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Siria: arte y creatividad frente a la destrucción

Cuadro de la pintora damasquina Ola al-Ayoubi. Fuente: Syria Untold

Leila Nachawati

Tres años tras el inicio del levantamiento popular en Siria, la cobertura del país ha quedado prácticamente monopolizada por los aspectos militares y geopolíticos. La brutalidad del régimen, los intereses de las grandes potencias, la entrada de Al-Qaeda en un contexto de impunidad creciente, los avances militares y la destrucción de las ciudades eclipsan los esfuerzos de creación y reconstrucción asociados al movimiento de desobediencia civil sirio, que resiste a pesar de la militarización del conflicto. Un movimiento, impregnado de arte y creatividad, que nos acerca a las demandas y visiones de futuro de la sociedad siria.

Si en algo se pueden valorar los éxitos de los levantamientos en la región desde finales de 2010, es en la ruptura con un silencio de décadas. El estancamiento del arte, y la creatividad al servicio de dictaduras que censuraban cualquier forma de oposición a sus políticas, ha dado paso a un estallido creativo que se manifiesta en distintas formas de expresión ciudadana y que tiene su máximo exponente en Siria.

Desde la música popular entonada en las manifestaciones hasta los grafitis que llenan las paredes, pasando por las creaciones de artistas más o menos consagrados, el arte de la calle –o “el arte fuera de los salones,” como lo denomina el grupo de diseñadores gráficos sirios El Pueblo Sirio Sabe su Camino– permite seguir la evolución del conflicto a través de la narrativa ciudadana. Una evolución que tratamos de capturar en el portal Syria Untold, un archivo digital del movimiento civil sirio a través de sus manifestaciones creativas y artísticas.

“Hace falta libertad para crear”

“Hace falta libertad para crear”La mayoría de artistas entrevistados en Syria Untold coinciden en que existe un antes y un después del levantamiento en términos expresivos: “La revolución me cambió la perspectiva –afirma la pintora damascena Fadia Affash–. Ahora veo la fealdad humana de un modo en que no la veía antes, pero también sus luces y su verdadera esencia”.

“Me dejé los colores en Siria,” asegura el pintor sirio-palestino Anas Salamah, que emplea elementos domésticos como los posos del café en sus cuadros. Tras varios intentos de romper el asedio del régimen a su barrio natal, Yarmouk, Salamah abandonó el país. Desde entonces, sólo pinta en blanco y negro.

La pérdida y la destrucción que sufre el país tienen su reflejo en la producción artística. Ola al-Ayoubi, conocida por su uso de la granada como símbolo de la sangre y la muerte que se extienden por Siria, plasma en sus cuadros “el cinismo y el engaño al que estamos constantemente sometidos los sirios. También la inestabilidad y la volatilidad características de la situación en el país”.

“Hace falta libertad para poder crear. Para la innovación, para el progreso... Sin libertad no hay nada”, afirma el músico Malek Jandali, autor de una propuesta de un nuevo himno para Siria, frente al actual que ensalza el papel del ejército y la fuerza militar. “Las dictaduras, en general, temen al arte, a la música, porque son el poder blando que puede transformar las mentes”.

Autor de un álbum centrado en la nota musical más antigua del mundo, encontrada en Siria, Jandali ha sufrido el acoso de las autoridades, que saquearon la casa de su familia en Homs y golpearon brutalmente a sus padres como represalia.

La música ha sido blanco constante de los ataques y la represión, desde cantantes populares como Ibrahim Kashoush, asesinado por el régimen en julio de 2011, hasta grupos de música asociados tradicionalmente con contenidos subversivos, como la banda de heavy metal Anarchadia, y el grupo de hip-hop sirio-palestino Refugiados del Rap.

En palabras de estos últimos, en su álbum “La era del silencio”: “Es el fin de la era del silencio. ¿Cuánta injusticia puede provenir de un solo hombre? Levántate y habla alto y claro, desafía a tu miedo. No hay nada que temer. Es el fin de la era del silencio”.

Arte a partir de la destrucción

Arte a partir de la destrucciónAdemás de los artistas más o menos consagrados, proliferan desde el inicio del levantamiento en marzo de 2011 las expresiones artísticas y creativas que toman las calles en forma de canciones, dibujos, pancartas y grafitis.

Cuando un grupo de artistas sirios se propusieron crear el mayor grafiti de la historia de Siria, se encontraron con varios problemas. Por un lado, los botes de grafiti no se encuentran en las zonas controladas por el régimen, que ha prohibido su venta tras asociarlos con la creatividad revolucionaria. El principal obstáculo, sin embargo, fue la ausencia de paredes. Tras más de dos años de lucha armada, apenas quedan en el país paredes en pie y los grafiteros debieron conformarse con un muro de dimensiones menores de las previstas, en la ciudad de Yalda, a las afueras de Damasco.

El grafiti es una muestra de la creación a partir de la destrucción, al igual que lo es el trabajo del ceramista de Duma Abu Ali al-Bitar, conocido por utilizar restos de balas, bombas y cohetes para crear instrumentos musicales. “Es mi venganza contra quienes han destruido mi ciudad, y mi país. Creo a partir de los objetos que ellos utilizan para destruir”.

Lucha en distintos frentes

Lucha en distintos frentesAdemás de la represión de la expresión ciudadana desplegada por el régimen, los sirios se enfrentan ahora a otras amenazas: las de los grupos vinculados a Al-Qaeda que tratan de ocupar el vacío de poder en las zonas libres de control del régimen. Grupos extremistas como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) son conocidos por irrumpir en bodas y celebraciones para detener la música y los cantos, como parte de su campaña para imponer la bandera de Al-Qaeda frente a la riqueza y la diversidad religiosa, étnica y cultural característica del tejido social sirio.

La reacción popular frente a estas nuevas manifestaciones de tiranía ha sido tan contundente como frente a las del régimen. “ISIS, fuera de nuestro país. Asad e ISIS son las dos caras de una misma moneda”, ha sido el lema de las últimas protestas, un lema que se repite desde Raqqa, donde la activista Suad Nofal alza sus pancartas contra la dictadura de los Asad y la de Al-Qaeda, hasta Kafranbel, el pueblo convertido en símbolo del levantamiento contra las distintas formas de opresión, sea cual sea la bandera que enarbolen.

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