“Entré a España en los bajos de un camión para mejorar mi vida”
Pudieron más las ganas que las dudas. Ilias Fifa se coronó campeón de Europa en la final de los 5.000 metros este domingo, casi sin creerlo, casi sin querer. El crono marcó el mismo tiempo para los cuatro primeros atletas, que tuvieron que esperar dos minutos hasta conocer el resultado. “Cuando vi mi nombre en la pantalla me quedé 'flipando'. En todo momento pensaba: 'Bueno, al menos intentaré quedar tercero. ¡Y mira!”, dice aún incrédulo.
No eran milésimas sino milímetros los que separaban su cuerpo del asfalto cuando decidió entrar en España desde su Tánger natal escondido en los bajos de un camión, hace ahora diez años, con 17. Era el inicio de la carrera de fondo más importante de su vida.
“Desde pequeño crecí pensando en venir a España porque sabía que aquí tenía unos planes para mejorar mi vida que nunca tendría en Marruecos. ¿A qué vine? A buscarme la vida. Llegué completamente mentalizado de que lo que tenía que hacer era trabajar, de lo que fuera, para ganar dinero”, explica a eldiario.es.
Pasó unos días deambulando por las calles de Barcelona, hasta que los Mossos d'Esquadra le llevaron al centro de menores. “La verdad es que me trataron bien, me ayudaron a arreglar los papeles, y me echaron una mano. Sin eso yo no habría podido hacer nada aquí”, dice. A los 22 años salió del sistema de acogida y pasó a vivir solo, partiendo casi de cero. Entonces la meta era la misma: “Trabajar, ahorrar, sobrevivir”.
Hablar con Ilias es hablar con ánimo, aunque su emoción se resiente un poco cuando le mencionan aquel viaje de huida que le trajo desde el otro lado de la frontera. La atención mediática que su historia ha captado en los últimos días ha dejado mella y prefiere centrarse en el presente, porque dice estar viviendo “el mejor momento de su vida”. No por ello olvida de dónde vino, ni cómo.
“Lo que he hecho es un riesgo, pero no hice nada malo, prohibido. Lo que hice fue asumir un riesgo para mejorar mi vida. De verdad que no hice nada malo a nadie, solo intentaba mejorar mi futuro”. Lo repite varias veces, como si sintiera que debe justificar por qué llegó por una de esas vías que se consideran “ilegales”, y por qué hubo un tiempo en el que le consideraron una persona “en situación irregular”.
¿Cómo empezó a correr?
Empecé en el centro de menores. Allí vivíamos unos cuarenta menores, es un lugar muy grande donde todo el mundo fumaba y hacía tonterías. Yo empecé a correr para alejarme de todo eso, no como un deporte, no como una meta, simplemente para evadirme del mal camino. Para mí correr no significaba llegar lejos y no lo pensaba mucho, pero me gustaba. Un día el jefe del centro de menores me preguntó si quería entrenar, y le dije que sí.
Ahí empezó a prepararse con Esther Rodriguez en la Agrupación Atlética de Cataluña. Fueron sus inicios en el atletismo, ¿Cómo vivió el cambio?
Bueno, ahí empezó una nueva etapa, entrenando cada día. Aprendí cosas nuevas, técnicas, y confiaban en mi. La entrenadora, Esther, me decía: “Tienes que entrenar poco a poco”, “Tú tienes calidad”, y cosas así. Y hasta hoy. Ya hace cinco años que no entreno con ella, porque tenía que seguir avanzando y machacar más, pero hoy sigo sabiendo que fue ella quien me apoyó desde un principio. Ella es la que me ha abierto la puerta.
¿Podía vivir de ello?
Todos sabemos que el atletismo no es como el fútbol. En este mundo hay que sufrir bastante para poder ganarte la vida de ello. Yo trabajaba a jornada completa como mozo de almacén y luego entrenaba por las tardes. Ganaba algunas carreras populares y cosas así, y poco a poco fui aumentando las horas de entrenamiento e intentando reducir las de mi otro trabajo, pero siempre compaginándolo.
Empecé a trabajar en una empresa de limpieza a media jordanada a medida que iba mejorando, pero realmente este es el primer año que he podido dedicarme al atletismo al 100%, mañana y tarde. Es otro mundo, claro, porque para mi entrenar no es algo que haga solo cuando estoy en la pista, es todo el día: tengo que respetar unos horarios, descansar, dormir bien, etc.
Su historia es realmente una excepción ganada a pulso. El futuro de los MENA (Menores Extranjeros No Acompañados) en nuestro país no suele ser el de Ilias. Quizás por eso sabe que aunque la responsabilidad le pese, puede ser un referente para muchos de ellos: “A los chavales que vinieron en mi situación les diría que luchen, que no se queden en la cama, que no se resignen pensando que no hay trabajo, que hay crisis, y que salgan fuera de casa a seguir luchando”, dice convencido.
No tiene que ir lejos para encontrar ejemplos. Su propio hermano probó suerte en España siguiendo sus pasos, aunque con una perspectiva algo más esperanzadora. “Él vino hace seis años con un visado de estudios, para seguir estudiando. Pero no pudo ser”, dice. No pudo ser el estudio porque tuvo que ser el trabajo, el dinero, el comer, las facturas y “los gastos que uno afronta en la vida”. “Así que empezó a trabajar todo el día”, cuenta Ilias.
En 2013, cuando empezó a ganar algunos títulos, la Federación de Marruecos quiso ficharle. ¿Por qué prefirió quedarse en España?
Fui muy sincero con ellos. Se lo agradecí mucho, pero les expliqué que no podía bajar allí, que este país me ha abierto los ojos y que eso no lo podía perder, porque desde pequeño sabía que quería salir de Marruecos a encontrar otras oportunidades. A mí este país me ha dado todo, me ha abierto puertas del trabajo, conseguí los papeles, empecé a entrenar... Marruecos en cambio no me ha dado nada. No puedo dejar España.
Compitiendo en España ha sufrido algunos comentarios racistas, ¿cómo vive esta parte?
El tema del racismo está presente. No solo aquí, ¿eh? También en Marruecos. Por ejemplo, ayer, cuando la prensa empezó a publicar la noticia de la victoria en el Europeo, había algunos comentarios diciendo cosas como “vete a tu país, no eres español...”.
Hay gente a la que no le gusta que yo compita representando a España, pero me gustaría entendieran que deben estar contentos, porque no estamos haciendo ningún daño al país. Todo lo contrario. Estamos levantando la bandera y dándole resultados. Y en eso da igual si eres negro o blanco.
Cuando veo esos comentarios no me duele porque no soy una persona que se lo toma como algo personal, ni que contesta. Nunca comento a esa gente. Yo voy a mis entrenamientos, nada más.
Hoy, desde Marruecos, la mayor parte de su familia sigue por la televisión sus logros y escucha por teléfono sus tropiezos. “Mis padres son muy felices, están viviendo un sueño que no esperaban. Ellos siempre han estado a mi lado, me animan muchísimo y se preocupan. Cada vez que me ven conectado a partir de las diez de la noche me escriben para decirme que apague el móvil, que debería estar durmiendo (ríe). Esas cosas de padres, que siempre son padres”.
Sigue siendo una cuestión de milímetros. Los que separan la alta competición de la cotidianidad de su vida. No se olvida de que hace tan solo un año trabajaba de 8 a 3 para poder pagar el alquiler. “A veces una cosa se mezcla con la otra, pero en verdad yo cuando gano carreras luego me olvido, en el sentido de que sigo siendo igual. Soy un chico normal, abierto, no soy una persona cerrada ni un chulo”, asegura.
Pasado el Europeo, su mente está puesta en Río. “Ahora me veo con más confianza, más seguro. Voy con más ganas y a por más títulos para este país”. Un país que ahora es también el suyo, pero al que un día tuvo que entrar escondido. La línea de salida entonces era una alambrada.