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Muhammad Ali y Arthur Ashe, dos iconos más presentes ahora que nunca

Ali tuvo una estrecha relación con Malcolm X.

Nicolás Ribas

Cuando se habla de grandes atletas que cambiaron tanto la historia de sus respectivos deportes como la historia política y sociocultural estadounidense, resulta inevitable referirse a dos grandes mitos del deporte: Arthur Ashe y Muhammad Ali. Ambos nacieron en fechas y lugares similares en el sur de Estados Unidos, durante la época de la segregación racial. Ashe nació en Richmond (Virginia) en 1943; Ali nació en Louisville (Kentucky) en 1942. También hay paralelismos en la vida personal y profesional de ambos. Ashe es el mejor tenista negro de la historia; Ali está considerado el mejor o uno de los más destacados boxeadores de todos los tiempos. Alcanzaron su cénit a mediados de los años 70 y tanto uno como otro fueron activistas destacados en el movimiento por los derechos civiles.

En la década de los años 50 no parecía probable que un negro pudiera convertirse en campeón de tenis, ya que era un deporte casi reservado a hombres blancos. Empezó a jugar a los siete años en unas pistas que había cerca de su barrio y solo tres años más tarde llamaría la atención de Robert Walter Johnson. Pionero en el desarrollo de un programa para jóvenes tenistas afroamericanos, Johnson, que también fue el entrenador de Althea Gibson (la primera tenista negra entre hombres y mujeres en ganar un Grand Slam en individuales), se convirtió en una figura clave para Ashe. Gracias a su talento y su excelente expediente académico, recibió una beca en St. Louis y otra en la Universidad de Los Ángeles en 1963, momento en que se empezó a forjar su leyenda. Ese mismo año pasó a formar parte del equipo estadounidense de la Copa Davis, convirtiéndose en el primer jugador afroamericano en conseguirlo.

 En 1968 se llevó el US Open, un mes antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de México, en los que se produjo uno de los acontecimientos más importantes en la historia del deporte y de los derechos civiles. Los atletas Tommie Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce tras ganar la carrera de los 200 metros lisos, hicieron el saludo Black Power con el puño izquierdo envuelto en un guante negro mientras sonaba el himno nacional estadounidense. Un momento histórico que recordó al desafío a las ideas de superioridad racial de la Alemania nazi, cuando Jesse Owens conquistó cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín.

Pocos meses después de aquellos Juegos de México, Ashe se proclamó campeón de la Copa Davis. Años más tarde completaría sus logros deportivos con el Open de Australia y el broche final de Wimbledon, ganando en la finalísima de 1975 a Jimmy Connors.

Una lucha constante

Muhammad Ali empezó a boxear por un hecho fortuito. A sus 12 años le robaron una bicicleta, por lo que fue llorando a un policía explicándole lo que había pasado. El policía le aconsejó aprender boxeo para defenderse de situaciones desagradables como esa. Así fue como el joven Clay conoció a Joe Martin, un policía fuera de servicio, que se dedicaba a entrenar a jóvenes boxeadores y que se dedicó a enseñarle a boxear.

Cuatro fueron los momentos clave en la carrera del tres veces campeón mundial de los pesos pesados: a sus 18 años, todavía en su etapa como amateur, se hizo con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma; en 1964 se convirtió en campeón mundial de los pesos pesados tras vencer a Sonny Liston y diez años después recuperó el título al vencer a George Foreman en un histórico combate que se dirimió en ocho asaltos. Después de haberse pasado dos meses diciendo que iba a hacer bailar a Foreman hasta la muerte, Ali combinó su vertiginoso juego de piernas con golpes demoledores, sus dos mejores virtudes como púgil, que noquearon a su rival. En 1975, el mismo año en que Arthur Ashe logró ganar en Wimbledon, los dos mejores boxeadores del momento se enfrentaron para volver a medir sus guantes. Muhammad venció a Joe Frazier y tres años después se convertió en el primer boxeador en ser tres veces campeón mundial en dicha categoría.

Cada uno a su manera

A pesar de que ambos lucharon por la dignidad de los afroamericanos y utilizaron su influencia en el deporte para ello, sus personalidades eran divergentes. Ashe era prudente y calmado, mientras que Ali era temperamental e impulsivo. El tenista, que fue una figura clave en la lucha contra el apartheid, era más cercano a las ideas de Martin Luther King, mientras que el púgil se unió a la Nación del Islam y tuvo amistad con Malcolm X. Cuatro décadas después de la muerte de Luther King, Barack Obama se convertía en el primer presidente afroamericano de la historia.

El pasado 6 de febrero se cumplieron 24 años del fallecimiento de Arthur Ashe, consecuencia de problemas derivados del VIH que contrajo por unas transfusiones de sangre. Muhammad Ali, aquejado de Parkinson y unos meses antes de morir, dejó un último recado a Donald Trump, sucesor de Barack Obama, mientras hacía campaña contra los musulmanes y otras minorías antes de llegar a la Casa Blanca. “Nosotros, como musulmanes, debemos enfrentarnos a quienes quieren usar el Islam para imponer su agenda personal”, advirtió.

El veto migratorio

La medida que ha anunciado Trump de prohibir la entrada a Estados Unidos de todos los ciudadanos procedentes de Irak, Irán, Libia, Siria, Sudán, Somalia y Yemen supondría un enorme impacto sobre el deporte estadounidense. Según un reportaje de The New York Times, la candidatura de Los Ángeles para los Juegos Olímpicos de 2024 estaría en peligro, así como la posibilidad de que el país albergue el Mundial de 2026.

Las quejas se suceden y cada vez son más los que alzan la voz, entre ellos deportistas de la talla de LeBron James, “Magic” Johnson, Kareem Abdul Jabbar, Carl Lewis o Billie Jean King. Y los que se sumarán.

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