursos. En España el fraude fiscal asciende a 59.500 millones de euros, de los que el 72% procede de las grandes empresas y grandes fortunas. En 2014 la suma total de la inversión en salud en nuestro país ascendió a 57.000 millones de euros.

Las personas obscenamente ricas no generan su riqueza con su sueldo sino con las inversiones y las rentas del capital. Los márgenes de esta forma son mucho más altos, no se ven afectados tan negativamente por las crisis y en muchas ocasiones se evade el pago de impuestos, recayendo el peso de la fiscalidad sobre la clase media y baja.

La riqueza obscena no es solo injusta e inmoral sino que además ni siquiera es eficiente. Esta brecha social no solo empobrece a los más vulnerables sino que lastra a la economía entera de un país. Por este motivo instituciones como el FMI, poco sospechosa de atentar contra el sistema, proponen una serie de medidas para conseguir reducir los desequilibrios extremos que se están viviendo en las economías más avanzadas (subida de impuestos, renta básica, etc.)

Si no se detiene esta situación se irá acentuando cada vez más. Durante los próximos 20 años, 500 personas legarán 2,1 billones de dólares a sus herederos, una suma que supera el PIB de la India, un país con una población de 1.300 millones de personas. La riqueza tiende cada vez más a concentrarse lo que provoca también que los poderes económicos y políticos estén en cada vez en menos manos. Es fundamental empezar por denunciar la riqueza obscena como un hecho injusto, inmoral y peligroso para la estabilidad de todo el sistema global.

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