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Salir de la guerra y no acabar con el miedo: el trauma de miles de niños refugiados en la UE

Praise, el bebé nigeriano de 3 meses rescatado el pasado junio en el Mediterráneo Foto: MSF / Agus Morales

Carolina Martínez

La mirada de Praise está conmoviendo al mundo. Su rostro expresa lo que muchos niños sienten al llegar a tierra: incertidumbre. Tiene tres meses y fue rescatado de un bote inflable por el Dignity I, el barco de rescate de Médicos Sin Fronteras que actúa en el trayecto entre Libia e Italia. Viajaba con sus padres, una pareja nigeriana que se conoció en Libia. Su padre no quería migrar en esas condiciones con un niño, pero no tenía otra: “Estaban atrapados, sometidos a atracos y palizas”.

Así lo cuenta Agus Morales que, a bordo de la embarcación de salvamento, se encarga de poner rostro a todas aquellas personas que se juegan la vida intentando llegar a Europa por el Mediterráneo. “Se sentía fatal pero aseguraba que era la única opción que tenían”, añade el reportero, que al hablar con la familia descubrió que el bebé no había recibido atención médica al nacer. “Su padre asegura que en Libia se le negó la atención sanitaria a su mujer y a su hijo, y que veían Europa como su única opción”, cuenta el reportero.

Como Praise y su familia, Médicos sin Fronteras ha rescatado ya a más de 13.000 personas desde que iniciarion sus operaciones en mayo. Pero con el rescate no es suficiente, y así lo alertan las ONG, que destacan que la falta de recursos en los campamentos exponen a los niños a sufrir malnutrición, abusos sexuales o a convertirse en víctimas de trata, a parte de causarles fuertes episodios de estrés.

Según datos de Save the Children, que ha realizado un informe para analizar las necesidades de los inmigrantes y refugiados en las islas griegas, han llegado durante los primeros seis meses del año 109.000 personas a través del mar, cifra que la organización prevé que aumente hasta los 200.000 a final de año. La misma fuente ha registrado que solo en junio llegaron 4.270 niños a estas islas, 86 de ellos lo hicieron solos.

“El 90% de las personas que llegan a Grecia duermen en la calle o en refugios improvisados, y esto repercute en los niños”, apunta la responsable de política exterior de Save the Children, Michaela Ranieri, que señala que “los niños tienen especial vulnerabilidad, y entre ellos los que viajan solos”. “El hecho de tener que compartir tienda con otros adultos les pone en situación de poder estar sometidos a abusos sexuales”, añade.

La falta de recursos de Grecia ante la recepción de los refugiados aumenta el estrés psicológico de los niños. “Tienen miedo de ser vícitmas de trata o de secuestro”, explica la responsable de la organización, que cuenta que las condiciones de los campamentos improvisados son pésimas y que las autoridades no cubren las necesidades básicas de los refugiados. “La respuesta de los vecinos ha sido positiva, y nosotros les atendemos en lo que podemos, pero no es suficiente”.

En el informe, Save the Children muestra preucupación por las necesidades nutritivas, psicológicas, sanitiarias y de educación que tienen los niños refugiados en Grecia. “No hay instalaciones sanitarias, lo que expone a los niños a estar sometidos a abusos sexuales, porque tienen que hacer trayectos por la noche solos para poder hacer sus necesidades”, cuenta la responsable de la organización.

“Los padres nos cuentan que hay niños que se hacen pis encima durante la noche y que la mayoría tienen pesadillas”, concreta Michaela Ranieri, que apunta que desde Save the Children “se está preparando una respuesta multisectorial”, ya que los niños “necesitan apoyo psicosocial, porque a veces son víctimas de abusos, e incluso ven morir a gente de su familia”.

Grecia e Italia, un paso más en el largo viaje

En la ruta de los inmigrantes y refugiados hacia Europa, Grecia, Italia o España no suelen ser los destinos finales. En muchos casos estos son lugares de paso hacia países como Alemania o Áustria, que se han convertido en el objetivo de muchos inmigrantes y refugiados.

Hungría y Macedonia son ahora lugares de tránsito. Los datos de UNICEF apuntan que desde junio han pasado de Grecia a Macedonia más de 45.000 personas en camino hacia países como Alemania. Macedonia recibe 2.000 personas al día, cifra que se va incrementando y que la organización prevé que alcance las 3.000 personas diarias en septiembre.

Lamar llegó este jueves a Macedonia. Tiene cuatro años y ha sido acogida por UNICEF en la ciudad de Grevgelija, al sudeste de Macedonia. Viene desde Siria acompañada de su madre. Llevan dos meses viajando y se dirigen a Alemania, dónde les espera su padre, que emprendió el viaje hace cuatro meses. La madre de Lamar asegura que no dejan nada atrás, que su casa fué quemada junto a sus tierras, y que la única salida era emigrar.

Desde UNICEF apuntan que el 80% de estos refugiados, como Lamar y su madre, provienen de Siria, y muestran su preucupación por el riesgo de estas personas que “han pasado de una autoridad a otra, a la deriva y están en riesgo de caer en alguna laguna legal de las políticas de los países de tránsito o destino”, según manifesta la responsable de comunicación de la organización en Macedonia, Suzie Pappas-Capovska. Sus estimaciones desvelan que el 12% de las mujeres realizan el viaje estando embarazadas. El 15.6% de los refugiados que han llegado a Macedonia son niños que viajan con sus familias y aparoximadamente el 1.6% son menores que viajan solos.

En Grevgelija, UNICEF ha establecido un espacio amigo para los niños, donde reciben tratamiento psicológico y tienen un lugar seguro para descansar y jugar. Aquí las organizaciones no gubernamentales locales como La Strada están realizando labores educativas con los más pequeños a la vez que ejerzen labores para facilitar la reunificación de las familias refugiadas.

Huellas difíciles de borrar

Los expertos aseguran que el trauma que esta experiencia puede causar en algunos niños, puede causarles secuelas psicológicas en el futuro. La falta de atención psicosocial y la falta de educación podría crearles una barrera en el proceso de integración en el país de acogida.

“El estrés aculturativo, el que produce un cambio de cultura, en este caso se agrava”, explica el doctor en Piscología Clínica y de la Salud, Fidel Hernández, que es especialista en temas de inmigración. “Lo que más agudiza el estrés no es el viaje en sí, sino la incertidumbre de no saber a dónde van”, recalca.

“Esto puede afectar en desajustes emocionales, en incapacidades para tolerar determinadas frustraciones, poca estabilidad emocional”, recalca Hernánez, que asegura que la experiencia traumática que están viviendo los niños refugiados puede afectar a rasgos de la personalidad. “El trauma dependerá del niño y de la familia, pero en general van a ser adultos más vulnerables, pueden ser más retraídos, más tímidos o más agrevisos”, añade.

“El impacto negativo se deja sentir en el plano emocional, cognitivo y hasta físico”, explica el psicólogo infantil y pedagogo, Valentín Martínez, que hace hincapié en la necesidad de unas políticas de acogida que cumplan todos los requerimientos de estos niños, tanto a nivel educativo como en su desarrollo físico y psicológico.

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