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¿Sabes de dónde procede el azúcar de tus polvorones?

Imagen de archivo de una fábrica de mantecados.

Laura Villadiego

Durante estos días navideños, los excesos son normales. Y entre ellos, con turrones, polvorones y otros dulces de por medio, los excesos son a menudo azucarados. Sin embargo, aunque los turrones y polvorones puedan parecer los mismos que se han comido durante toda la vida, el azúcar que contienen ha cambiado sustancialmente durante los últimos años, o al menos el lugar del que procede.

El mercado del azúcar ha sido tradicionalmente uno de los más protegidos internacionalmente y la mayor parte de los países productores han aplicado durante décadas importantes barreras a la importación. La Unión Europea no fue menos y en 1968 aprobó su política azucarera, al amparo de la Política Agrícola Común (PAC), que establecía unos precios mínimos a los agricultores y unas cuotas de producción a la vez que limitaba las importaciones.

Bajo esta protección, se desarrolló en toda Europa, también en España, la industria remolachera, que satisfacía el 100% de la demanda interna y que, gracias a los subsidios, permitía además exportar a los precios más competitivos del mercado. Los países tropicales productores de caña de azúcar, muchos de ellos en vías de industrialización, denunciaron las políticas europeas y, en 2005, la Organización Mundial del Comercio (OMC) instó a la UE a liberalizar el sector.

Más importaciones desde países terceros

Europa se vio obligada así a iniciar en 2006 un proceso de eliminación progresiva de las cuotas y subsidios, que fueron definitivamente abandonados el pasado 1 de octubre. La reforma supuso una reducción de la producción en Europa y el viejo continente pasó de ser autosuficiente a tener que importar.

En España, donde las cuotas se redujeron proporcionalmente más que en los países del norte, la tendencia fue más evidente y las importaciones se incrementaron en un 40%, según datos del Ministerio de Agricultura. Aunque buena parte procedían de los países vecinos, España empezó a importar cada vez más azúcar de caña tanto cruda, para refinarla, como ya refinada.

Para satisfacer la demanda y, supuestamente, compensar los impactos negativos de su política hasta el momento, Europa impulsó el sistema preferencial 'Everything but Arms' (Todo menos armas) para las importaciones de azúcar. A través de este programa, los países más empobrecidos podían importar cualquier tipo de producto, salvo armas, a la UE sin estar sujetos a tasas, incluido el azúcar.

En los números de aduanas, la política fue un éxito y las importaciones de azúcar desde países con acuerdos preferenciales pasaron a acaparar el 64% del total. Sin embargo, lo que debía ser una política para impulsar el crecimiento económico de esos países ha tenido, sin embargo, efectos perversos en algunos de los lugares de origen del azúcar.

Desplazamiento y trabajo esclavo en Camboya

Camboya fue una de sus principales víctimas. En el país, el desarrollo de la industria azucarera ha supuesto el desplazamiento de miles de familias que han perdido sus tierras. “Iré a donde haga falta para conseguir que nos devuelvan la tierra”, decía convencido en 2013 Teng Kao, el líder de una de las comunidades expropiadas en Srae Ambel, al sur del país. Casi cinco años después, Teng Kao no ha conseguido nada y las plantaciones siguen en el mismo lugar, y, ellos, sin tierras. A pesar de la presión internacional, la UE no ha prohibido las importaciones de azúcar de Camboya.

Los aldeanos no solo perdieron sus tierras, sino que las condiciones laborales que les ofrecen en las plantaciones son muy cercanas a la esclavitud. Los trabajadores cobran así al peso de la caña que cortan y tienen que hacer largas jornadas para conseguir salarios que sobrepasen el umbral de la pobreza.

Sin embargo, las empresas generalmente no ofrecen el trabajo a los aldeanos que han perdido las tierras y los buscan generalmente entre familias pobres de otras provincias, según la ONG local de derechos humanos LICADHO. En algunos casos, las plantaciones se sirven también de trabajo infantil. Así en 2013, el diario local The Phnom Penh Post, documentó la presencia de niños cortando caña de azúcar durante nueve horas diarias en los cañaverales del sur de la capital.

“Es un traje a medida para las multinacionales”

El periodo de reducción de cuotas que se inició en 2006 debía servir, supuestamente, para mejorar la competitividad del sector en Europa y para que la remolacha fuera capaz de rivalizar con la, generalmente, más productiva caña de azúcar. Y así fue. Se cerraron las fábricas con menores rendimientos y el precio que se pagaba a los agricultores por la remolacha se redujo drásticamente, de 48 a 26 euros por tonelada. Pero para la mayoría no era suficiente para cubrir sus gastos, así que Europa aprobó subsidios para asegurarse de que los campesinos no dejaban de cultivar la remolacha.

La fuerte competitividad llevó además a un proceso creciente de concentración del sector por el que las grandes multinacionales han absorbido a las pequeñas, especialmente a aquellas que no se regían por sistemas cooperativos. En España, por ejemplo, la británica Associated British Foods (ABF), una de las mayores empresas del sector a nivel mundial, compró la tradicional Azucarera. “[La reforma] es un traje a medida para las grandes multinacionales”, asegura Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global, una ONG que lleva años estudiando las políticas sobre el azúcar en España.

Europa es optimista y ha previsto que la producción de azúcar en la UE se incremente un 6% entre 2016 y 2026, al mismo tiempo que se reducen las importaciones. Esto tendrá un impacto directo sobre esos países empobrecidos que son parte del acuerdo preferencial y en los que sí ha habido impactos positivos.

Así, según un estudio de LMC International y Overseas Development Institute, cinco países probablemente se verán obligados a abandonar el cultivo de caña: Barbados, Belice, Fiji, Guyana y Jamaica. Otros siete (Laos, Malawi, Mauricio, Mozambique, Swazilandia, Zambia y Zimbabwe) podrían sobrevivir, pero con una reducción sustancial de sus ingresos.

En números más concretos, el mismo estudio asegura que la liberalización del mercado del azúcar europeo supondrá arrojar a la pobreza a unas 200.000 personas que dependen de esta industria. Otros seis millones podrían verse en la misma situación si los precios internacionales del azúcar bajan demasiado, algo que el acuerdo preferencial evitaría.

Sin embargo, la propia industria azucarera europea no lo tendrá tan fácil. Aunque seguirá protegida por los altos aranceles que afectan fundamentalmente a los grandes productores y principales competidores, como Brasil y Tailandia, el éxito del sector dependerá de los volátiles precios internacionales del azúcar. Y la alternativa sería, de nuevo, el barato azúcar de caña producido en situaciones análogas a la esclavitud en los países más pobres.

La industria tendrá que hacer además frente a la creciente preocupación de la población por el impacto en la salud del azúcar y a la reducción de su consumo. Esta reducción, sin embargo, a menudo se queda en un intento, ya que tres cuartas partes del azúcar que se consume en Europa se hace de forma indirecta.

“Hay una gran cantidad de azúcar que está invisibilizada en productos procesados”, explica Javier Guzmán, quien asegura que se consume muy por encima de los 25 gramos diarios recomendados por la OMC. “La gente tiene que hacer la suma [aparte de los polvorones y otros dulce navideños] del azúcar que consume a través de estos alimentos”.

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