El apartheid del agua en Palestina
Ahmed Mawahra cultiva verduras y dátiles al norte del valle del río Jordán intentando sortear los problemas de acceso al agua. “Por la guerra de agua que Israel tiene contra nosotros hemos tenido que dejar de plantar la cosecha más común de la zona: bananas. Necesitan agua dulce y los israelíes no nos dejan coger agua dulce. El alto coste del agua nos obliga a dejar tierra sin plantar”. Ahmed habla del control ejercido por la Compañía israelí de Aguas sobre el suministro en el territorio palestino ocupado.
Según la organización B’tselem, el consumo de agua de los palestinos en Cisjordania es de 20-73 litros por persona al día, por debajo de los 100 litros/persona/día recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la dignidad humana. El consumo de los israelíes es de 183 litros por persona al día, así que el problema parece tener raíz en el reparto de agua de la única compañía proveedora, Mekorot la Compañía israelí de Aguas.
Los quinientos mil colonos israelíes que habitan en Cisjordania usan seis veces más agua que los 2, 6 millones de palestinos que viven ahí. Además, en el año 2013 la construcción de asentamientos (ilegales ante la ley internacional) ha aumentado un 123%
28 de julio de 2010, las Naciones Unidas establecen el Derecho al Agua como un derecho para todos los seres humanos, por encima de cualquier discriminación racial. Los palestinos comienzan a pensar que quizás sea el final de la apropiación de sus recursos hídricos, explotados ilegalmente por una entidad ocupante (Israel) que le niega el acceso libre a sus aguas desde 1967. Un colonialismo que, desvinculándose de la ley humanitaria internacional, se hizo soberano de las aguas palestinas, de sus acuíferos (los cisjordanos y el gazatí) y de la parte correspondiente a Palestina del caudal del río Jordán.
En 1982 las autoridades israelíes entregaban el control sobre las aguas del territorio palestino ocupado a Mekorot, la Compañía israelí de Aguas. Desde entonces, la Autoridad Palestina del Agua se ve forzada a comprar a Mekorot la mitad del agua para uso doméstico, cuando legalmente esta agua debería haber sido asignada a los palestinos en virtud de su participación en la ribera del sistema acuífero de Cisjordania.
“Mekorot reduce o corta temporalmente la poca agua que provee a los palestinos- explica Ghada Snunu de la organización palestina EWASH.- Además, cuando los palestinos tienen agua corriente, por lo general, está unida al sistema de agua de los asentamientos israelíes, aunque con menor volumen y tuberías de menor diámetro. Los colonos suelen desconectar el agua que fluye a las aldeas palestinas.”
Israel explota el 50% de las aguas del río Jordán, aunque según los acuerdos internacionales los palestinos deberían tener acceso al 9%. De la cantidad total de agua proveniente de los acuíferos palestinos, Israel se queda con un 80%, unos 565 millones m/ año. Los palestinos tienen solo acceso a 86, 5 millones m/año.
Las autoridades israelíes no permiten la construcción o el mantenimiento de infraestructuras hídricas a los palestinos en el 60% del territorio de Cisjordania. En las zonas que sí está permitido, el proceso para obtener permisos puede durar de 3 a 4 años y el palestino interesado necesita obtener la aprobación de: la Autoridad israelí de Antigüedades, la Administración Civil israelí, el ministerio de Agricultura israelí, la Autoridad israelí de Aguas y la Autoridad israelí de Electricidad. Es una empresa prácticamente imposible.
La rica y fértil zona del valle del río Jordán es quizá la zona más codiciada por Israel. En 1967 había en Jeftlek, en la parte norte del valle, donde cultiva verduras y dátiles Ahmed Mawahra, 134 pozos de agua que regaban 38 mil dónums de cultivos palestinos. Tras la ocupación, Israel confiscó 20 mil dónums que utilizó para construir asentamientos y campos militares. Hoy, el número de pozos permitidos por los israelíes es de 26. “Los israelíes ponen contadores sobre cada pozo para limitar la cantidad de agua. La cantidad impuesta o permitida para cada pozo es 25.000 m/ año. Los colonos, en cambio, pueden excavar tantos pozos como quieran, sin importar la profundidad, y sin permisos”, explica el agricultor.
El suministro de agua a las ciudades y aldeas palestinas no es continuo, sobre todo en verano, y los palestinos pueden quedarse sin agua durante semanas. Algo contradictorio con las escenas de israelíes disfrutando de sus piscinas o con las últimas tendencias del mercado israelí: la exportación de agua.
“Israel se acaba de convertir en una nación y una economía excedente de agua - comenta Clemens Messerschmid, hidrogeólogo alemán que lleva diecisiete años trabajando en los territorios ocupados.- Un país que ahora tiene interés en exportar agua. Esto es porque Israel ahora desaliniza 650 millones m/año y realiza un reutilizamiento combinado, de doble uso, y retorno de uso de agua usada y aguas residuales de 400 millones m/año. Las crueles restricciones impuestas a los palestinos portan la irracionalidad, la locura y el odio racista, no del todo explicable por intereses económicos.”
Gaza, un desastre humanitario para 2020
El mayor desastre humanitario de la Franja de Gaza ya tiene fecha, las Naciones Unidas lo anunciaron hace más de un año: Gaza en 2020 no será un lugar habitable. El duro bloqueo israelí y la falta de agua potable hacen de la vida en la Franja un infierno terrenal.
Los gazatíes tienen que gastarse, como media, una tercera parte de sus escasos ingresos para comprar agua potable. La mayoría de ellos elige el agua desalinizada por empresas privadas o por las municipalidades, repartida por camiones cisterna que la venden a 20 shekel/100 litros. Debido al bloqueo, las centrales desalinizadoras de la Franja están obsoletas o no funcionan a pleno rendimiento. Tampoco pueden entrar los materiales comprados con donaciones de otros países para construir nuevas centrales. Así, el agua embotellada israelí llena los estantes de tiendas. Su precio, desorbitado, tiene además la marca de la ocupación más barata de la historia.
Los israelíes extraen, según EWASH, un 66% del agua de la única fuente hídrica de la Franja: el acuífero costero. Un acuífero agotado por el sobrebombeo, la escasez de lluvias, el uso de químicos agrícolas, pero también por la construcción de presas israelíes que impiden la llegada del agua que debería realimentarlo. Todo esto ha hecho que el 95% del agua esté contaminada en la reserva subterránea gazatí.
“Mekorot no solo se aprovecha de los acuíferos palestinos en Cisjordania, también bombea el agua de la Franja de Gaza. Está explotando los recursos palestinos, lo que va en contra de la ley internacional que garantiza a los palestinos tener acceso a sus recursos naturales”, explica Mohsen Abu Ramadán, representante del BDS que acaba de lanzar una nueva campaña de boicot contra la compañía de aguas israelí.
Como todos los agricultores de la Franja, Tareq Assani, sabe muy bien qué significa regar con agua salada y enfrentarse a las vicisitudes de la situación actual. “Antes del bloqueo tenía olivos muy productivos, campos cultivados con verduras y hortalizas. Teníamos que comprar agua de Mekorot, era agua dulce. La de ahora es salada, viene del acuífero y la transportan de tanque a tanque hasta aquí. Cuando llevé una muestra de agua a la Cruz Roja me dijeron que es demasiado salada para los campos, pero no tenemos otra opción. Hace un mes y medio los israelíes bombardearon uno de los tanques principales y se cortó la irrigación a la zona.”
Para los expertos y defensores de los derechos humanos la solución para todos llegará cuando Israel cumpla fielmente con los tratados y las leyes internacionales. “La crisis del agua en Gaza puede resolverse si los palestinos obtienen una parte justa y equitativa de los recursos hídricos compartidos”, dice tajante Ghada Snunu de EWASH.
Las fértiles tierras del oasis de Gaza han dejado paso a la desolación. El agua salada destruye las canalizaciones de casas y campos agrícolas. En esta época del año el olor de los naranjos, ahora desaparecidos, impregnaba todos los rincones. Hoy, palestinos, árboles y plantas sufren una inaudita sed de justicia.