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Un centenar de médicos es la única ayuda que queda en la zona de Alepo sitiada por el Ejército sirio

Un edificio destruido por un ataque aéreo por parte del régimen sirio en el barrio de Kalase en Alepo.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Un centenar de médicos son la única ayuda profesional que recibe la población de Alepo en la zona controlada por las fuerzas insurgentes. Médicos de Fronteras (MSF) ha explicado el miércoles en Madrid hasta qué punto esta ciudad, que fue antes la más poblada de Siria, se ha convertido en una trampa mortal para aquellos que no tenían medios suficientes para huir. Esos 97 médicos, no todos con la formación completa, se ocupan de atender la zona este de la ciudad, donde ahora viven unas 300.000 personas.

Alepo está dividida en dos. La zona oeste está controlada por el Gobierno y, a pesar de sufrir también muchas privaciones en los suministros, no afronta tantos peligros. La zona este es de los grupos insurgentes, y allí los ataques aéreos desde helicópteros del Ejército sirio con las llamadas “bombas de barril” provocan un alto número de muertes y heridos. Son bidones llenos de explosivos y metralla que se lanzan desde helicópteros de forma indiscriminada para que estallen al impactar en el suelo.

“Los barriles bomba se lanzan contra cualquier aglomeración de civiles o para destruir un edificio”, ha explicado por videoconferencia Carlos Francisco, que coordina el trabajo de MSF en la zona pero fuera de Siria. “Se lanzan sobre zonas muy pobladas para hacer el mayor daño posible”.

Una consecuencia directa de estos ataques es el aumento de amputaciones en los heridos. “La escasez de equipo médico y de cuidados posoperatorios ha hecho que en muchos casos los médicos hayan llevado a cabo amputaciones cuando, en otras y mejores circunstancias, podrían haberse evitado”, dice un informe de MSF sobre los efectos de la guerra en la ciudad“.

Para los heridos, lo peor no ha terminado con el trauma. Es casi imposible conseguir una silla de ruedas en Alepo, y difícil tener acceso a prótesis y la rehabilitación necesarias. “Esto causa a los amputados una discapacidad aún mayor, y además les deja con una movilidad reducida en una ciudad en la que la gente echa a correr en cuanto escucha el ruido de un avión o un helicóptero”.

Después de un invierno con muy mal tiempo en buena parte de Oriente Medio, la llegada de días más soleados se vive con auténtico temor en Alepo. Las jornadas con niebla o nubes dificultan el trabajo de los helicópteros y son un alivio para los habitantes de la ciudad. Los días con el cielo despejado son los más peligrosos.

Ataques directos a hospitales

Los hospitales y personal médico son también un objetivo de los ataques, a pesar de que la legislación internacional lo considera un crimen de guerra. Ambos bandos han cometido estos crímenes, pero en Alepo es frecuente que los centros sanitarios sean atacados en la zona este. Los representantes de MSF prefieren no afirmar que se trate de una estrategia deliberada por parte del gobierno de Asad, pero los datos que dan son reveladores. “Las estadísticas hablan por sí solas”, afirma Teresa Sancristóval. “Si vemos el número de hospitales que han sido bombardeados, que se cambian de sitio y al día siguiente vuelven a ser bombardeados, se ve que no hay una intención de respetar a los centros sanitarios”.

Los habitantes de Alepo lo saben hasta el punto de que los consideran lugares peligrosos. “Buscamos un lugar para instalar un hospital, y en cuatro lugares los vecinos se negaron a permitirlo, porque decían que si lo poníamos allí, lo terminarían bombardeando”.

La situación puede ser aún peor si las fuerzas militares consiguen cerrar el cerco sobre la zona este de la ciudad. Una única carretera es la vía de acceso de los pocos suministros que llegan a ese enclave. Recibe ataques casi a diario y muchos días los camiones no pueden circular por ella, pero aun así permite la llegada de algunos suministros médicos. Si el Ejército consigue hacerse con su completo control, ocurrirá lo mismo que pasó con Homs. El Gobierno sólo les dejará la opción de rendirse y aceptar abandonar Alepo o sufrir un sitio constante.

Sancristóval comenta que, además de los combatientes, las únicas personas que quedan en la ciudad son de nivel socioeconómico bajo, los ancianos, los pobres, las personas sin movilidad, aunque también quedan muchas familias completas. “Son los pobres los que se han quedado en Alepo. La gente que tenía dinero, que guardaba ahorros, ya se fue de la ciudad hace tiempo”.

 

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