AlterSummit: construyendo poder ciudadano contra el “austericidio”
Durante dos días en la AlterSummit –en Atenas- se han presentado con profusión de datos y argumentos la enorme retahíla de destrozos causados por las políticas de austeridad europeas en los sistemas de protección social, y en la sanidad y la educación públicas. Organizaciones y movimientos sociales constatan un retroceso evidente en los derechos de la ciudadanía europea, que afecta naturalmente, a las poblaciones más vulnerables con ninguna posibilidad de acceder a los servicios por la vía del mercado. Esta población con menores niveles de renta económica está siendo expulsada del mundo laboral, de los sistemas de protección y de las oportunidades de subsistir con dignidad o de mejorar sus condiciones. El panorama es diferente por países, aunque en toda Europa las perspectivas son desalentadoras. Los índices de pobreza nacionales se están disparando y la desigualdad entre los ciudadanos europeos con menores y mayores rentas crece a niveles desconocidos hasta ahora.
Reunidos para generar un movimiento político y social contra el “austericidio”, después de numerosas asambleas y seminarios de debate, el diagnóstico de la situación está claro y es ampliamente compartido: el devenir de Europa está siendo sustraído de la soberanía de sus ciudadanos, está en manos de una evidente y fortalecida alianza entre el sector privado y las élites políticas europeas. El punto de mira está puesto en la responsabilidad compartida que tienen las instituciones que forman la denominada “Troika financiera”: Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional. Las instituciones europeas y los gobiernos nacionales sostienen una democracia de “baja intensidad”, apenas lo justo para garantizar que las políticas siguen respondiendo antes a los intereses de la alianza minoritaria que a los del conjunto de la ciudadanía europea. Privatizaciones de servicios públicos, restricciones a los derechos laborales y sociales en un creciente marco de financiarización del desarrollo. Europa responde antes a las amenazas de los mercados de valores que las demandas de sus ciudadanos y ciudadanas.
La AlterSummit supone un jalón en un proceso que está lleno de urgencias pero que se entiende de largo plazo. Se trata de ampliar en todos los países europeos la mayor alianza sociopolítica posible para responder y reorientar las políticas europeas. El principal objetivo, no es generar solidaridades y formas de resistencia a las políticas neoliberales –que afloran y se extienden por todas partes-, sino construir “algo” que ponga límites al libre movimiento de capitales y a la impunidad con que actúan las élites político-financieras. Se trata en definitiva de balancear el poder existente en Europa hacia el lado de sus ciudadanos.
Hasta aquí lo fácil.
Una vez balanceado el poder ¿qué haríamos con el mismo? Los debates sobre las alternativas políticas y económicas son intensos y en algunos casos amenazan con no finalizar nunca. Pero al mismo tiempo se reconocen alternativas que ya están en marcha, especialmente en el ámbito de las actividades económicas que cada día cuentan con más experiencias en diferentes lugares de Europa –y del resto del mundo- que apuestan por poner la economía al servicio de las personas y de la naturaleza. Experiencias de soberanía alimentaria, de producción agroecológica y de consumo responsable; movimientos de cooperativas y colectivos autogestionados; nuevos bancos que gestionan su negocio desde estrictos principios éticos, con transparencia y participación o experiencias de gestión de los recursos naturales desde lo local de formas democráticas son cada vez más y configuran alternativas para cada día más gente. A falta de lograr constituirse en el principal modo de hacer las cosas asumido y desarrollado por todas las personas, suponen ya todo un programa de economía alternativa que es el centro del hipotético programa político del movimiento.
Experiencias a tener en cuenta
Precisamente en el ámbito de la construcción política se centran gran parte de los debates, aunque la hoja de ruta no sea aún tan clara como algunos quisieran. Sin embargo, existen nuevas formas y nuevas experiencias que muestran que ya no pueden hacerse las cosas como antes. Porque más allá de las clásicas disputas entre movimientos sociales y organizaciones sociales y sindicales (entre reforma/revolución, representatividad/participación directa, o diálogo/ruptura) lo cierto es que se subrayan algunas experiencias importantes que deben articular el futuro del movimiento político y social.
En primer lugar el reconocimiento de los movimientos de “indignados” que con su ocupación de las plazas públicas ha logrado re-politizar a buena parte de las poblacionesre-politizar que vivían al margen de sus propias posibilidades de participar en los asuntos políticos de sus países. Este reconocimiento tiene un aspecto de gigantesco reto para las organizaciones sindicales y políticas, que aún viven contradicciones por su condición de partícipes de la institucionalidad que derivó en las políticas actuales. Por otro lado el feminismo y la creciente capacidad de auto-organización de las mujeres para exigir un radical cambio de cultura (política) que resista y supere las involuciones más conservadoras –la ley del aborto de Gallardón fue puesta como uno de los principales ejemplos del retorno al patriarcado con que Europa acompaña sus políticas financieras-.
En tercer lugar, el movimiento debe tener carácter global. No basta con coordinar acciones nacionales y en el ámbito europeo. El capital se transnacionalizó y persiste en su agenda de intereses e inversiones tanto en lo doméstico como en el exterior. El mejor ejemplo es la apertura de negociaciones entre EEUU y la UE de cara a un Tratado de Libre Comercio, tan opacas y desconocidas para la ciudadanía como de costumbre, cuando sin embargo tendrá numerosas consecuencias en las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Constituye una amenaza cuya respuesta estará sin duda en la agenda de los movimientos en los próximos tiempos. Así, participación política local y desde abajo, integración de la lógica feminista y transnacionalización de las demandas constituyen el nuevo escenario en el que se tratará de construir la primera revolución paneuropea.