Los caminos al CIE
- Tras la aprobación del reglamento de los Centro de Internamiento para Extranjeros, publicamos una serie sobre ellos: lo que han sido, lo que son, y lo que podrían seguir siendo
Son varios los caminos que pueden llevar a una persona a verse internada en un CIE. De ellos, hay uno que ha suscitado una especial contestación social: las redadas a inmigrantes. Descubiertas durante el mandato de Alfredo Pérez Rubalcaba como ministro del Interior, en la última etapa de gobierno socialista, estas tenían un modus operandi muy definido. Los agentes de policía se situaban en zonas de tránsito habitual de extranjeros (bocas de metro de barrios con una importante población inmigrante o locutorios) y solicitaban la documentación a todo aquel que, por su perfil racial, pudiera ser un extranjero en situación irregular.
Sissoko, maliense de 33 años, encontró el inicio de su camino hacia el CIE de Aluche, en Madrid, a la salida de una estación con un nombre entre premonitorio e irónico: Las Suertes.
“Fue más o menos a las tres o tres y media de la tarde. Estaba saliendo de un curso de peluquería e iba de camino a otro de carpintería. Recuerdo que tenía hambre. Íbamos tres compañeros y me pidieron los papeles. Yo les dije que no tenía, que lo único que llevaba era el abono transportes. Me dijeron que lo sacara, se lo di y llamaron a la central. No sabía lo que pasaba, pero entonces me cogieron con fuerza. Les pedí que me explicaran lo que estaba pasando, porque no lo entendía. Ellos me dijeron que me callara, que tenía derecho a guardar silencio. Yo quería saber qué pasaba.
Pensaba que el agente se había confundido. Entonces, me empezaron a golpear. Mi compañero dio un par de gritos, pero no pudimos hacer nada, porque ellos eran dos policías pegándome con porras hasta que se me llevaron.“ La detención de Sissoko se produjo en 2011, ”cinco o seis años“ después de su llegada a España y tras haber recibido en cuatro ocasiones la negativa al solicitar el permiso de residencia.
“Esto se hacía por una razón puramente estadística. Cada seis meses, el ministro del Interior comparece en el Parlamento y explica los detenidos y la situación de la delincuencia en nuestro país.El problema es que en cada comparecencia quería presentar más detenidos que en la anterior. Y los inmigrantes irregulares, aunque no hayan cometido ningún delito, cuentan como detenidos para la estadística”.
Quien lo explica es José María Benito, portavoz del SUP, sindicato policial que, en su momento, se posicionó contra estas prácticas. De esa situación, pasar a un sistema de cupos de detención de inmigrantes por países de origen no suponía un gran salto. Era un paso casi lógico. “Se nos daban instrucciones -algún comisario incluso cometió la imprudencia de hacerlo por escrito- para detener a personas de determinado país. Decían, por ejemplo, «interesa la detención de argelinos», porque ellos calculaban que, con el tiempo que podían pasar los detenidos en el CIE, se podía preparar un vuelo a Argelia. Tan simple y tan retorcido como eso”, explica Benito.
El representante del SUP considera que estas prácticas “se han reducido drásticamente, hasta el punto de que yo me atrevería a decir que no existen”. Una opinión que no comparte Lluc Sánchez, abogado y miembro de la ONG SOS Racismo, para quien lo único que ha cambiado es “la forma de desarrollarlas”.
“Ahora han intentado invisibilizarlas, y lo que hemos detectado es que hay redadas dentro del metro, con policías vestidos de paisano, etcétera”, abunda. Coincide con Sánchez María Serrano, portavoz de Amnistía Internacional España, quien, recogiendo datos aportados por el propio Ministerio del Interior, destaca que “la población migrante, siendo proporcionalmente menor a la española, tiene mayores posibilidades de ser parada e identificada”, práctica que se acentúa en el caso de “magrebíes y subsaharianos”, como recuerda Serrano que puso de manifiesto el Instituto de Derechos Humanos de Valencia. Una tendencia, la de las identificaciones por perfil racial, que para la portavoz de AI es “institucional, estructural” y que resulta de la equiparación entre “criminalidad y migración”.
La llegada desde África: el CIE como bienvenida
La llegada desde África: el CIE como bienvenidaAntonio Díaz de Freijo, director de la Asociación Karibu, Amigos del pueblo africano, coincide con Sánchez y Serrano, aunque pone el acento sobre otra forma de detención que, de forma regular, nutre a los CIE con nuevos internos. Son “las personas que detienen en los cayucos, en las pateras o en los saltos de las vallas.
Nosotros vemos en las imágenes de televisión la acogida impresionante y humanitaria [«la fotografía de medicamentos y comida de la Cruz Roja», como la define en otro momento de la entrevista], pero eso dura los cinco minutos que sale por la televisión. De ahí pasan a los centros de detención y se producen los trámites para retornarlos a sus países.“
Para Díaz de Freijo, con los sistemas fronterizos instalados durante los últimos diez años “son muy pocos los que pueden huir del control policial, porque los sistemas modernos de alambradas que existen hacen un control más efectivo. Hoy, la gran mayoría son detenidos, en torno al 75%, y pasan a los centros de internamiento.”
De este modo, el CIE se convierte en el primer contacto con España para una parte significativa de sus nuevos habitantes, ya que la mayoría de los inmigrantes africanos, tras pasar por los centros, “se quedan, son muy pocos los que pueden retornar. La excepción son los de Senegal y Marruecos pero, a los demás, es muy difícil.”
La cárcel: una convivencia preocupante
La cárcel: una convivencia preocupanteUna tercera vía de entrada está en la cárcel. “Desde 2010, por una reforma del Código Penal, se está poniendo en los CIE a personas con antecedentes penales. Esto es una grave situación, porque sirve para criminalizar a todos, para criminalizar a la inmigración misma”, dice dice Karlos Castilla, abogado mexicano residente en Barcelona y colaborador de SOS Racisme Catalunya.
“Esto también genera que, dentro de los CIE, se generen más conflictos, más situaciones tensas. Los abogados que trabajan en derecho penal también deben poner mucha atención en esto. El CIE y los policías que están allí no tienen la preparación para atender casos que pueden ser de peligrosidad mínima, pero que no cumplen con las necesidades de rehabilitación y de reinserción”.
Esta es una de las situaciones que, supuestamente, tratará de corregir el nuevo reglamento aprobado este viernes. Aunque, atendiendo a su redacción, no parece muy ambicioso: “Se procurará” la separación de los internos con condena penal de aquellos que no han cometido delito alguno, explican desde Interior.
Antonio Díaz de Freijo -a quien también preocupa esta situación- habla, por su parte, de aquellos convictos que ya han cumplido su pena en prisión y que son puestos en libertad: “lo que se suele hacer con estas personas es que, tras abrir la puerta de la cárcel, viene un policía y les pide la documentación. No la tienen y pasan a los CIE, porque es la única forma que tienen de expulsarlos”.
Por último, José María Benito también reconoce a un grupo de internos que han podido cometer delitos “poco importantes, por los que se enfrenten a una pena máxima con un determinado límite. No estamos hablando de delincuentes peligrosos, sino de alguien que ha cometido un robo, que ha participado en una pelea u otras infracciones menores”, y que no llegan a ser juzgados ni, por lo tanto, condenados, a cambio de ser internados en el CIE y que se les inicie un proceso de expulsión.
Lluc Sánchez afirma que, buena parte de los que forman este último grupo han sido imputados “casualmente, por delitos de resistencia a la autoridad”. “En este sentido, hemos detectado que la Policía, ciertas veces, cuando hace una redada a ciudadanos extranjeros, denuncia con un poco de alegría por resistencia a las personas.”
A una situación similar se enfrentó Sissoko cuando fue dictaminado su internamiento en el CIE de Madrid. Frente a sus acusaciones de malos tratos durante la detención, los agentes denunciaron que Sissoko había lanzado piedras contra ellos con anterioridad.
“Por favor, ¿cómo va a hacer eso un 'sin papeles'? Los inmigrantes que estamos aquí no tenemos cojones para lanzar una piedra. […] El juez dijo: «yo no estuve allí. Tú has dado tu palabra y la policía la suya». Claro, porque me pegaron. Ellos tenían que decir algo para defenderse. Sabían que la habían cagado y me querían joder vivo. […] ¿Qué se creen, que soy un recién llegado a España? ¿Que en mi país no hay policía? ¿Que en mi país no hay ley?”
Ante este cruce de acusaciones, el juez dio la opción a Sissoko de entrar en el CIE de Madrid, permanecer allí “sesenta días y, si tenía suerte, me quedaba aquí y, si no, me iba a mí país. Yo le dije que encantado, porque no soy ningún delincuente, ni en mi país, ni mucho menos en el tiempo que llevo aquí. Nunca me ha parado la policía, ninguna vez, y llevaba más de seis años. Nunca me habían detenido en mi vida. Y encima, a mí, por gilipollas, me maltratan y luego me denuncian”.
En el camino: desorientación
En el camino: desorientaciónYa en el camino hacia el CIE, buena parte de los inmigrantes coinciden en su desconocimiento de la situación jurídica en la que se encuentran. El contacto con sus abogados, mayoritariamente de oficio, puede llegar a limitarse a la comparecencia de internamiento en el juzgado y se producen “casos en los que los internos no tienen ni el teléfono, ni el nombre” de sus representantes legales, como reconoce Lluc Sánchez.
También Amnistía Internacional, según traslada María Serrano, ha detectado “numerosas insuficiencias en la asistencia letrada a la población inmigrante”, una situación que se agrava “porque la detención e internamiento de una persona son ordenados en el lugar donde geográficamente se encuentra, pero Centros de Internamiento solo hay en algunas partes de España y se produce un traslado. Con lo cual, el abogado [al que el interno] que conoce del juzgado puede no ser el mismo que el que asiste dentro del CIE”.
Así, los inmigrantes en procesos de expulsión no conocen, en muchas ocasiones, el escenario legal al que se enfrentan, ni su capacidad de recurrir por cuestiones como el arraigo, la solicitud de asilo o por ser víctimas de trata. Ya es tarde. Llegados a este punto, las puertas se cierran y el internamiento se vuelve inevitable. Es el final del camino hacia el CIE y, por delante, sesenta días de encierro que suelen estar marcados por la incertidumbre y el miedo esperan al nuevo interno.