La batalla contra las estatuas de colonizadores británicos en Sudáfrica
“¡Que te jodan Rhodes! fuera de nuestras vidas, en estas calles y en este país no hay espacio para asesinos”, grita una estudiante sudafricana mientras tira un bote de pintura contra la estatua posada en la parte trasera de un camión. Después de semanas de protestas la estatua de Cecil Rhodes, colonizador y empresario británico, fue trasladada el pasado jueves desde la Universidad de Ciudad del Cabo (UCT) a un lugar aún por determinar.
Desde primera hora de la mañana se percibía que esta sería una jornada movida. Emoción y muchos nervios entre los alumnos y algunos profesores que llevan un mes luchando para que la figura que rinde homenaje al legado del imperialismo abandone el lugar donde lleva 86 años. Como dice un estudiante de Derecho, “no ha sido fácil, los que continúan pensando que Rhodes hizo grandes cosas por este país son pocos, pero muy poderosos”.
A las espaldas de Cecil John Rhodes (1853–1902) pesan miles de muertes de africanos que mandó asesinar por su deseo de explotar este continente. El político británico organizó un ejército de mercenarios que utilizó para colonizar Zambia y Zimbabue, impuso las costumbres británicas y arrasó culturas locales. En poco tiempo se hizo millonario con las explotación de las minas de diamantes. Por este tipo de cosas, Rhodes es uno de los personajes más odiados en el sur de este continente.
Organizados alrededor del movimiento Rhodes must fall (Rhodes debe caer), estudiantes, trabajadores universitarios y simpatizantes portan camisetas y pancartas con lemas como: “El sufrimiento negro no se vende”, “descolonización ya”, “nuestra voz debe escucharse”, “haciendo historia, no destruyéndola” o “por Thomas Sankara”. La imagen recuerda a las manifestaciones que vivió este país a principios de los noventa con el ascenso de Mandela y el fin del apartheid, o a las protestas por la igualdad racial en Estados Unidos en los años sesenta.
Los operarios de una empresa local comienzan los trabajos para despegar la estatua de su base. La grúa eleva la figura del magnate de los diamantes y un multitudinario grito de jubilo invade el campus de la UCT. El equipo de rugbi, formado mayoritariamente por blancos, que entrena a cien metros de las protestas, para el juego y mira como en lo alto de las escaleras la figura del colonizador británico comienza a despedirse de la universidad.
Cuando la estatua es colocada en la parte trasera del camión, jóvenes negros, blancos, indios y mulatos aplauden y se abrazan. “¡Victoria histórica!” —dicen unos— “no buscamos venganza, pero no olvidamos”, grita otro. Varios estudiantes se suben al camión. Cuelgan una soga al cuello de C. Rhodes, le arrojan pintura roja y blanca, y golpean con palos la estatua metálica.
El camión, custodiado por la policía, que decide no intervenir, empieza a abandonar el campus universitario. Mientras la mayoría permanece celebrando la victoria, un grupo de jóvenes acompañan a la estatua tratando de dañarla. En sus caras se percibe un tremendo odio y rabia.
“Ahora comienza la verdadera revolución”
Se eleva el tono de las consignas entre este grupo: “una bala para cada colono”, “ahora comienza la verdadera revolución, a por ellos”. En la salida del campus varios estudiantes se sientan en la carretera para evitar que el camión avance, no quieren que la estatua abandone la universidad hasta ser destruida. Temen que sea recolocada en otro lugar público para continuar glorificando a este personaje.
Finalmente, un grupo de alumnos calma a los más enojados y el camión se aleja. Todo el grupo que acompañó a la estatua hasta las puertas del campus vuelve cantando canciones que reivindican la igualdad racial y demandan mejoras para las clases más oprimidas.
Llegan al lugar en el que desde 1934 estuvo la estatua de Rhodes y la multitud les aplaude. Bailes, cánticos y abrazos para celebrar la victoria. Muchas fotografías para recordar el momento y algunas lágrimas.
Dos jóvenes se abrazan y recuerdan entre sollozos las historias que le contaban sus padres, el sufrimiento, explotación y humillación de la comunidad negra durante tanto tiempo. “No podemos mirar al futuro si los que defendieron la supremacía de la raza blanca y nos esclavizaron presiden nuestras calles y plazas”, dice una de ellas.
¿Y ahora, qué? Chumani Maxwele, el activista que hizo estallar las protestas tras ser sancionado por arrojar excrementos sobre la estatua en señal de denuncia, lo tiene claro. “Esto es solo el comienzo. Queremos que esta victoria se traslade a otras partes del país y la igualdad real entre razas se lleve a todos los ámbitos de la sociedad. Esta victoria será decisiva para empezar a abordar los problemas que de verdad tiene el sistema educativo universitario y esta nación”.
Solicitan mayor presencia de profesores negros
En la agenda del movimiento Rhodes must fall está la retirada de todos los símbolos que representen el periodo de colonización. También exigen cambios en los planes de estudios para que se de mayor protagonismo a la historia y asuntos africanos. Demandan mayor presencia de profesores negros (67% de los docentes son blancos en un país donde representan el 10% de la población total), así como la adopción de medidas efectivas para garantizar que las clases más oprimidas puedan acceder a una educación de calidad.
Algunos representantes del rectorado de la Universidad se dejaron ver en las manifestaciones y apoyaron la retirada de la estatua, pero ahora piden a los alumnos que vuelvan a las aulas para poder recuperar la normalidad. La dirección de la institución, a través de su vicerrector Max Price, se ha comprometido a concluir este año la revisión del resto de estatuas, nombres de edificios y otros símbolos presentes en el campus, y a incluir en el debate sobre la reforma de los planes de estudio vigentes las reclamaciones de los estudiantes.
Hasta el momento, los estudiantes de la Universidad de Ciudad del Cabo ya han ganado varias batallas. Por un lado han conseguido que se retire la figura del esclavista Cecil Rhodes de su campus y que alumnos de otras universidades sudafricanas como Witwatersrand, Rhodes o KwaZulu-Natal se sumen a la lucha. Aunque su logro más importante, ha sido entrar en la agenda política y que en todo el país se esté debatiendo sobre la eliminación de los símbolos colonialistas y la reforma del sistema educativo.
El gobierno sudafricano ya se ha puesto en contacto con los representantes de Rhodes must fall para escuchar sus demandas. En el Parlamento se trabaja estos días para definir el alcance de los cambios. Incluso el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, en su reciente vista a Johannesburgo, opinó sobre este asunto: “en mi país habíamos olvidado a Cecil Rhodes hasta que Sudáfrica dijo que tenía una estatua suya en Ciudad del Cabo. Nosotros tenemos su cadáver, ustedes pueden quedarse con su figura”.