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“En la unidad de cuidados intensivos, seis pacientes se han quemado en sus camas”

Imagen de una de las salas del hospital bombardeado en Kunduz. / MSF

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  • En este texto cuenta cómo vivió los primeros momentos del ataque y cómo el personal de MSF se sobrepuso al dolor para intentar ayudar a sus compañeros y pacientes heridos.

Fue terrorífico.

Estaba durmiendo en nuestra habitación segura en el hospital. En torno a las 2 de la mañana, me despertó el sonido de una gran explosión cercana, Al principio, no sabía qué estaba ocurriendo. En la última semana, hemos oído explosiones y bombardeos, pero siempre eran lejanos. Esta vez era diferente, cercano y fuerte.

Al principio, todo era confusión y polvo en el aire. Mientras intentábamos descubrir qué había pasado, hubo más bombas.

Después de 20 o 30 minutos, oí que alguien me llamaba. Era uno de los enfermeros de la sala de emergencia. Tenía un trauma masivo en un brazo. Estaba cubierto de sangre con heridas por todo el cuerpo.

En ese momento, mi cerebro no podía entender lo que estaba pasando. Durante un instante, me quedé quieto, en estado de shock.

Estaba pidiendo ayuda. En la habitación segura, sólo tenemos acceso a material médico básico y no había morfina para calmar su dolor. Hicimos lo que pudimos. 

No sé exactamente cuánto tiempo, pero quizá media hora después acabó el bombardeo. Salí con el coordinador para comprobar lo que había sucedido.

Lo que vimos fue un hospital destruido, en llamas. No sé cómo se sentí, sólo en shock de nuevo.

Salimos a buscar supervivientes. Unos pocos habían podido llegar a una de las habitaciones seguras. Uno a uno, la gente comenzó a aparecer, heridos, incluidos algunos de nuestros compañeros y los cuidadores de los pacientes.

Intentamos echar un vistazo a uno de los edificios en llamas. No puedo describir lo que había dentro. No hay palabras para contar una situación tan terrible. En la unidad de cuidados intensivos, seis pacientes se habían quemado en sus camas.

Buscamos al personal que debía de estar en la zona de operaciones. Era terrible. Había un paciente en el quirófano, muerto, en mitad de toda la destrucción. No pudimos encontrar a nadie del personal. Afortunadamente, luego supimos que habían escapado de esa zona y escondido en un lugar seguro.

Muy cerca, miramos en la sala de admitidos. Afortunadamente, no le había alcanzado el ataque. Comprobamos rápidamente que todo el mundo estaba bien. Y en un búnker cercano, todos estaban bien.

Y luego, de vuelta a la oficina. Llena de pacientes heridos llorando por todas partes.

Era una locura. Tuvimos que organizar un plan para ocuparnos de todas las víctimas, comprobando qué doctores estaban vivos y disponibles para ayudar. Realizamos una operación urgente con uno de los médicos. Desgraciadamente, murió en la mesa de operaciones de la oficina. Hicimos lo que pudimos, pero no fue suficiente.

Todo era muy duro. Vimos morir a nuestros compañeros. Nuestro farmacéutico... la noche anterior estaba hablando con él y planificando las necesidades, y ahora estaba muerto en nuestra oficina.

Los primeros momentos fueron de completo caos. Había sobrevivido el número suficiente de personas, por lo que pudimos ayudar a todos los heridos a los que se podía tratar. Pero había muchos a los que no podíamos ayudar. De alguna manera, todo estaba claro. Tratamos a las personas que necesitaban tratamiento sin tomar decisiones. ¿Cómo podíamos tomar decisiones en esa clase de terror y caos?

Algunos de mis compañeros estaban en un estado de completo shock, lloraban y lloraban. Intenté animar a algunos de ellos para que ayudaran, para darles algo en lo que pudieran concentrarse y quitar de su mente todo este horror. Pero algunos estaban demasiado impactados para ayudar. Ver a hombres adultos, tus amigos, llorando de forma incontrolable... no era nada fácil.

He estado trabajando aquí desde mayo y he visto muchas situaciones médicas complicadas. Pero es algo totalmente diferente cuando afecta a tus compañeros, tus amigos.

Son personas con las que has estado trabajando duro durante meses, sin parar en toda la semana pasada. No se han ido a casa, no han visto a sus familias, han estado trabajando en el hospital para ayudar a la gente... y ahora están muertos. Estas personas son amigos, amigos de verdad. No tengo palabras para esto. Es inaudito.

El hospital ha sido mi centro de trabajo y casa durante meses. Sí, es sólo un edificio. Pero es mucho más que eso. Es toda la asistencia sanitaria que hay Kunduz. Ahora ha desaparecido.

Lo que pienso de corazón desde esta mañana es que esto es completamente inaceptable. ¿Cómo ha podido suceder? ¿Qué se gana con esto? Destruir un hospital y tantas vidas para nada. No tengo palabras para esto.

[Traducido por Iñigo Sáenz de Ugarte.]

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