Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Cinco días como “escudo humano” de las tropas israelíes: “Era insignificante para ellos”

Ahmed junto al barrio donde fue utilizado como escudo humano por tropas israelíes en el sur de la Franja de Gaza. Foto: Isabel Pérez

Isabel Pérez

Ahmed Abu Reida pasea por las ruinas de su barrio en Khuza’a, al sur de la Franja de Gaza, con parsimonia, sin prisa. “Hamdella assalamah, gracias a Dios te volvemos a ver a salvo”, le dicen los vecinos. Ahmed devuelve el saludo y asiente con la cabeza tímidamente. Sabe que estuvo muy cerca de la muerte o de un encierro extrajudicial en una cárcel israelí. Cuando las tropas israelíes invadieron su barrio lo tomaron como rehén durante cinco días y lo usaron como escudo humano. El uso de civiles como escudo humano, práctica que consiste en forzar a civiles a proteger un objeto militar o tropas de ataque, está prohibido por el derecho internacional.

Una captura desafortunada

Todo comenzó el pasado 23 de julio. El Ejército israelí llevaba ya casi una semana de incursión terrestre contra la Franja de Gaza en la llamada operación ‘Margen Protector’. Las primeras zonas en caer bajo control israelí fueron los pueblos más cercanos a la línea verde, la frontera de facto que separa la Franja de Israel. Khuza’a, en la provincia sureña de Jan Yunis, sufrió una de las mayores embestidas contra la población palestina. Los vecinos intentaron huir la noche que los primeros vehículos blindados y tanques israelíes hicieron aparición en sus calles. Ahmed estaba ahí.

“Cuando aparecieron los israelíes en nuestro barrio nadie podía salir de casa. Había disparos y bombardeos por todos lados, tanto de tanques como de aviones”, relata Ahmed.

Entonces, un vecino que habla hebreo llegó casa por casa transmitiendo un mensaje del Ejército israelí: los hombres entre 20 y 40 años debían salir y agruparse en un lado, las mujeres, los menores de 20 años y los niños podían evacuar la zona.

“Cuando salimos vimos cómo los soldados les estaban obligando a los hombres a quitarse la ropa, excepto la ropa interior –continúa Ahmed-. Yo, como tengo menos de 20 años me fui con el resto de la gente fuera del barrio”.

Sin embargo, Ahmed sintió rabia al ver a sus familiares y amigos siendo tratados de ese modo y decidió ir sigilosamente hasta donde estaban agrupándolos. Quería ver qué iban a hacer con ellos, quería comprobar si iban a fusilarlos a todos o a llevarlos presos a Israel.

“De repente, cuando estaba detrás de un montón de tierra, apareció a mi lado un tanque y un soldado me llamó por un megáfono ordenándome ir a donde estaban los hombres. Me obligaron a quitarme la ropa y quedarme solo con los calzoncillos y confiscaron todo lo que tenía”.

“Eres un perro, no eres una persona, eres un palestino”

Ahmed vio cómo los soldados habían maniatado a unos setenta hombres del barrio, muchos de ellos terminarían siendo llevados a territorio israelí. A él le esperaba otro destino.

“Unos soldados me llevaron a una casa donde había otros militares dentro. Un oficial se me acercó y me preguntó cómo me llamaba y qué hacía en la vida. Luego me preguntó si conocía a combatientes y si sabía dónde estaban los túneles, dónde se lanzaban los cohetes. Cada vez que decía no lo sé, el soldado me golpeaba”.

El duro interrogatorio se alargó dos horas y el oficial no dejaba de insultarle tanto en hebreo como en árabe. “Me decía: mira cómo estás, sobre el suelo, porque eres un perro, no eres una persona, eres un árabe, un palestino. No eres humano. Solo nosotros lo somos”.

A partir de entonces comenzaron los peores cinco días de la vida de Ahmed. Durante las horas diurnas, los soldados lo usaban como escudo humano para inspeccionar el barrio sureste de Khuza’a. Ahmed caminaba delante y a unos cuatro o cinco metros por detrás andaban los soldados.

“Hacía mucho calor y había mucho polvo porque había muchos tanques moviéndose en todos lados. Yo andaba descalzo y tenía mucho miedo. Me tenían maniatado por atrás. Me amenazaban y decían por dónde tenía que andar. En ciertos lugares me tapaban los ojos, cuando me metían dentro de un vehículo también, pero en la calle y en la mayoría de las casas me quitaban la venda de los ojos”.

Los israelíes le ordenaban entrar a las casas para asegurarse de que no hubiera minas. “Después de ver el primer o el segundo piso me preguntaban si había sótano. Un día me llevaron a un sitio donde los vecinos habían estado excavando un pozo, solo habían excavado tres metros. Me gritaron que allí había un túnel, yo les dije que era un pozo y me obligaron a excavar durante horas”.

Los soldados le daban de comer y beber de vez en cuando, pero no siempre que él lo necesitaba. “Yo pedía sobre todo agua, quería agua porque hacía mucho calor. Me dolía la tripa por no comer, pero la sed era más fuerte. Una noche me encerraron en un baño para dormir. Como no me daban agua tuve que beber del agua de la cisterna del wáter”.

Con el paso de los días, el miedo a que los israelíes lo mataran comenzó a crecer. “Pensaba que podía llegar la muerte en cada momento, pensaba que me iban a matar, yo era insignificante para ellos. Muchos palestinos habían sido ya asesinados en esta zona. Lo que más miedo me daba es que no sabía qué me iban a hacer. No podía llamar a nadie. Un día después de dar una vuelta me dijeron: este perro no ha comido desde hace tres días. Y lo soltaron. Yo corría y me escondía detrás de los soldados que estaban riéndose y diciéndome que me iba a comer el perro mientras me empujaban hacia él”.

Las últimas horas del secuestro de Ahmed fueron las más intensas, los interrogatorios se convirtieron en un suplicio. “El oficial me gritaba: ¡Tienes que mostrarme en media hora dónde hay combatientes, dónde hay túneles y desde dónde se lanzan cohetes! Tienes que enseñarme un túnel ¡Encuéntrame un túnel! Yo le decía que no sabía nada. A cada palabra que hablaba me pegaba. Luego me cogió del cuello y me apretó durante unos minutos. Yo perdí la fuerza. Luego me soltó y caí al suelo. Estaba agotado”.

El quinto día unos soldados vendaron los ojos de Ahmed y lo liberaron. “Me dijeron qué ruta tenía que seguir y me amenazaron diciéndome que si iba por otro lado el dron que tenía encima me iba a bombardear”.

Un crimen flagrante

La organización Defence for Children International-Palestine fue el primer grupo de Derechos Humanos en denunciar públicamente el caso de Ahmed. “Mientras Israel acusa a las facciones de la resistencia palestina de utilizar a los civiles como escudo humano sin presentar ninguna evidencia, nosotros tenemos las evidencias de que Israel utilizó a un menor palestino como escudo humano durante cinco días, durante operaciones militares. Esta acción es una violación flagrante de la ley humanitaria internacional y es un crimen de guerra”, explica Ayed Abueqtaish, abogado de la organización.

“La experiencia de este niño es una experiencia terrible porque el niño pensaba que iba a ser asesinado en cualquier momento –continúa Abueqtaish-. Creemos que la comunidad internacional, los países que han firmado las convenciones de Ginebra, tienen que ejercer presión contra Israel para que ejerza sus compromisos. Los oficiales y soldados israelíes tienen que rendir cuentas por este acto ilegal”.

El uso de civiles como escudo humano no sólo está prohibido por las leyes internacionales sino también por la ley israelí sobre la base de una sentencia de 2005 del Tribunal Superior de Justicia de Israel emitida tras el uso continuo de esta práctica por las tropas israelíes durante la segunda Intifada.

Etiquetas
stats