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Nacer blanco y ser negro: “Se te persigue, se te maltrata o se te mata”

Fotograma del documental Black Man White Skin. Febronia, una de las mujeres albinas entrevistadas.

Natalia Quiroga

Moszi empezaba una nueva hazaña. La anterior había comenzado semanas antes, al inicio de la huida de su país, Malí, que le llevaría a subirse a una patera en las costas de Marruecos y a emprender un viaje sin retorno hacia Europa. Aquel 29 de marzo de 2009 , Moszi había logrado llegar, junto a otros 60 inmigrantes subsaharianos, a las costas de Tenerife. Había sobrevivido. Terminada esa hazaña, comenzaba la siguiente: conseguir quedarse en Europa para no tener que regresar nunca a su país. Moszi tiene albinismo y en Malí su vida corría peligro: “Se te persigue, se te maltrata o se te mata”, lamenta el joven.

Meses más tarde, la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) publicaba en su web el final de la hazaña: Moszi había logrado el asilo. Era la primera vez que en España, y también en Europa, se concedía el estatus de refugiado a una persona con albinismo. El informe del Ministerio resaltaba la vulnerabilidad frente a la violencia y los ataques que su condición genética suponía en su país de origen. Le concedieron el asilo a pesar de que en Malí todavía no se había constatado el peligro de muerte para las personas albinas como sí ocurría en otros países del continente africano, como Tanzania y Burundi.

Más que una hazaña, la de Moszi fue una gesta personal por la supervivencia. Su relato se une al precioso mosaico de historias que conforman el documental Black Man White Skin, con el que el periodista José Manuel Colón, su director, ha querido retratar el albinismo en África. Con la cinta, Colón ha obviado centrase solo en el problema y se ha lanzado a la búsqueda de soluciones.

“Quería tratar el drama de los albinos desde otro punto de vista, no solo la persecución, que es terrible. También el problema del cáncer de piel, buscando puentes para la esperanza y la fe. Y pienso que eso es lo que logrado la película, establecer caminos que sirvan para creer en soluciones a pesar de los problemas. Un mensaje positivo a pesar de la dureza de las historias”, explica el director.

Colón comenzó a fraguar la historia del documental en 2006, después de investigar el caso de la matanza de una persona albina en Tanzania. Años después, tirando del hilo de aquella historia, empezó a conocer testimonios de superación, de solidaridad y de fuerza. Y descubrió a personajes como Shaun Ross, el primer modelo albino que triunfa en las pasarelas de todo el mundo y que, junto a personajes consagrados como el cantante maliense Salif Keita, está contribuyendo a romper prejuicios frente a una condición genética que no es más que eso, una condición genética. “Me dijeron: demuéstrale a la gente que puedes ser un ganador”, dice Ross en la película.

El documental encuentra también historias de determinación como la de la farmacéutica española Mafalda Soto, que después de llamar a muchas puertas, ha conseguido producir localmente desde Tanzania cremas protectoras para distribuirlas gratuitamente entre la población albina y lograr que el Gobierno tanzano las incluya en el sistema sanitario. O relatos de solidaridad como la de Carmen, que en el documental explica cómo en 24 horas se convirtió en la madre de acogida de Cristina, una niña albina de Mozambique que venía a España a operarse por el terrible cáncer de piel que sufría.

“Me explicaron que en realidad venía a morir dignamente”, puntualizaría Carmen. Cristina superó el cáncer y, gracias a un gran equipo de médicos que trabajaron con ella durante años, ha logrado llevar una vida normal.

Para su director, se trata de un proyecto que une arte y solidaridad. “Me encontré con muchas personas aquí tratando de mejorar la vida de los albinos en África y quise mostrar lo que para mí es un ejemplo auténtico de la marca España. Profesionales médicos, cooperantes, ciudadanos normales que destacan por su generosidad, por la solidaridad, ejemplos de todo un país”, cuenta.

Durante el rodaje, Colón acompañó en varias ocasiones al médico español Pedro Jaén y a su equipo de la unidad de Dermatología del hospital Ramón y Cajal de Madrid que cada año viajan a Tanzania para operar a personas con albinismo y para formar a médicos residentes locales.

Y en ese viaje, el espectador se encuentra con todos esos casos en los que la operación sirve para seguir adelante con la vida pero también con las muchas otras veces en las que ya no se puede hacer nada. “Una de las cosas que más impresionan es encontrar albinos con metástasis diseminadas que se hubieran evitado si los hubiésemos cogido a tiempo”, explica uno de los médicos en el documental.

Si en cualquier parte del mundo solo una de cada 20.000 personas nacen con albinismo, en Tanzania, las leyes de la genética hacen que el albinismo prevalezca en uno de cada 2.000 nacimientos. La falta de protección frente al sol y la incidencia del cáncer hacen que su esperanza de vida se sitúe en los 30 años y que apenas un 2% viva más allá de los 40.

Para combatir la otra injusticia –la del rechazo de la sociedad, la de los ataques violentos– el director entrevista a organizaciones que trabajan desde Tanzania para que sea el Gobierno y la comunidad internacional la que impulse los cambios. Con su labor de incidencia, la organización Under the Same Sun ha contribuido para que desde la ONU se hayan emitido en poco tiempo, y por primera vez en su historia, sendos comunicados denunciando la violencia contra las personas con albinismo en Tanzania.

Black Man White Skin se estrenó el 11 de junio en los Cines Doré de Madrid y recorrerá distintas salas y festivales nacionales e internacionales. La película ve la luz después de cinco largos años de rodaje. “Ha sido una producción dura y larga en el tiempo ante la falta de recursos económicos. Pero los recursos humanos han sido inmensos y me han permitido contar historias muy diferentes y con personajes anónimos y relevantes que han formado una coral que emociona y llega al corazón”, concluye el director.

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