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La otra Eurocopa: un torneo en París para visibilizar a los refugiados LGTB

Diez equipos compuestos por refugiados de todo el mundo y equipos de fútbol solidarios, principalmente femeninos, jugaron un torneo el sábado 4 de junio en París en apoyo a los refugiados LGBT | Luna Gámez.

Luna Gámez / Andrea Olea

París —

París. Entre los miles de refugiados que cada semana llegan a Europa escapando de la guerra, las dictaduras o el hambre, existe un colectivo prácticamente invisibilizado: el de las personas LGBTI. Lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero, que huyen de sociedades que las criminalizan únicamente por su orientación sexual o su identidad de género, demandan asilo en suelo europeo para proteger sus vidas pero, una vez lanzada la petición, se enfrentan a grandes dificultades para demostrar la violencia que sufren en sus países de origen.

A escasos días de la Eurocopa 2016, que se celebrará en Francia a partir del 10 de junio, Les Dégomeusses, un equipo de fútbol femenino parisino integrado principalmente por lesbianas y transexuales, organizan Football for Freedom (Fútbol para la Libertad), una semana solidaria que arrancó el domingo con un torneo de fútbol y proseguirá hasta el jueves con actividades deportivas, debates y proyecciones.

“Aprovechando la Eurocopa en París, hemos querido utilizar el fútbol como un elemento de solidaridad y visibilidad de la realidad que viven los refugiados LGBT”, explica Cristina Arranz, española integrante del colectivo organizador. “Viviendo en Europa, piensas que tu situación como persona LGBT es complicada… hasta que empiezas a escuchar sus historias. Yo puedo recibir insultos de vez en cuando, pero ellos ven cómo su vida corre peligro a diario”, afirma.

En la actualidad, las relaciones homosexuales siguen penadas en 80 países. En 10 de ellos, entre los que se encuentran Nigeria, Somalia o Arabia Saudí, se castigan con la muerte. La situación de los transgénero es aún peor: según datos de Amnistía Internacional, entre 2008 y 2014, se produjeron 1.731 asesinatos de personas pertenecientes a este colectivo.

“Se me ha olvidado la vuvuzela”, bromeaba Kasha Nabagesera recién llegada a París. Esta ugandesa de 36 años, ganadora en 2015 del “Right Livelihood award”, el llamado premio Nobel alternativo, es la madrina del encuentro y la única invitada que sigue viviendo en su país natal pese al acoso constante de las autoridades y las amenazas de muerte.

Nabagesera fundó en 2003 la primera organización de defensa de los derechos homosexuales en Uganda y 10 años después creó Bombastic, la única revista para público gay en ese país, donde en 2014 se aprobó una ley que castigaba las relaciones homosexuales con cadena perpetua e incluso con pena de muerte. Aunque la ley fue tumbada por la justicia ugandesa seis meses después por un defecto de forma, la amenaza de una mayor criminalización de las personas LGBT sigue planeando como una sombra.

“No es solo que las leyes sean discriminatorias, es que todos, desde los políticos hasta la Iglesia, solo difunden mensajes de odio. La sociedad se apoya en la postura del Gobierno y de los religiosos para actuar con total impunidad contra los homosexuales”, explica, recordando que día sí, día también, el colectivo LGBTI es víctima de ataques homófobos en su país. “En Uganda, hay muchos sitios a los que no puedo ir. Esto te hace sentir frustrada y sola. Hay veces que te sientes exiliada en tu propio país”, asegura.

Más de tres cuartas partes de los países del continente africano criminalizan la homosexualidad. Davis Mac-Iyalla, nigeriano que se define como cristiano, homosexual y feminista, tuvo que huir por las amenazas recibidas por militar por los derechos de las personas LBGTI. En su país, era director de un colegio evangelista y, aunque no declaraba abiertamente su homosexualidad, era vox populi que no le gustaban las mujeres, recuerda.

A raíz del ordenamiento del primer prelado anglicano abiertamente gay en EEUU en 2003, la Iglesia en Nigeria reaccionó negando la existencia de homosexuales en el país y en el seno de la Iglesia. “Me enfureció tanto que negaran mi condición, que demonizaran mi existencia, que decidí dar una rueda de prensa para decirle al mundo quién era”, relata. Su creciente activismo empezó a levantar críticas y posteriormente amenazas, motivo por el que en 2008 tuvo que pedir asilo en Reino Unido. Allí acaba de crear una red, Interfaith Diversity Network for West Africa (Red de Diversidad Interconfesional para África occidental), con el objetivo de impulsar el diálogo entre distintas religiones en torno a la homosexualidad.

Otra de las participantes en el torneo, la libia Amanie Nouri, es integrante del colectivo Quzah Libya LGBT y lleva desde hace 2011 refugiada en Italia. “Creo que es maravilloso poder ver a varios refugiados juntos jugando en París y mostrando su orientación sexual sin miedo a ser reprimidos. Esta es una buena oportunidad para nosotros porque el fútbol puede dar visibilidad a nuestras situaciones”, asegura Amanie, de 35 años, a eldiario.es antes de entrar en el terreno de juego.

“No hay un espíritu competitivo, la gente está disfrutando la experiencia”, recuerda Cristina mientras una banda feminista de música animaba a los jugadores entre un partido y el siguiente.

“Estoy contenta de que la mayoría de las jugadoras aquí sean mujeres... en mi país el fútbol es cosa de hombres”, afirma Amanie atándose las botas. Pese a llevar ya cinco años viviendo en Europa, sigue apreciando la tranquilidad que le reporta estar en un contexto donde puede expresar libremente su orientación sexual sin miedo.

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Nota: Empieza a adoptarse el término LGTBQI para incluir a las personas queer e intergénero, aunque estas identidades aún no se encuentran entre los motivos reconocidos para demandar asilo.

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