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Más de un millar de refugiados conviven en un campamento a tres kilómetros de la Comisión Europea

Campo de refugiados en el centro de Bruselas. Imagen cedida a eldiario.es

Desalambre

En un céntrico parque en la parte financiera de Bruselas, un improvisado campo de refugiados da cobijo a más de un millar de personas que han llegado a la capital belga las últimas semanas y a las que desde las instituciones no se le ha facilitado un lugar en el que estar. El campamento, que se ha situado en frente del Ministerio donde los refugiados deben demandar asilo, está a apenas tres kilómetros de la Comisión Europea donde el martes, 22 de septiembre, los 28 se reúnen para seguir debatiendo sobre el reparto de refugiados después de que fracasara la última reunión con los países miembros de la UE. 

Voluntarios y los propios refugiados han hecho un enorme esfuerzo para convertir en tan solo dos semanas un parque urbano en un lugar con servicios básicos: una cocina que trabaja las 24 horas, baños, un hospital provisional y una escuela para los niños. La respuesta institucional está siendo lenta. El ayuntamiento se ha limitado a ofrecer puntos de agua en el campamento y la organización y la ayuda la han asumido la Asociación Sin Papeles y un movimiento ciudadano 'Welcome Refugees'. 

“Donde no llegan las instituciones está llegando la gente, que es el primer cordón humanitario”, ha afirmado el eurodiputado Miguel Urbán a eldiario.es tras haber visitado las improvisadas instalaciones. La presión de estos dos colectivos al Gobierno de la ciudad ha logrado que a unos 500 refugiados se les haya dado una residencia provisional en un edificio, pero todavía quedan más de un millar de personas entre los que han niños, que han demandado asilo en el campamento a la espera de que su situación mejore, según ha explicado Urbán. 

Tiendas de campaña de diferentes tamaños y colores se levantan en hileras desordenadas que ocupan casi todo el parque. En el suelo, mojado por las intermitentes lluvias que ya comienzan a anunciar el otoño belga, hay palés de madera que hacen las veces de puente para sortear los enormes charcos que se forman. El problema empieza a ser el frío que empieza a apretar e irá en aumento. 

La red de voluntarios ha contribuido a que se cree una comunidad en la que los refugiados procedentes de Afganistán, Irak y Siria reciben asistencia jurídica, formación en idiomas y provisiones básicas como comida y cobijo para ir tirando. También profesores voluntarios imparten clases en una escuela improvisada para atendeer a los más pequeños, en la niños locales también asisten para ayudar a los recién llegados, al fondo del parque. Se trata de una tienda llena de color, de libros infantiles y de dibujos.

El eurodiputado de Podemos ha podido conversar en el parque con algunos refugiados. “Hemos hablado con un padre sirio que nos ha explicado, con lágrimas en los ojos, cómo en la frontera húngara la policía forzó a sus hijas para y para obligarlas a tomarles las huellas”, ha relatado Urbán, quien ha celebrado que “centenares de ciudadanos estén dado su apoyo a los migrantes demostrando una solidaridad que contrasta con la ausencia total de respuesta de las autoridades públicas”.

Así está sucediendo en otras ciudades europeas donde la lentitud de las instituciones contrasta con la pronta puesta en marcha de los ciudadanos para ayudar dentro de sus posibilidades a los que llegan buscando esperanza tras dejar atrás el horror y la barbarie de las guerras. 

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