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“Están dispuestos a arriesgar sus vidas porque lo que dejan atrás es espeluznante”

Los chalecos salvavidas se encuentran en el suelo junto a los barcos que se quedan en el puerto de Pozzallo, en Sicilia. // Fotografía: Luca Visone / MSF

Chiara Montaldo

Coordinadora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sicilia donde proporciona atención médica y psicológica a los migrantes, solicitantes de asilo y refugiados rescatados en el Mediterráneo —

Me encuentro en Pozzallo, una pequeña ciudad turística en la costa sur de Sicilia, a unos cien kilómetros de Catania. En la última semana, más de 700 migrantes, refugiados y solicitantes de asilo han llegado aquí: 373 arribaron el martes, 300 el viernes, 100 el domingo... El equipo está agotado después de trabajar día y noche. El centro de recepción de Pozzallo fue concebido para solo 180 personas. Algunos llegaron tras cruzar el mar en lanchas neumáticas, otros fueron rescatados de precarios barcos de madera pero ninguno de ellos viajaba en buques con las condiciones mínimas para emprender esta travesía.

El barco que llegó el domingo por la noche había partido de Turquía y en él viajaban jóvenes procedentes de Siria, los Territorios Palestinos Ocupados y Egipto. Se trataba de uno de los mejores barcos que ha llegado hasta aquí y las personas que viajaban en él se encontraban en mejores condiciones de salud que la mayoría de quienes llegan hasta Sicilia. Generalmente, los refugiados sirios viajan en mejores embarcaciones barcos dado que pueden pagar más por el trayecto.

Pero el barco que llegó dos días después procedía de Libia y la mayor parte de las personas que transportaba procedían de países africanos: Nigeria, Gambia, Mali, Eritrea y Somalia. Entre ellas había muchas familias con niños pequeños.

Es habitual que los migrantes procedentes de África presenten, a su llegada, úlceras y quemaduras provocadas por el combustible que inunda las embarcaciones. También padecen enfermedades cutáneas e infecciones de la piel como sarna, producto de las terribles condiciones de los centros de detención en Libia donde han sido recluidos hasta seis y ocho meses. Otros muestran heridas provocadas por torturas o por hacer sido víctimas de la violencia. Dos de las personas que llegaron en este barco presentaban heridas de bala. Según nos relataron, Libia vive en la anarquía y se corre el riesgo de recibir un disparo por el simple hecho de transitar por la calle.

Los problemas sanitarios que muestran cuando les atendemos están relacionadas no solo con el viaje a través del Mediterráneo sino también con lo que han soportado hasta embarcarse: centros de detención, extenuante ruta a través del Sáhara y su situación en los propios países de los que proceden.

A veces, los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo viajan que denominamos 'barco mixto', se trata de una embarcación con dos cubiertas en la que los sirios se ubican en la zona superior y los africanos se albergan en la bodega. Nos explican que si los navíos de rescate ven que los migrantes son blancos es más probable que sean rescatados.

Cuando se suben a una de estas embarcaciones, saben que habrá quién muera y quién sobreviva. La mayoría son muy claros acerca de los riesgos que están asumiendo, pero están dispuestos a hacerlo porque lo que están dejando atrás es espeluznante.

La navegación desde Libia lleva entre tres y cuatro días. Cuando llegan están hambrientos. Suelen llevar agua para el viaje pero raramente cuentan con comida. Aun así, muchos están deshidratados y, desde luego, totalmente exhaustos. Muchos padecen dolores en las articulaciones provocados por el hacinamiento del viaje junto a cientos de personas en un espacio muy reducido.

Los supervivientes de naufragios siempre llegan en peor estado, tanto psicológica como físicamente. Por lo general, han tragado mucha agua salada y sufren enfermedades respiratorias. También es frecuente que padezcan trauma psicológico por el hecho de haber estado en el mar y haber visto morir a sus compañeros.

Hasta 2014, la mayoría de quienes emprendían esta peligrosa travesía en el Mediterráneo central eran hombres jóvenes. Pero durante año pasado y lo que llevamos de 2015, estamos viendo a personas de todas las edades. Llegan familias enteras, con abuelos y niños pequeños. La semana pasada atendimos a dos bebés, de apenas tenía cuatro y ocho días, que habían nacido en Libia antes de que partiera la embarcación. Los ancianos padecen diferentes problemas médicos como diabetes e hipertensión. También estamos atendiendo a un número cada vez mayor de menores no acompañados; por lo general son adolescentes, mayores de 13 años, que emprenden el viaje solos, sin sus padres.

Los ciudadanos sirios portan consigo algunas posesiones pero los que proceden de África han tenido que superar un viaje tan largo hasta llegar aquí que no traen nada, a veces ni siquiera unos zapatos.

Cuando desembarcan en el puerto, el equipo de MSF espera en el muelle, donde también se despliega policía y funcionarios, para darles la bienvenida. Muchos migrantes han sufrido tortura y violencia a manos de militares uniformados y el hecho de ver personal con uniforme en el embarcadero puede resultarles aterrador. Por eso es tan importante recibirles tan pronto sean desembarcados y que nos vean ya en el propio dique.

MSF es una presencia afable y, a menudo, familiar para muchos de ellos. Un hombre que venía de los Territorios Palestinos Ocupados reconoció nuestro logo, lo había visto cuando fue atendido en nuestra clínica en Gaza. Una mujer procedente de Egipto había trabajado para nosotros en El Cairo como traductora.

El atraque es un momento dramático, pero también puede ser positivo. Están cansados y hambrientos, pero al menos están vivos. Muchos de ellos cuentan lo felices que se sienten por haber llegado hasta aquí.

Después de desembarcar, los migrantes pasan por la zona de triaje donde se clasifica y selecciona a los pacientes. Normalmente, nosotros somos las primeras personas con las que hablan en Sicilia y a menudo preguntan “¿Dónde estamos?, ¿Qué pasará con nosotros ahora?”.

Por nuestra parte, le preguntamos de dónde son y cómo ha sido el viaje y sus respuestas pueden ser estremecedoras. Una mujer nigeriana de 19 años que presentaba quemaduras por agentes químicos nos contó cómo la bodega en la que viajaba se anegó de combustible y agua salada y el líquido le produjo esas abrasiones. Dos personas ingirieron la mezcla por error y fallecieron, la joven no sabía que había sucedido con sus cuerpos

Me preocupó lo joven que era y lo que podía pasarle en el futuro. Sabemos que las mujeres nigerianas son, con frecuencia, víctimas de trata y se ven obligadas a ejercer la prostitución. Hay muchas que viajan solas. Nos gustaría hacer más para protegerlas, pero las atendemos en el centro de recepción durante unos días y, posteriormente, cuando son transferidas a otros lugares perdemos el contacto.

Pasados unos meses, el estrés del viaje y las preocupaciones sobre lo que les acontecerá en el futuro puede conducirles a la depresión. Mientras que esperan respuesta a su solicitud de asilo, que puede prolongarse de tres meses a un año, no pueden trabajar, no tienen nada que hacer y pueden sentires muy aislados.

Los afortunados que consiguen asilo pueden trabajar o estudiar, pero conseguir un empleo no es fácil, especialmente si conoces bien el idioma. Y luego están todos los demás a los que no se concede ningún tipo de estatus ni de protección. Estas personas permanecen en situación irregular, sin permiso de residencia. Muchos quedan, entonces, a merced de redes criminales o de la prostitución.

La atención del mundo se centra en el mar, pero las operaciones de rescate no pueden resolver la situación por sí solas. Europa tiene que permitir que estas personas desesperadas tengan protección legal sin tener que arriesgar sus vidas en el proceso.

El testimonio de Chiara Montaldo, coordinadora Médicos Sin Fronteras en Sicilia, Italia, cedido a eldiario.es por Médicos Sin Fronteras, ha sido publicado previamente en The Guardian.The Guardian.

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