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Homenaje a las víctimas del Tarajal en Camerún: “Nuestros hijos también tienen dignidad”

Homenaje a las víctimas de Tarajal en Camerún.

Gabriela Sánchez

Duala (Camerún) —

Vieron cómo la Guardia Civil cargó sus armas de pelotas de goma para “protegerse” de su llegada. Han observado cómo lanzaban material antidisturbios para mantener lejos a sus hijos y hermanos. Conocieron la noticia de su muerte, pero nunca de mano del Gobierno español, a pesar de guardar cinco de sus cuerpos en un cementerio ceutí. Pero hoy era su gran día. Era el momento de unir su grito, compartir su dolor y “caminar hacia la justicia”. De hacerlo desde Duala.

Empezaban nerviosas. Llegaba la hora y poca gente aparecía por la sala preparada para el homenaje a las víctimas del Tarajal, cedida por un centro de menores huérfanos de Duala. “Tengo mucha esperanza en que sea un antes y un después. Una demostración de fuerza de nuestra lucha. Tanto fuera, en España, como en Camerún: los familiares necesitan empujones para no desmoronarse, para darse cuenta de que vamos por buen camino”, dice Feric, hermano de Larios Fotio, mientras observa con cierta preocupación una mayoría de sillas vacías.

Pero la tranquilidad camerunesa ha hecho de las suyas: quien decía las dos de la tarde, podría decir las cuatro. Alrededor de 200 personas han acabado abarrotando la sala en la que durante cuatro horas han clamado contra la violencia en las fronteras, han compartido los avances y retrocesos del proceso judicial, han recordado las vidas que se secaron en el agua de la frontera de Ceuta hace tres años.

“Cuando alguien muere haciendo lo que quería, su alma permanece en todos nosotros”, afirma el imam que dirige el rezo musulmán, combinado con el cristiano marcado por un sacerdote. Las madres de las víctimas observan, algunas emocionadas cierran sus ojos y los recuerdan a ellos: Ibrahim Keita, Armand Debordo, Dauda Dakole, Jeannot Flame, Joseph Blaise, Larios Fotio, Nane Roger Chimi, Ousman Hassan, Oumar Ben, Samba Baye, Yves Bilong Martin y Youssouf.

Y llega el momento de escucharlas a ellas, a quienes sufrieron el dolor de perder a un hijo o hermano en una frontera. Al hermano de Nana Roger Chimi, que nada más pronunciar su nombre el llanto corta sus palabras y decide ocultarse entre el resto de familiares. “Es mi único hermano. Ahora estoy solo”, había dicho poco antes a eldiario.es, visiblemente abatido.

“Mi hijo se fue para buscar una vida mejor y murió asesinado por la Guardia Civil. Incluso para ver su tumba, me han denegado el visado”, añade el padre de Bikai Luc Firmin. El público se sorprende de que esto suceda en un país europeo. También habla el padre de Yves Bilong Martin. “Si Bilong está muerto, si murió en la playa del Tarajal, vaya manera de morir... Pero, si está muerto, queremos su cuerpo”.

Cada una de las familias toma el micrófono para lanzar su mensaje a las 200 personas que las observan y se indignan con sus palabras. Todas acaban con una misma petición: “Soy la mamá de Oussman Hassan, muerto en la playa del Tarajal. Queremos que se haga justicia”.

Desde otra sala situada a unos 6.000 kilómetros, 120 personas estallan en aplausos. La conexión en directo con el acto en memoria de las víctimas celebrado en el Congreso de los Diputados “ha levantado y emocionado a todos los asistentes”, ha dicho fuentes de la organización.

[El momento en el que las familias conectaron con Madrid]

El conocido rapero camerunés Tony Nobody ha sido el encargado de presentar el homenaje. “Aquí ahora vienen franceses, italianos, alemanes. Nosotros no disparamos pelotas de goma a los europeos que vienen a Camerún. ¿Por qué lo hacen los europeos?”, se pregunta el cantante mientras el público asiente con cierta rabia, que Nobody ha transformado en música.

Tampoco faltan las voces de jóvenes cameruneses que recorrieron el camino y se quedaron a las puertas de Europa. Para ellos piden que apaguemos las cámaras y que evitemos hacer fotografías: el regreso de quienes intentan migrar sin éxito se entiende como una “vergüenza” social, relatan. También están aquellos que lograron vivir durante varios años en ese “paraíso” construido y acaban de regresar, con la cabeza baja, tras una deportación forzosa.

Es el caso de D. Después de sobrevivir a las muertes de Tarajal y, según denuncia, haber recibido el impacto de una pelota de goma de la Guardia Civil, logró pisar España. De ahí, migró a Francia. Y hace tres meses fue deportado. “Estoy regular”.

Poco después de finalizar el homenaje, D. permanece un rato en la sala observando las fotografías de cada uno de los fallecidos. Conoce el nombre de cada uno y su historia: “Dormía con ellos en el monte. Eran mis compañeros”, añade. “Este homenaje es necesario para difundir lo que pasó y que poco a poco se haga justicia. Cada vez que me rapo el pelo, la cicatriz de mi cabeza me recuerda lo horrible que fue ese día”.

El hermano de Daouda admite sentirse raro mientras come un plato típico durante el cierre del acto. “Por una parte, estoy muy, muy triste. Pero, por otra, feliz. Estoy triste porque escuchar todo lo que hemos escuchado hoy, cómo trataron a mi hermano pequeño, cómo murió... Recordar esas circunstancias, me duele mucho. Pero, a su vez, estoy contento por toda esta gente que ha venido. Nos sentimos más fuertes. Ahora veo que damos pasos para el éxito”, describe.

Para una victoria, para ese “bozza” que no llegaron a cantar sus hijos y hermanos fallecidos en la frontera de Ceuta. Ellos ya empiezan a entonarlo, y suena muy fuerte en esta pequeña sala de Duala.

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