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La población de Gaza sufre una nueva guerra: la de la electricidad

Gaza tendrá tres horas de electricidad cada doce horas por falta de gasolina

Ana Garralda

Jerusalén —

La única central eléctrica que hay en la Franja de Gaza lleva ya un mes sin operar. Ubicada en el campo de refugiados de Nuseirat, el pasado 16 de abril apagó todos sus sistemas ante la imposibilidad de pagar el combustible que la hace funcionar. El Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) había decidido suspender el subsidio que llevaba años proporcionando al Gobierno de Gaza, controlado por Hamás, para el pago del carburante. 

El parón se tradujo en una reducción del suministro de luz hasta las seis horas al día, seguidas de otras 12 de apagón, en las que familias y trabajadores gazatíes de empresas, hospitales o instituciones públicas tienen que recurrir al uso de generadores externos de gasoil que se encienden cuando se interrumpe el suministro.

De los 210 megavatios de potencia de los que disponían a diario en Gaza mientras funcionaba la central eléctrica, los gazatíes ahora ya solo iban a contar con cerca de 60 Mw. Para suplir sus necesidades reales, son necesarios entre 450 y 500 megavatios.

Días después, tuvieron lugar nuevos cortes de electricidad. El 27 de abril el Gobierno de Ramala dio un nuevo golpe sobre la mesa en el enfrentamiento abierto que mantiene con el Gobierno de Hamás cuando anunció que dejaría de pagar a Israel la electricidad que suministra a Gaza (125 Mw a través de una docena de estaciones de suministro que conectan su territorio con el enclave costero).

Por el momento, el coordinador de Actividades en los Territorios (COGAT) israelí ha optado por no cortar la electricidad con objeto de prevenir una explosión ciudadana en Gaza, algo que hoy se ve más cerca que hace un año.

“Siempre estoy preocupada porque a veces esperamos que llegue la electricidad por la noche y en ocasiones nunca llega”, lamenta Wisam Abdala, palestina y ama de casa. “Tengo problemas para dormir, siempre estoy pendiente. Con niños pequeños en casa tienes que lavar a menudo y es todo un problema”, añade Wisam desde Gaza.

“El suministro es totalmente entrecortado”, denuncia Shadi Abdel Rahmán, el marido de Wisam, que trabaja para una productora de televisión. “Tenemos luz durante unas cuatro horas, luego se va durante las 12 siguientes, vuelve una hora más y, entre medias, se corta durante 10 o 15 minutos”. La inestabilidad del servicio se suma a los turnos por barrios, establecidos para poder abastecer a los distintos distritos.

“Cada día tenemos luz a horas distintas”, prosigue Shadi. “A nosotros a veces nos toca por la noche y mi mujer se tiene que levantar a veces a las tres de la mañana para poner lavadoras, sobre todo por los niños”.

Abdel Rahman, que antes de que Hamás se hiciera con el poder hace casi diez años era agente de la policía naval de la ANP, explica que su situación no es comparable a la de la mayoría de la población de Gaza. Es un privilegiado. “Nosotros podemos permitirnos tener un generador pequeño en casa y conectarlo unas horas, pero muchos de nuestros vecinos no pueden pagar la factura del generador que hay en el edificio porque sale muy caro, así que ahí está parado en el garaje”, añade.

Shadi explica que un generador pequeño consume aproximadamente un litro de gasolina –que cuesta 6 shéquels (1,50 euros) cada hora, una cantidad que muchas familias gazatíes no pueden pagar.

La crisis energética es ya de tal magnitud que el coordinador especial de la ONU para el proceso de paz, Nicolai Mladenov, ha decidido involucrarse personalmente para resolverla, consciente de que si la comunidad internacional no interviene se crearían las condiciones perfectas para una cuarta guerra de Gaza este próximo verano, que según el ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, sería la “última y definitiva”.

El 65% de los residentes de Gaza vive bajo el umbral de la pobreza, el 72% carece de seguridad alimentaria y el 80% depende de la ayuda internacional, según un informe recientemente publicado por la Red Euromediterránea de Derechos Humanos. La tasa de desempleo alcanzó el 43% en el último cuarto de 2016. 

Repercusiones en la sanidad pública

La falta de electricidad está afectando gravemente a los servicios esenciales en Gaza. Entre otros, está repercutiendo sobre la gestión del agua, tanto de la potable como de las aguas residuales. El déficit energético hace que las depuradoras no pueden funcionar y se estén vertiendo unos 100.000 metros cúbicos de aguas fecales directamente al mar todos los días.

El servicio que más está sufriendo es la sanidad pública. El déficit eléctrico ha llevado a la reducción progresiva de la capacidad de los hospitales y clínicas.

“Hemos cancelado aquellos servicios hospitalarios no imprescindibles, pospuesto las operaciones quirúrgicas no esenciales y estamos devolviendo a sus casas a los pacientes inmediatamente después de ser intervenidos”, explica Abú Yafar, directivo del Hospital Al Shifa. “También hemos reducido los servicios de limpieza y esterilización de las instalaciones, lo que incrementa la probabilidad de infección y contagio”, añade.

Otros de los daños en el ámbito sanitario está siendo la degradación de los equipos médicos, debido a las grandes fluctuaciones en el flujo eléctrico y a la ausencia de sistemas UPS que permiten maximizar su vida útil. “Este mismo problema es extensible a la conservación de nuestras reservas de sangre, vacunas y medicamentos, que terminarán en la basura si dejan de estar suficientemente refrigerados”, previene Abú Yafar.

Un rifirrafe político que paga la población 

Mientras la situación de la población civil se deteriora, continúa el rifirrafe político entre los gobiernos de la ANP y el de Hamás, dirigidos por las dos principales facciones palestinas, Fatah y Hamás. “Nosotros pagamos 40 millones de shéquels (10 millones de euros) todos los meses para sufragar la factura eléctrica de Gaza, mientras que el gobierno de facto de Hamás cobra por la provisión del servicio y se queda con todo lo que recauda”, asegura el director general de la Agencia Nacional de la Energía palestina, Zaher Melhem.

Según este dirigente de Ramala, el dinero que recauda Hamás de los consumidores podría llegar a cubrir un 30% o 40% de la factura total. “Dado que también hemos instalado la red, lo que tendría que hacer Hamás es dejar que nos hagamos cargo de la provisión de este servicio y de todos los demás servicios esenciales”, reclama para la ANP.

Por su parte, desde la milicia islamista ven en los últimos movimientos de la ANP el intento de su presidente, Mahmud Abás, de sobrecargar financieramente al grupo islamista de cara a retomar el control de sectores clave en Gaza como el energético o la seguridad fronteriza. 

“El principal motivo de esta crisis eléctrica sigue siendo la ocupación y el bloqueo al que la Franja de Gaza está sometida por Israel desde 2007, que impide la entrada de ciertos materiales y piezas de repuesto que necesitamos para arreglar la central de Nuseirat y hacer el mantenimiento de la red general”, insiste Zaher Melhem.

Hay un segundo motivo: la división política y administrativa entre Cisjordania –en la que gobierna la ANP– y la Franja de Gaza –gobernada por Hamás–, argumenta.

“Tenemos que evitar caer en ese juego inútil de las acusaciones recíprocas y entre todos solucionar el problema del suministro eléctrico para Gaza”, continúa el responsable de la Agencia Nacional de Energía.

Este funcionario asegura tener un plan de acción para paliar el problema que combinaría la transformación de la central de Nuseirat desde los combustibles fósiles al gas natural, la expansión de las conexiones de alta tensión con la red israelí y un incremento en la compra de electricidad a Egipto, país que hoy aporta 25 Mw diarios.

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