Más de 20.000 menores de 18 años dan a luz cada día en países empobrecidos
La niña decía que estaba saliendo un mono de su vagina. Laura Laski, Jefa de Salud Sexual y Reproductiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA), estaba trabajando en una zona rural de México cuando llegó la madre de esta niña de 13 años pidiéndole ayuda urgente. En realidad estaba dando a luz. “La niña había sido violada y se había quedado embarazada, pero no lo sabía. No se le notaba y para ella, que todavía jugaba con muñecas, lo que estaba saliendo de su propio cuerpo era un mono”, recuerda Laski, quien reconoce que la experiencia la impresionó y le hizo darse cuenta de la importancia que tiene la educación en cuestiones de salud sexual y reproductiva, especialmente en aquellos lugares con menor acceso a la información.
Unos años atrás, esta argentina recibió la visita de un matrimonio en su consulta, en un barrio marginal de Buenos Aires. “Era un hombre de unos 60 años casado con una niña de 13, vinieron porque ya tenían un bebé y no quería tener otro. La chica no podía decir palabra, había sido abusada y casada con un hombre mayor. Esa situación me produjo una ira muy grande”. Este momento marcó el inicio de su compromiso y de una carrera dedicada a la lucha por los derechos de las adolescentes.
Laski ha presentado hoy en Madrid el último informe de UNFPA sobre el Estado de la Población Mundial que este año lleva por título “Maternidad en la niñez: afrontar el desafío de un embarazo adolescente”. Olvidadas y relegadas a un segundo plano en los programas de desarrollo, la comunidad internacional comienza a poner el foco en la pubertad y la adolescencia, ese periodo de tiempo que suele ir de los 10 a los 19 años y que es crucial para el futuro de las jóvenes y, por extensión, del conjunto de la sociedad.
Cada año, más de 7,3 millones de niñas menores de 18 años dan a luz en países empobrecidos, unas 20.000 al día, y de éstas, dos millones tienen menos de 15 años. Nueve de cada 10 de estos partos se producen dentro de un matrimonio o unión de hecho. “En el mundo occidental se tiene la idea de que las adolescentes que se quedan embarazadas son las responsables y se las estigmatiza cuando, en realidad, no es así. El embarazo precoz es un problema de falta de derechos, de derechos humanos, y generalmente tiene que ver con el matrimonio temprano y forzado. Suelen ser chicas casadas contra su voluntad y las familias esperan que prueben su fertilidad inmediatamente después del casamiento. El impacto del embarazo en la vida de las adolescentes es devastador”, explica la máxima responsable de salud sexual y reproductiva de UNFPA. Pero los números siempre ocultan realidades muy diversas, matiza Laski. “Hay mucha desigualdad y situaciones muy diferentes. No es lo mismo una chica que ha sido casada contra su voluntad a los 15 años en Etiopía que una chica de Guatemala que ha tenido relaciones sin estar casada y se ha quedado embarazada por no tener acceso a servicios de planificación ni formación para protegerse”, puntualiza.
Según el informe, en cuyo consejo asesor participa la propia Laski, los países con mayor prevalencia del embarazo precoz son Níger, Chad, Mali, Guinea, Mozambique y Bangladesh. En Níger, por ejemplo, el 51% de las mujeres de entre 20 y 24 años asegura haber dado a luz antes de los 18. En estos seis países una de cada diez niñas tiene un hijo antes de los 15 años, revela el estudio. En todos ellos, el matrimonio infantil forzado es una práctica común.
La joven mozambiqueña Ilda relata su experiencia en el texto: “Hacía un año que salía con mi novio. Él solía regalarme dinero y ropa. Quedé embarazada cuando tenía 13 años. Todavía estaba en la escuela. Mis padres pidieron a mi novio que se quedara en nuestra casa. Él les prometió que me cuidaría. Después de eso se fue. Dejó de llamarme y no tuve más contacto con él. Cuando di a luz a mi bebé, mis padres me cuidaron y me enseñaron a cuidarlo. Todo lo que quiero es… volver a la escuela. Después de la escuela podré tener una profesión, como maestra, y tendré una licencia para conducir”.
Algo más que una oportunidad perdida
Uno de los mensajes clave que se desprenden del informe es la necesidad de actuar sobre las niñas de entre 10 y 14 años. Esa edad, apunta Laski, es clave. “Nos tenemos que focalizar en estas niñas antes de que se queden embarazadas porque después es llegar demasiado tarde, a ese periodo no se le ha prestado mucha atención y es crucial porque es cuando se alcanza la pubertad y la sociedad trata de definir la vida de las adolescentes condenándolas, muchas veces, a ser madres jóvenes”, sostiene.
Ser madre en la adolescencia no solo supone una oportunidad perdida en cuanto a la interrupción de la educación y la pérdida del potencial de esa niña, sino que contribuye a perpetuar situaciones de pobreza, exclusión, dependencia y, sobre todo, supone un grave riesgo a su salud. Se calcula que alrededor de 70.000 adolescentes mueren cada año debido a complicaciones durante el embarazo y el parto. Además, cada año se registran unos 3,2 millones de abortos en condiciones de riesgo practicados a jóvenes de entre 15 y 19 años. Contra lo que muchos puedan pensar, a esas edades el cuerpo todavía no está preparado para dar a la luz, especialmente antes de los 15 años. Las niñas embarazadas menores de esa edad tienen el doble de riesgo de muerte materna y de fístula obstétrica que las mujeres mayores.
“Las consecuencias del embarazo temprano son particularmente graves en las niñas menores de 15 años porque no están totalmente desarrolladas físicamente, por ejemplo su pelvis. Esto provoca muchas veces que tengan partos prolongados y si no tienen acceso a servicios obstétricos de urgencia pueden darse complicaciones tales como la fístula obstétrica, donde el bebé se encaja, no puede salir y nace muerto y a la mujer le queda una fístula, como una especie de orificio entre la uretra que le provoca pérdidas de orina y que no pueda controlar los esfínteres. Esto conlleva que a veces el marido abandone a la mujer por malos olores o que sea rechazada por su familia”, apunta esta experta, cuya experiencia sobre el terreno se ha desarrollado principalmente en México y países de África.
Un problema de desigualdad de género
El embarazo precoz, del mismo modo que el matrimonio infantil, viene a reflejar una las múltiples violencias estructurales del sistema mundial. “Es una violencia instalada en la sociedad, la discriminación de la mujer, la ausencia de igualdad de género que deriva en que las niñas sean tratadas como mercancías, la falta de oportunidades que lleva a muchas niñas a pensar que su único futuro es ser madres y tener hijos, ése es el principal obstáculo y no solo en las zonas más pobres”, recalca Laski. De los 680.000 partos de madres adolescentes al año registrados por UNFPA en los países desarrollados, prácticamente la mitad tienen lugar en Estados Unidos.
La permanencia en la escuela, la lucha contra el matrimonio infantil, el acceso a servicios y a la educación sexual, así como la implicación directa de los hombres y niños y la equidad de género son algunas de las maneras de hacer frente a este fenómeno para el que hasta ahora van a parar menos de dos céntimos de cada dólar que se destina a desarrollo internacional en el mundo.