“Los guardacostas griegos y Frontex no tienen la formación necesaria en rescate a estas alturas”
A Gerard Canals le cuesta hablar del pasado miércoles. “Si hubiera sido una lancha con 50 personas, podríamos haberlas salvado, pero eran cientos, no podíamos. Estábamos en el agua entre cadáveres, intentando no mirarlos, arrancamos a niños de los brazos de sus madres...”, cuenta el socorrista catalán que se ha trasladado a la isla griega de Lesbos con sus compañeros de Proactiva Open Arms. Los españoles llegaron para ayudar a los equipos helenos de salvamento, pero en Lesbos se llevaron una sorpresa: “Teníamos la idea de colaborar con los guardacostas griegos, pero nos dimos cuenta de que estos equipos no existen”.
La frase de Canals suena todavía con cierta incredulidad. “No existen los equipos necesarios”. El miércoles fue el día más mortífero en las aguas del Egeo en lo que va de año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En Lesbos se han recogido 16 cadáveres, varios de niños, en un naufragio en el que unas 30 personas permanecen desaparecidas. Son las que Canals y sus compañeros tuvieron que dejar atrás, evitando sus rostros, para concentrarse en aquellas a las que podían salvar. “No lo puedes imaginar, lo que vivimos ese día es algo que nadie desearía ver”, indica el socorrista.
Esta semana también se ha registrado uno de los peores naufragios próximo a las costas españolas de los últimos años, con cuatro muertes y 35 personas desaparecidas. El mes de octubre ha teñido de tragedia la ruta marítima hacia Europa. Si desde abril se habían reducido las muertes en sus aguas respecto a 2014 –exceptuando agosto–, el otoño ha disparado las pérdidas humanas. Los datos de la OIM indican que se ha superado el número total de muertes en el Mediterráneo: 3.329 personas han fallecido intentando alcanzar Europa. 3.279 migrantes y refugiados acabaron sus días en sus aguas en todo 2014.
Muchos de los que se quedaron por el camino son potenciales refugiados. Cerca del 50% de las personas que han llegado a Grecia en lo que va de año son sirias (277.899), seguidas de las procedentes de Afganistán (76.620) e Irak (21.552), indica la OIM. A Italia llegan sobre todo personas procedentes de Eritrea (35.938), Nigeria (17.886) y Somalia (10.050).
Tras las denuncias de la OIM del año pasado –que ya se alzó como el más mortífero para los migrantes– y las criticas de numerosas ONG y de Acnur, este 2015 hemos vuestro a enterrar a más de 3.000 personas en la ruta del Mediterráneo. Abril es un punto de inflexión en los datos de víctimas “porque después del gran naufragio de abril, a pesar de que no se lanzó una misión de salvamento expresa, Europa triplicó los fondos de Frontex y amplió su margen de actuación. También nosotros, en Médicos Sin Fronteras, empezamos nuestra misión de rescate”, explica Paula Farias, responsable de la ONG en el Méditerráneo.
La organización humanitaria ha rescatado a más de 20.000 personas en la ruta de Libia hacia Italia desde mayo, una función que no debería recaer en los hombros de las ONG, recuerda Farias. Pero están allí porque consideran que existe un vacío en materia de salvamento que no ha cubierto Europa.
Falta de formación en rescate
Las numerosas y dilatadas reuniones en la Unión Europea han evitado apostar por dos recetas en las que insisten desde las organizaciones humanitarias y Acnur: habilitar vías legales de entrada a Europa y crear una misión de rescate efectiva en el Mediterráneo.
Los socorristas españoles de Proactiva Open Arms no se esperaban la falta de preparación de la que han sido testigos cuando aterrizaron en Grecia. Gerard Canals pone como ejemplo a los equipos de Salvamento Marítimo en España, “que trabajan muy bien”, pero los efectivos de los guardacostas griegos “no tienen la preparación necesaria, no es falta de voluntad es que no han sido formados”. “Que esto fuera así en un inicio, vale. Pero que sigamos así a estas alturas...”, añade Canals.
El socorrista asegura que los guardacostas griegos y las fuerzas europeas de vigilancia de fronteras, Frontex, no están preparados para actuar en los naufragios que están viviendo las islas del Egeo. “Apenas los vemos, están más cuando suceden cosas en alta mar pero no se acercan nunca a la costa porque sus barcos están impedidos para ello. Son embarcaciones policiales, no para hacer trabajo de salvamento y además el personal no está formado”, cuenta a eldiario.es Gerard Canals en una conversación telefónica.
El socorrista apunta, al igual que Rosa Otero (portavoz de Acnur en España), que en los últimos días los refugiados intentan llegar a las islas griegas en embarcaciones más grandes. “Antes eran lanchas hinchables en las que viajaban unas 50 personas, pero ahora son embarcaciones de madera más grandes en las que van entre 200 y 300 personas a bordo. Y en condiciones terribles, en una que llegó esta semana había personas encerradas con candado”, describe Canals.
Desde Acnur indican que el cambio se debe a que los traficantes intentan rentabilizar todo lo posible las travesías, antes de que empeoren más las condiciones meteorológicas. “Los refugiados cuentan a su llegada que los traficantes ofrecen descuentos por el mal tiempo”, afirma Rosa Otero.
No hay vías legales de entrada
En Naciones Unidas apuntan que “aumentar las vías legales de llegada” sigue siendo la medida necesaria, que por el momento ha quedado relegada en los acuerdos de la UE. Paula Farias, de MSF, señala la incongruencia de los países europeos: “Cuando llegan les brindan asilo, ¿por qué no brindárselo antes de que arriesguen sus vidas?”. Los visados humanitarios, las reunificaciones familiares y los corredores humanitarios son medidas que la UE ha evitado hasta el momento.
“Los 20.000 reasentamientos (desde países de África y Asia) son una buena noticia pero hay que hacer mayores esfuerzos en este sentido”, indica Rosa Otero. El empeoramiento de las condiciones en los campos de refugiados en terceros países, que sufren una falta de fondos, es otra de las presiones que empujan a los refugiados al mar. Una vía desesperada que no tomarían si tuvieran otra opción, recuerdan en MSF.
“En Siria hemos contado unos nueve bombardeos a hospitales en el último mes”, indica Paula Farias. La esperanza de que el conflicto civil termine se tambalea y la idea de que Bashar al Assad sea parte del futuro del país también han forzado a muchas familias a hacer las maletas. Es lo que Farias denomina el “efecto huida” y que empuja cada día a miles de personas a dejar sus hogares y entregar su destino a los traficantes.
No solo son sirios: los refugiados huyen de Irak, Afganistán, Nigeria, Somalia y Eritrea, entre otros países. Otros no son potenciales beneficiarios de asilo pero su situación personal les hizo sentarse en una embarcación abarrotada y adentrarse en el cementerio en el que se ha convertido el Mediterráneo. Al menos 3.329 personas han muerto este año tras iniciar esa travesía.