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El arte de titular

José Cervera

Poner un título a una noticia es un arte, no una ciencia; no existen métodos o recetas que funcionen siempre. No hay algoritmos matemáticos a los que se pueda encomendar la tarea. Una de las reglas es sencilla: conseguir que cuanta más gente se sienta atraída por la información, mejor; que los lectores quieran leer la historia.

El titular tiene, en consecuencia, un tanto de marketing, de 'vender' la noticia. Pero al mismo tiempo se supone que el papel del titular es traducir en una única y concisa frase la esencia de la historia que se cuenta. Y como toda traducción, es imperfecta; a veces más traición que traducción.

La combinación de resumen, marketing y ese quién sabe qué que le da a los titulares un gancho especial es tan complicada que la buena titulación se considera una de las más elevadas capacidades de redacción y síntesis en cualquier diario o revista. En muchos medios anglosajones, se reserva a editores especializados, o a los periodistas de mayor nivel y experiencia. Siempre es un asunto delicado, complejo y al que se dedica gran cantidad de atención y talento. Los periodistas que lo dominan son admirados y respetados en la profesión.

En ocasiones, y con un poco de ayuda del lenguaje y sus triquiñuelas, el titular puede pasar a la categoría de leyenda, como el famoso 'Headless Body on Topless Bar' (cuerpo sin cabeza en bar de semidesnudos) que publicó en 1983 el New York Post, cuyo autor acaba de ser recientemente despedido.

O el casi intraducible 'Foot Heads Arms Body' que publicó en 1986 el venerable The Times (Michael Foot, político británico, nombrado jefe de un comité de desarme) y que juega con los dobles significados de todas y cada una de sus palabras (traducción alternativa: pie cabezas brazos cuerpo).

En otras, las prisas o los despistes pueden provocar desastres, como el sin par 'Pierde la vida y muere' reseñado recientemente por @PeriodiFAILS. O al contrario, el titular puede pecar de exceso de literalidad, comportándose en cierto sentido como un 'spoiler', como «Estafado por una tal Laura, que no era Laura sino un 'maromo'» que encontró @vigalondo

Un polémico asunto reciente ha provocado alguna protesta en este sentido en eldiario.es. Así, Luis Cortés Barbado, de Granada, comentaba en relación al artículo titulado «IU Madrid prohíbe a sus militantes “opiniones o comentarios contrarios a las decisiones” del partido» lo siguiente:

Quisiera manifestar mi desacuerdo con la publicación del titular del artículo de Juan Luis Sánchez que referencio, ya que dicho titular es falso. Que IU Madrid prohíba a sus militantes “opiniones o comentarios contrarios a las decisiones” del partido es objetiva y literalmente falso. Lo que se prohíbe es la “manifestación pública, por cualquier medio de difusión, de opiniones, ideas o comentarios contrarios a las decisiones, acuerdos y resoluciones de los órganos de IUCM”, como bien indica el artículo en su interior. Y aquí la información de que se prohíbe la “manifestación pública” es absolutamente crucial, modifica completamente el significado de la frase.

La cuestión, entonces, se refiere a si el titular incluye o no el matiz de que la prohibición no afecta a las opiniones discrepantes que se pueden tener, siempre que no sean objeto de 'manifestación pública'. De hecho, en el subtítulo, el redactor ha incluido la siguiente precisión: la norma «contempla la suspensión de militancia para quien exprese “opiniones, ideas o comentarios” que critiquen lo marcado por los órganos internos», y usa el verbo 'expresar'. Es más, si revisamos cuidadosamente la frase, vemos que incluye no sólo 'opiniones', sino también 'comentarios', que por definición deben hacerse a otra persona. El titular, entonces, sí incluye, al menos en parte, la idea de comunicación a terceros.

Está claro que el motivo de la queja es la posibilidad de que alguien entienda, y utilice en la arena política, la idea de que IUCM trata de limitar la libertad interior de discrepancia de sus militantes; que de alguna manera se estuviera prohibiendo el mismo hecho de estar en desacuerdo con medidas tomadas por la dirección. Sin embargo, en ausencia de algún tipo de comunicación, es imposible conocer las opiniones de una persona: afortunadamente, no existe ninguna forma de conocer las opiniones de alguien que no se las cuenta a nadie.

Lo que se está penando es, por definición, la comunicación de otras ideas. Y si se tratase de criticar, habría que desear una mayor concreción de la propia norma que aclare exactamente qué se entiende por 'cualquier medio de difusión', ya que en estos tiempos de Twitter, redes sociales, correo electrónico y WhatsApp, y de diferentes círculos sociales y personales interactuando, las posibilidades de confusión e inseguridad jurídica son amplias.

En todo caso incluir todos estos matices en un titular es más que complicado. En especial, cuando la política del medio, como explica el autor del texto y subdirector de eldiario.es Juan Luis Sánchez, obliga a que los titulares quepan en un tuit (140 caracteres), incluyendo enlace y firma. El propio lector parece entender los problemas a que da lugar la extrema brevedad del género cuando añade: “Sé que los titulares deben ser resumidos. Pero se puede resumir sin mentir”. Tal vez el titular de la noticia en cuestión no sea perfecto, pero tampoco puede calificarse con justicia de 'mentira'. Espacio para la mejora hay, sin duda; no está claro que en este caso se exija en cambio una rectificación.

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