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Una mujer desafía al machismo en Irak sobre una bicicleta

Marina Jaber tuvo que enfrentarse a sus miedos y a las miradas de reprobación | Imagen: Ayman Al Amir

Maribel Hernández

Las chicas no montan en bici. En Irak no hay ninguna ley que lo prohíba pero es así. Todo el mundo lo sabe. También Marina Jaber, la joven artista de 25 años que ha roto esa norma. La historia comenzó hace un año como un proyecto para una instalación en un festival de arte en el que trató de responderse a la pregunta: “¿Y qué pasa si lo hago?”.

La respuesta fue descubrir que la bicicleta podía convertirse en un símbolo de libertad y emancipación, una herramienta para enfrentar a la sociedad con sus propias tradiciones y reclamar los derechos de las mujeres.

Marina Jaber siempre quiso tener una bicicleta roja, cuenta a eldiario.es desde su casa en Bagdad. Y hubo un momento en su vida en el que estuvo cerca de cumplir su sueño. Su primo tenía una, que solían compartir. Cuando, a consecuencia de la guerra, en 2004, parte de su familia se marchó del país, él le regaló la bicicleta pero su abuelo nunca se la dio. La vendió. Las chicas no montan en bici.

Marina tenía unos once años, como Wadja, la protagonista de La bicicleta verde, la película en la que Haifa Al Mansour retrató el peso de los prejuicios sobre este tema en la vecina Arabia Saudí.

Hace un año y medio pedaleó por fin sobre una bicicleta roja. Fue en Londres. “La familia de mi prometido vive en Reino Unido y fuimos a visitarles. Él sugirió que alquiláramos unas bicis. Eran todas rojas, parecían regalos de Navidad, muy bonitas”, recuerda.

—Pero yo no sé montar en bici –dudó.

—Me dijiste que solías hacerlo de pequeña.

—Sí, pero lo he olvidado.

—Hay ciertas cosas que nunca se olvidan, prueba.

Aquella experiencia la turbó, fue contradictoria. “Por un lado me sentí feliz, muy orgullosa de mí misma conduciendo una bicicleta pero al mismo tiempo no me gustó ese sentimiento. Era solo una bici, debería sentirme así con cosas importantes, no eso, y me preguntaba por qué no podía hacer lo mismo en mi país, por qué no está permitido. ¿Realmente es algo que no se acepta o es que simplemente hemos dejado de hacer estas cosas?”, se preguntaba.

“Sentí miedo, como si estuviera haciendo algo malo”

Jaber se graduó en Biotecnología y ha trabajado como nutricionista pero desde hace un tiempo se dedica a las artes. Fue en un seminario impartido por el artista alemán Fabian Knecht donde surgió la idea de recorrer las calles de Bagdad en bicicleta. Ese sería su proyecto, una instalación de fotografías y vídeo para mostrar el impacto social de la acción que se expuso en abril del año pasado en el Festival de Arte Independiente Tarkib.

El proyecto se pergeñó a escondidas de su familia. “Ni mi padre ni mis hermanos hubieran estado de acuerdo, tuve que mentirles. Ellos pensaban que yo me iba a trabajar y en realidad había dejado el trabajo para montar en bici”, cuenta.

Al principio recorrió las calles del centro, como Abu Nuwas, y de ahí fue hasta barrios más populares y conservadores donde la experiencia no fue tan positiva. Comentarios desagradables, miradas, empujones… “Sentí miedo, como si estuviera haciendo algo malo y empecé a cuestionarme qué estaba haciendo. Me decía a mí misma que no era necesario. El corazón me latía con fuerza”, recuerda.

Entonces se topó con un soldado que estaba cerrando la calle con unas vallas. Ahí reconoce que estuvo a punto de darse la vuelta, instalada en esa idea de que estaba haciendo algo malo, pero el hombre cogió la valla y le abrió el paso. “¡Sí! Eso es', me dije. 'Tengo que forzarme en esta sociedad, cómo voy a querer que las chicas se rebelen por sus derechos si yo no me atrevo a ir en bici”. Aprendió la lección.

“Tuve esa idea de cambio, que puedes hacer cosas nuevas, que una persona puede hacer cualquier cosa aunque esta no sea común. La gente tiene que acostumbrarse”, como el tendero que la miraba fijamente con gesto de desaprobación, una fotografía que se hizo viral en internet. “Después de un rato dejó de mirarme y siguió con su trabajo, yo toqué el timbre y ya no volvió a mirarme más”.

“Mis hermanos dejaron de hablarme”

Su familia no visitó esa primera exposición pero en octubre hubo una segunda muestra ampliada, con más fotografías en otros lugares. Algunas se compartieron en Instagram bajo el hashtag en árabe #Iamsociety. “Al día siguiente mis fotos estaban en todo internet”. El impacto en las redes sociales fue masivo. Marina recibió cientos de mensajes de apoyo pero también numerosas agresiones. “Mis hermanos se enteraron y dejaron de hablarme. Piensan que es como insultarles, como si los estuviera poniendo en riesgo”.

Lo que más le sorprende es la diferencia entre el mundo virtual y la vida real. “En las redes sociales todo es tan diferente. La gente real, en la calle, no tiene ningún problema pero en las redes hay tanta gente mezquina. Incluso amigos que se burlan de mí, que comparten fotos diciendo lo estúpida que soy. Eso me entristece, gente que no dice nada a la cara pero lo hacen en internet”, lamenta.

En la balanza han pesado más los apoyos. Otras chicas se han animado a usar la bicicleta, mucha gente le ha escrito expresándole su deseo de unirse a ella y, desde entonces, se organizan periódicamente paseos en bici por las calles de la ciudad. “La gente me dice que ahora Bagdad se ve mucho mejor, que les hago sentir en los setenta, cuando era habitual que las mujeres montaran en bici”.

“Bien hecho por comenzar una revolución”, le comentaban hace unos días en uno de sus perfiles en las redes sociales. Marina Jaber comparte ahí su día a día con la bicicleta, que se ha convertido en su medio de transporte. El pasado domingo, por ejemplo, subió una fotografía de su bicicleta, a la que ha bautizado como “the iron horse” (el caballo de hierro), en un aparcabicis que había instalado el dueño de una cafetería el día después de que ella le comentara que tenía problemas para dejar la bicicleta allí. Pequeños cambios cotidianos.

“Con la guerra estábamos ocupados en lo grande”

Esta experiencia ha hecho que la joven artista se plantee por qué “hay tantas cosas con las que las mujeres están de acuerdo”, por qué no es común ver a una chica haciendo deporte en público, corriendo por la calle, en las gradas de los estadios… “Pero esto no lo he hecho solo por las mujeres sino por todo lo que hemos dejado de hacer”, y admite que la guerra ha sido una de las principales razones.

“Con la guerra estábamos ocupados en lo grande, sobrevivir, tratar de mantenernos a salvo, con explosiones, con gente muriendo frente a nosotros, eso nos hizo olvidar las pequeñas cosas. Habrá quien piense que es estúpido, que no es relevante, pero son las pequeñas cosas lo que verdaderamente importa. En otros países es normal y por eso no se aprecia. Aquí en Irak sí lo apreciamos porque no es tan fácil”, destaca.

A Marina Jaber la llaman “la chica de la bici”. La popularidad también le ha abierto los ojos sobre otros problemas a los que se enfrentan las mujeres. “Empecé a recibir muchos mensajes de chicas diciéndome lo fuerte que era, y me contaban sus vidas, cómo habían sido maltratadas por sus padres, hermanos, maridos, diciéndome que necesitaban una solución, que no sabían qué hacer”.

A una de ellas la acogió en su propia casa, donde vive con su marido. “Me he dado cuenta de que tengo que hacer algo más grande. Estoy pensando en crear un refugio para mujeres maltratadas. En Bagdad necesitamos refugios seguros. Las mujeres en esta situación no pueden huir. Sé que me tomará tiempo pero voy a trabajar en ello, tengo que ofrecerles un lugar seguro”, promete con la misma certeza con la que hace un año se dijo: “Tengo que montar en bici”.

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