“Hay que acabar con el estigma de las enfermedades mentales”
A los 17 años, a Carles Peñarroya le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. Una suma de palabras que a priori no tenían ningún sentido, ni para él ni para su familia. “Cuando nos lo dijeron fue como si nos hablaran en chino. Para un adolescente rebelde como yo fue difícil aceptar que no me iba a poder curar, porque esto no es como romperte un brazo, esto es para toda la vida”. Hace veinte años, “no era lo mismo porque había mucha incomprensión”, nos dice, aludiendo a la falta de formación del personal sanitario y a métodos poco ortodoxos para controlar sus crisis. La esquizofrenia es un trastorno mental que puede dificultar a la persona a diferenciar entre experiencias reales e irreales, pensar de manera lógica y puede influir mucho en su relación con los demás. La controla medicándose una vez al día.
Carles hoy tiene 39 años. En los 22 que han transcurrido desde aquellos 17 años hasta ahora ha sido novio, marido, jardinero, padre... En definitiva, ha llevado una vida normal. “Hay que acabar con el estigma y quitar las etiquetas a las enfermedades mentales. Somos personas normales a las que nos gusta hacer deporte, tener amigos, salir, disfrutar de la vida familiar, etc. Normalizar eso de puertas para afuera es una batalla que libramos diariamente”. Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental, uno más para combatir ese imaginario colectivo y para recordar que una de cada cuatro personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida, según la Organización Mundial de la Salud.
Gran parte de la responsabilidad de la imagen negativa que suele ir ligada a este tipo de enfermedades la tienen los medios de comunicación, asegura Carles, porque perpetúan los estereotipos y asignan el papel de personas “trastornadas” a quienes las padecen. “Estamos acostumbrados a que siempre se hable de la enfermedad mental desde la misma perspectiva: la de una persona que ha matado a otras 55 debido a un problema mental, mientras que la gran mayoría de quienes lo sufren no son violentos”. Según la OMS, menos del tres por ciento. Alerta también sobre la importancia del lenguaje, “no podemos etiquetar como se hace con las personas que sufren, por ejemplo una esquizofrenia. Yo no digo voy a llamar a mi amigo 'el diabético'”.
Carles es protagonista de la campaña que ha lanzado FEAFES
Él ha vivido cinco ingresos hospitalarios y muchas otras “semicrisis” que le han dejado en casa más de un mes de baja. Sus visitas al psiquiatra son habituales. “Es esencial que se nos garantice un servicio de calidad”, asegura. Este tipo de enfermedades necesitan un programa de acompañamiento individualizado. “Otro tipo de discapacidades son fácilmente reconocibles pero esta no porque son estados de ánimo, de ahí la importancia de una detección precoz. Después llega el tratamiento continuado, porque la medicación solo no sirve. A veces se trata de procesos muy largos, porque este tipo de enfermedades son para siempre y hay que aprender a convivir con ellas, como con el colesterol o la diabetes”, asegura José María Sánchez Monge, presidente de FEAFES (Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental).
Esta organización recuerda que, incluso antes de los recortes presupuestarios, los recursos de atención en salud mental ya eran insuficientes y teme que los nuevos anuncios en este ámbito no sean más que un paso atrás en la situación que vivían años atrás. “Hay cosas en las que no se puede recortar. No se entendería que se cerraran colegios como tampoco se entiende que se esté recortando a programas de rehabilitación, centros de atención o pisos tutelados, se está dañando de forma irreparable a la calidad de la atención a estas personas. En España, más de un millón de personas tiene una enfermedad mental grave y necesita tratamiento”, asegura Sánchez.
Para Carles, el papel de las quienes la padecen, como conocedores de esta realidad, es esencial a la hora de ejercer la pedagogía de cara a la sociedad, mejorar el sistema sanitario y ayudar a otros enfermos. Él es voluntario. “Es más importante de lo que parece. Entré pensando que mi experiencia ayudaría a otras personas, pero es al revés. Hay muchas que no quieren que los demás les vean. El voluntariado es una forma de ayudarles a aceptarse a sí mismas. Se crean espacios para tratar aspectos que no tratas habitualmente en el contexto familiar, como la sexualidad, y que son muy necesarios porque te ayudan a desarrollarte, como a todo el mundo, tenga o no enfermedad mental”.