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La nueva Era del Cabanyal

Javier Caro

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El otro día escuché a un chico, mientras tomaba algo por el Cabanyal, que eso de arreglar el barrio era una cagada, que había que dejarlo como estaba, que los alquileres subirían y que los okupas ya no podrían vivir allí. El chico parecía cabreado. Me quedé un rato pensando y cuando volví en mi, decidí quedar con un amigo que había estado en “primera línea de batalla”, con la Plataforma Salvem El Cabanyal. ¿Cómo podía ser que algunos vecinos no estuvieran de acuerdo en algo fundamental como la rehabilitación del barrio?

Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia que más a durado en su cargo, tenía en mente abrir la ciudad al mar, ignorando por completo dos cuestiones capitales y de sentido común: el Cabanyal es Valencia, con lo cual la ciudad, o una parte de ella, ya estaba abierta al Mediterráneo y dos, no tuvo en cuenta que en el barrio vivían personas, gente que había crecido en él y que lo amaban. Se había olvidado, pues, de las 1.200 casas que habían dentro de su plan y de las múltiples familias que allí residían. El Cabanyal es un barrio muy singular, de hecho fue un territorio independiente hasta 1897. Pero no solo por eso merece no ser destruido, sino que no se puede tirar por la borda parte del patrimonio de la ciudad y de su cultura. Pero Rita no cejaba en su empeño, pese a que parte de la zona afectada está considerada Bien de Interés Cultural (BIC). Pero eso a Rita le daba igual. El barrio no estaba ya en el Plan de Ordenación Urbanística de 1988, cuando la ciudad estaba gobernada por los socialistas, con lo cual las inversiones en el Cabanyal no iban a tener futuro. Y diez años después de ese plan, el PP decidió que el barrio debía ser la puerta al mar. Cuando la gente que vivía allí se levantó y se organizó, porque aquella historia tan romántica de acercar el mar a la ciudad olía a podrido, comenzó una lucha vecinal y social. Salvem El Cabanyal nace para hacer frente a la especulación y a la indecencia política. Ahora mismo el barrio concentra el mayor número de infravivienda de la capital. Cuando se dejaron de lado las calles y plazas del barrio de los pescadores, comenzaron a ocuparse las casas. El barrio no tenía los mismo recursos que otros lugares de la ciudad, las casas se podían caer a trozos o las calles podían estar llenas de suciedad, no importaba. Se había decidido que tenían que irse sus habitante, por lo menos los que estaban dentro del plan, los que habían tenido el infortunio de caer dentro de la red puesta por el Ayuntamiento. Dos líneas que cortaban el barrio, que lo separaban y convertían en un lugar infernal. Sus vecinos son los que levantaron los ánimos de la gente, los que procuraron que nadie se fuera, que aguantaran como los aldeanos de Asterix. Fueron los vecinos los que pacíficamente se manifestaron, los que se pusieron delante de las excavadoras, en una de las imágenes más viles y sucias que se recuerdan de la democracia española. Había gente que tenía miedo de entrar en el barrio, personas de otros lugares que veían en Canal 9 pobreza, violencia e inseguridad ciudadana. La verdad es que no he visto eso de un modo tan grandilocuente, sí es cierto que el deterioro era palpable, y que podías ver trapicheos en plena calle a la luz del día en ciertas zonas. Pero no era lo normal ni lo habitual.

Rita Barberá estaba obsesionada con el Plan, seguro que incluso algunos de sus compañeros de partidos la animaban a desistir de su idea peregrina, sobre todo después de la explosión de la burbuja inmobiliaria, ¿quién querría invertir en un proyecto así, y con tan mala prensa?. Después del fracaso de la America´s Cup o de la Fórmula 1, ¿para qué meterse en más jardines?. Todos, menos la alcaldesa, sabían que continuar metiendo el dedo en la llaga solo podía lastrar las pretensiones de ganar unas nuevas elecciones, y así fue. Rita bajó la cabeza, sabía que su tiempo se había terminado y que los insurrectos vecinos del barrio del Cabanyal, la noche de las elecciones, brindarían con cava, catalán o valenciano, por su derrota. Con la llegada de Joan Ribó el barrio estaba salvado, ahora se podría trabajar para acometer las reformas que necesita para que sus vecinos vivan como ciudadanos de primera, y no como de segunda, que era lo que pasaba antes. Pero algunas personas, que también son del barrio, no lo ven así. Temen que ahora el movimiento okupa sea desalojado y que los alquileres suban, convirtiéndose en un barrio inaccesible para poder vivir en él. La solución no pasa por expulsar a nadie de su barrio, no hay que repetir viejas políticas, ni tampoco especular con los alquileres o el suelo, quizás haya que hacer alguna ley que refleje la realidad del barrio, de sus centros sociales, del buen trabajo que en muchas ocasiones realizan. Quizás todo pase por procurar entender que el barrio debe mantener su idiosincrasia, pero desde un punto de vista nuevo, que sirva de ejemplo a otros barrios.

Cuando me levanté del bar me dirigí a Radio Malva, en pleno pulmón Cabanyalero, para ver si veía a algún amigo. Porque gracias a ese plan maligno, en el barrio han surgido propuestas como la Radio Malva, Cabanyal Intim o Cabanyal Portes Obertes, para combatir al que deseaba verlo derruido, y algunas cosas deben permanecer.

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