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Perú, un país racista contra sí mismo: “Es una forma de 'blanquearse”

Una protesta contra un programa de televisión peruano llamado "La Paisana Jacinta" en el que un actor interpreta a una mujer andina y sus características son todas negativas./Pablo Pérez

Pablo Pérez Álvarez

Lima (Perú) —

Augusto Delgado es un otorrinolaringólogo peruano con una consulta en Lima que realiza entre 20 y 25 rinoplastias al mes. De ellas, asegura que unas tres cuartas partes son personas que quieren suavizar su nariz aguileña. El objetivo de estos es es muy claro: no recordar cada mañana los rasgos propios de su origen, los rasgos que provocan discriminaciones habituales.

“La ojiva prominente es un rasgo que viene del tiempo de los incas”, explica.La mayoría de sus clientes son ciudadanos de las provincias andinas del país que se suman a la creciente ola migratoria de las zonas rurales hacia la cada vez más poblada capital del país (situada en la costa y cuya población originaria tiene facciones menos indígenas) y que intentan “acercarse a los rasgos del capitalino”.

Y es que en el país de Machu Pichu, del imperio incaico y de Tupac Amaru, los rasgos andinos, y también los del medio centenar de etnias amazónicas, en vez de un motivo de orgullo son un estigma social.

Pese a la diversidad y la riqueza étnica y cultural de Perú, la piel oscura, el pelo lacio, los ojos rasgados o la baja estatura son causa de discriminación.

No sólo es la nariz incaica a la que muchos renuncian para tratar de identificarse con la minoritaria pero poderosa población peruana de apariencia occidental, que se concentra en la costa, y particularmente en la capital. Los padres de las familias que se han mudado a Lima renuncian a enseñarles su lengua a sus hijos y no falta quien omite cuando tiene ocasión un apellido indígena.

“El Perú es un país muy diverso pero que al mismo tiempo no ha logrado trabajar lo suficiente a favor de promover la diversidad cultural de manera positiva”, reconoce Rocío Muñoz, directora de la Dirección General de Interculturalidad del Ministerio de Cultura, un departamento recientemente creado por el gobierno en un primer paso para revertir esa situación.

“Eso lleva a que determinadas poblaciones viven unas situaciones de exclusión a razón del fenotipo, del color de la piel, de sus características culturales, de sus tradiciones, de la lengua…”, agrega Muñoz.

“Serrano” (como se denomina a los andinos) y “cholo” (el mestizo de sangre europea e indígena) son utilizadas como palabras despectivas. En las discotecas de moda de Lima es difícil ver personas de piel oscura o facciones indígenas. Los pocos que se atreven a intentar entrar son rechazados en la puerta.

En los centros de salud de los pueblos de los Andes, los locales reciben un trato despectivo por no entender bien el castellano y en las escuelas capitalinas los niños de padres provincianos suelen ser objeto de bullying.

Tarcila Rivera Cea, presidenta de Chirapaq, una asociación indígena, recuerda que cuando su familia se mudó de Ayacucho (en el sur andino del país) a Lima siendo ella una niña, sufría las burlas de sus compañeras de escuela por su larga cabellera negra, recogida en una trenza, como se estila en su región natal.

“Las niñas me agarraban del pelo y jugaban diciendo ‘arre caballo, arre caballo’. Yo no podía hacer nada, ni siquiera podía hablar bien el castellano”, cuenta.

“No entendemos aún por qué, pero Perú es uno de los países más racistas de la región. Muchos dicen que es porque hemos sido sede de colonia. Sin embargo, ¿cuántos años de Estado republicano tenemos (desde la independencia de España)? Pero las cosas no han cambiado”, lamenta Rivera Cea.

Temor a denunciar

La Dirección General de Interculturalidad lanzó hace un año una plataforma digital para que la gente denuncie por Internet o por teléfono casos de discriminación racial, pero a pesar de todas estas situaciones han recibido tan solo 86 reclamos, pues la gente parece ver como normales estas situaciones.

“Hay que trabajar mucho con la ciudadanía para que finalmente denuncie y no tenga miedo, y no se entre en este dilema de que esto es normal”, señala Muñoz.

Poco a poco, la sociedad peruana va tomando consciencia de su racismo y algunas actitudes comienzan a ser reprobadas, aunque siempre han existido.

Durante el verano austral que acaba de terminar fue noticia que en algunas playas cercanas a la capital y populares entre los limeños, los vecinos de las urbanizaciones estaban acotando algunas zonas con cuerdas y poniendo vigilantes para evitar que entraran los visitantes, particularmente aquellos de piel oscura.

“A mucha gente le veían la cara (de piel clara) y la dejaban pasar y a otros no”, afirma Wilfredo Ardito, del movimiento Ciudadanos Contra el Racismo, que se presentó en dos de esos lugares y denunció la situación, obligando a retirar las cuerdas, ya que la legislación peruana establece que no se puede restringir el acceso a las playas.

Lo más curioso es que aproximadamente el 95% de la población tiene alguna ascendencia indígena -es una estimación pues ni siquiera hay información estadística oficial sobre los pueblos indígenas.

No hace falta tener la piel blanca y una fisonomía “europea” para ser racista. Incluso aquellos que sufren discriminación racial se burlan de aquellos que tienen rasgos más indígenas que ellos.

“Como lo indígena es visto como lo negativo, lo pobre, todos lo rechazan… Ser racista es una forma de ascender socialmente, una forma de ‘blanquearse’”, apunta Ardito.

El activista denuncia que en las televisoras peruanas “todo el tiempo están machacando estereotipos racistas de belleza”. Por ejemplo, en la publicidad “la familia perfecta siempre es blanca, rubia. Los niños felices siempre son blancos y rubios. Los mismos presentadores son siempre blancos. El país en los medios de comunicación es tan blanco que no se parece a la sociedad”.

Por ello, el próximo objetivo de Ciudadanos Contra el Racismo es un programa de humor llamado ‘La paisana Jacinta’, en el que un actor interpreta a una mujer andina -paisana en Perú quiere decir campesina- que vive en Lima. Es el único personaje andino que aparece en televisión y representa a una mujer con traje tradicional, largas trenzas postizas y la cara ennegrecida con maquillaje , pero que es tonta, fea, sucia, desdentada y grosera, tiene una forma de caminar grotesca y no habla bien el castellano.

El movimiento ha recogido firmas para pedir la retirada del programa y se las ha entregado a la cadena que lo emite, Frecuencia Latina, pero ésta no parece muy dispuesta a cancelarlo, pues aunque indigna a muchos andinos que viven en Lima, tiene unos buenos índices de audiencia.

“Si yo soy racista con alguien es como que me estoy aclarando la piel. Por eso ‘La Paisana Jacinta’ le gusta a mucha gente que no es blanca, porque así, pese al desprecio que sufren, tienen a otro a quien despreciar”, explica Ardito.

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