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Bahréin responde a las críticas de la ONU aumentando la represión contra los activistas

El defensor de derechos humanos bareiní Nabil Rajab.

Leila Nachawati

“Continuaremos el camino de reforma iniciado por nuestro rey, sin permitir que nadie altere nuestra estabilidad y seguridad. No perderemos el tiempo escuchando las palabras de un alto comisionado que no tiene relevancia ni poder alguno”. Así se refería Jalid al-Jalifa, ministro de exteriores de Bahréin, al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que celebra del 13 de junio al 1 de julio su sesión número 32.

El representante afrontaba así, en Twitter, las críticas a los abusos de su gobierno que lanzaron distintos países durante la sesión inaugural del CDH. En concreto las del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Zeid Ra'ad Al-Hussein, que criticó la represión del gobierno bahreiní contra sus ciudadanos.

El último detenido ha sido Nabeel Rajab, fundador del Centro de Bahréin por los Derechos Humanos y uno de los defensores más reconocidos del país. Su detención la madrugada del 13 de junio se enmarca en el recrudecimiento de la represión que lleva a cabo la monarquía de los Jalifa contra cualquier forma de oposición a sus políticas y que ha ido en aumento desde el inicio de las protestas ciudadanas de 2011.

La detención de activistas no es la única medida que ha tomado en los últimos días la monarquía Jalifa. El martes 14 de junio el ministro de justicia anunciaba el cierre de las oficinas del principal partido de oposición, la Sociedad Nacional Musulmana Wefaq. Las autoridades congelaron todas sus cuentas y detuvieron al líder del partido, acusado de “incitar la inestabilidad del país”.

No es casual que ese recrudecimiento ocurra justo ahora, coincidiendo con la celebración del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra, un organismo gubernamental que cumple este año su décimo aniversario, y del Examen Periódico Universal (EPU, o UPR por sus siglas en inglés, de Universal Periodic Review), mecanismo que examina la situación de los derechos humanos en los estados miembros de la ONU y al que se enfrenta ahora Bahréin.

Esponja de petróleo y estado policial

“A Bahréin no le importa la ONU, y quiere dejar claro ante sus ciudadanos y ante el mundo que no se regirán por lo que este tipo de organismos les marquen”, afirma el bloguero bahreiní Mohammad Hasan en entrevista telefónica con Eldiario.

Bahréin no es el único en mostrar abiertamente su desprecio al sistema de Naciones Unidas, en un contexto de creciente debilidad de la ONU y de los mecanismos de protección de derechos humanos. Según Hasan, Bahréin sólo sigue la inercia de otros países realmente relevantes, como su aliado Arabia Saudí, que en 2011 entró en Manama con tanques a apoyar a la monarquía en su represión de manifestantes.

“Arabia Saudí muestra abiertamente su desprecio por el sistema de Naciones Unidas. Dejan claro que quieren exhibir la debilidad de estos organismos y reafirmarse en sus políticas tanto domésticas como de hegemonía en la región, sin que nadie pueda detenerlos”.

Bahréin, un país de sólo 500.000 habitantes, es una pequeña esponja de petróleo que se ha convertido en un estado policial en el que la minoría de confesión suní que ostenta el poder controla y discrimina a la mayoría chií. Entre sus hitos, destaca ser pionero en establecer sistemas de control por GPS de los movimientos de sus habitantes.

Según activistas de la oposición, desde el inicio de las protestas en 2011 no han cesado de aumentar las víctimas de los choques entre la policía y los manifestantes que protestaban contra el aumento de la represión contra la mayoría chiíta. Según el gobierno, “es Irán, en su intento de avanzar su hegemonía chiíta en la región, quien está detrás de la desestabilización del país”.

“Las tensiones en Bahréin no vienen dadas porque no sepamos convivir entre suníes y chiíes”, señalaba en entrevista con Eldiario la periodista Reem Khalifa. “Vienen dadas por la discriminación institucionalizada por parte de un grupo de población en el poder contra otros, llegando incluso a quitarles la nacionalidad, a dejarlos apátridas. De hecho, mi país es el país del Golfo con la mayor diversidad religiosa y la convivencia siempre ha sido ejemplar.”

Sin mecanismos de protección de civiles

La represión de gobiernos como el de Arabia Saudí, Bahréin, y de tantos otros de la región como los de Israel, Siria o Egipto contra la población civil en general y los defensores de derechos humanos en particular, también mencionados en el marco del CDH, pone de manifiesto el aumento de la impunidad y la práctica inexistencia de los mecanismos de protección de civiles.

“Las menciones en el Consejo y los procesos de Examen Periódico Universal son importantes, pero lo cierto es que no hay verdaderas medidas de control de los abusos de gobiernos como el de Bahréin”, señala Hasan. “Si esta represión ocurriese en otros países, veríamos sanciones de todo tipo. Con Bahréin y Arabia Saudí, como aliados ricos de occidente, no veremos más que retórica. Del mismo modo que hay empresas que generan tantos beneficios que se vuelven intocables, hay países que generan tantos intereses que se vuelven, también, intocables.”

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