- El genocidio significó un punto de inflexión para la ayuda humanitaria en general, el fin de la inocencia para Médicos Sin Fronteras y la constatación de que la ayuda humanitaria podía ser fácilmente manipulada.
Esta semana se recuerda el inicio de uno de los más crueles episodios del pasado siglo XX: el genocidio de Ruanda donde, en 100 días de 1994 (entre el 7 de abril y el 1 de julio) más de 800.000 personas fueron asesinadas.
El genocidio significó un punto de inflexión para la ayuda humanitaria en general, el fin de la inocencia para Médicos Sin Fronteras y la constatación de que la ayuda humanitaria podía ser fácilmente manipulada.
Miles de personas trataron de refugiarse, sin éxito, en las iglesias a las que iban a rezar cada domingo. Sólo en el templo de Ntarama 5.000 personas fueron aniquiladas.
El memorial del genocidio de Ntarama se encuentra a unos 30 kilómetros al sur de la ciudad de Kigali. Esta iglesia y sus pertenencias son un recordatorio de la violencia horrible que tuvo lugar el 11 de abril de 1994. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
El memorial del genocidio de Ntarama se encuentra a unos 30 kilómetros al sur de la ciudad de Kigali. Esta iglesia y sus pertenencias son un recordatorio de la violencia horrible que tuvo lugar el 11 de abril de 1994. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
La mañana del lunes 11 de abril, la milicia Interahamwe - radicales hutus, que llevaron a cabo casi todas las matanzas - atacaron pueblos y aldeas de la zona de Bugueseda con palos y machetes. Un poco más tarde, los habitantes escucharon una gran cantidad de disparos. Los soldados habían llegado a la ciudad. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
La mañana del lunes 11 de abril, la milicia Interahamwe - radicales hutus, que llevaron a cabo casi todas las matanzas - atacaron pueblos y aldeas de la zona de Bugueseda con palos y machetes. Un poco más tarde, los habitantes escucharon una gran cantidad de disparos. Los soldados habían llegado a la ciudad. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Aquel 11 de abril la gente tenía pánico. Algunas personas corrieron hacia el ayuntamiento, con la esperanza de algún tipo de protección de las autoridades locales de la región de Bugueseda. Algunos fueron a esconderse a las tierras donde cultivaban o al bosque, donde tendrían la protección de la maleza. Otros optaron por refugiarse en la iglesia. Solo sobrevivieron los que pudieron llegar a los pantanos. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Aquel 11 de abril la gente tenía pánico. Algunas personas corrieron hacia el ayuntamiento, con la esperanza de algún tipo de protección de las autoridades locales de la región de Bugueseda. Algunos fueron a esconderse a las tierras donde cultivaban o al bosque, donde tendrían la protección de la maleza. Otros optaron por refugiarse en la iglesia. Solo sobrevivieron los que pudieron llegar a los pantanos. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Cuando la violencia estalló en abril de 1994, muchos tutsis se refugiaron con sus familias en las iglesias a las que iban a rezar cada domingo. Sin embargo, esta vez la iglesia no los salvó de ser sacrificados. Las casi 5.000 personas que huyeron a Ntarama fueron asesinadas. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Cuando la violencia estalló en abril de 1994, muchos tutsis se refugiaron con sus familias en las iglesias a las que iban a rezar cada domingo. Sin embargo, esta vez la iglesia no los salvó de ser sacrificados. Las casi 5.000 personas que huyeron a Ntarama fueron asesinadas. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Antes de 1994, cuando la violencia contra los tutsis en Ruanda entraba en su momento álgido, estos buscaron refugio en cualquier iglesia: eran lugares más seguros. Durante el genocidio se rompió esa máxima: las iglesias de Kabagayi, Mubuge, Nyarubuye se convirtieron en epicentros del terror. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Antes de 1994, cuando la violencia contra los tutsis en Ruanda entraba en su momento álgido, estos buscaron refugio en cualquier iglesia: eran lugares más seguros. Durante el genocidio se rompió esa máxima: las iglesias de Kabagayi, Mubuge, Nyarubuye se convirtieron en epicentros del terror. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
A los pocos días de iniciarse el genocidio muchos habitantes de la región se reunieron en Nyamata y buscaron protección en la iglesia católica local. El recinto de la iglesia, atendido por sacerdotes y monjas, era un refugio para las masas aterrorizadas que acudieron al lugar, con la esperanza de escapar de la muerte. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
A los pocos días de iniciarse el genocidio muchos habitantes de la región se reunieron en Nyamata y buscaron protección en la iglesia católica local. El recinto de la iglesia, atendido por sacerdotes y monjas, era un refugio para las masas aterrorizadas que acudieron al lugar, con la esperanza de escapar de la muerte. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Según testimonios de los supervivientes y de posteriores investigaciones, el 10 de abril murieron unos 10.000 civiles en la iglesia de Nyamata. A medida que los asesinos se acercaban a la zona, miles de personas decidieron refugiarse en la iglesia y cerraron las puertas de hierro. Los miembros de la milicia Interahamwe, y las fuerzas gubernamentales ruandesas les obligaron a abrir y entraron en la iglesia con fusiles, granadas y machetes. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Según testimonios de los supervivientes y de posteriores investigaciones, el 10 de abril murieron unos 10.000 civiles en la iglesia de Nyamata. A medida que los asesinos se acercaban a la zona, miles de personas decidieron refugiarse en la iglesia y cerraron las puertas de hierro. Los miembros de la milicia Interahamwe, y las fuerzas gubernamentales ruandesas les obligaron a abrir y entraron en la iglesia con fusiles, granadas y machetes. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Las víctimas se habían encerrado en el interior del templo para evitar que las milicias y los soldados entrasen. En respuesta, los Interahamwe utilizaron martillos para romper la pared y abrir unos agujeros, a través de los cuales lanzaron granadas al interior, causando muchas muertes e hiriendo al resto. Los asesinos finalmente irrumpieron en la iglesia matando a los supervivientes. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Las víctimas se habían encerrado en el interior del templo para evitar que las milicias y los soldados entrasen. En respuesta, los Interahamwe utilizaron martillos para romper la pared y abrir unos agujeros, a través de los cuales lanzaron granadas al interior, causando muchas muertes e hiriendo al resto. Los asesinos finalmente irrumpieron en la iglesia matando a los supervivientes. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF
Se masacró a las personas que se escondían en el interior de la iglesia y cuando terminaron fueron a matar a todos los que se encontraban en los alrededores. Los restos fueron retirados desde el interior del templo y se colocaron en dos fosas comunes ubicadas detrás del tempo. La ropa de las víctimas y el olor del recuerdo aún permanecen en Nyamata. Fotografía: Juan Carlos Tomasi /MSF