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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

El derecho a la ciudad contra el espacio urbano como mercancía

Las vallas rodean el recinto de Hábitat III cedido por Quito a la ONU.

Pedro Bravo

El derecho a la ciudad es uno de esos términos que revolotean en torno al debate de lo urbano sin terminar de posarse en un sitio fijo. No lo hace tampoco en el abarrotado auditorio de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Ecuador (FLACSO), donde tiene lugar Hábitat 3 Alternativo, el encuentro que pone en duda, desde la academia, la propuesta y el método de Hábitat III, la Conferencia de la ONU sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible que tiene lugar estos días en Quito.

El programa coordinado por Fernando Carrión, arquitecto, urbanista y ex concejal de Quito, es un festín para el pensamiento crítico. Por aquí han pasado y pasarán Manuela Carmena, Ada Colau, Saskia Sassen, Michael Cohen y decenas de investigadores, sobre todo del ámbito latinoamericano; hay además seminarios, talleres, conferencias, una feria del libro surtidísima de títulos y un espíritu vigilante pero propositivo que se agradece después de la exaltación de la amistad que a veces reina en Hábitat III. “Queríamos aprovechar la oportunidad de la presencia en Quito de miles de personas para hablar del tema de ciudad —explica Fernando Carrión—. Esto nos da la posibilidad de organizar este encuentro, de intercambiar conocimientos”.

Le pregunto a Fernando qué es, en su opinión, lo que falla en la Conferencia de la ONU y lo primero que me dice es que debería hacerse “en una ciudad abierta y no en una cerrada”. Y es verdad que el recinto cedido por Quito a Naciones Unidas es una fortaleza desde la que uno a veces se siente muy lejos de los problemas urbanos, aunque se hable constantemente de ellos. Además, añade Carrión, “en Hábitat III no están bien representados ni los municipios ni la ciudadanía”.

Pero lo que de verdad preocupa aquí dentro es la Nueva Agenda Urbana, ese borrador de documento final de la Conferencia que Naciones Unidas dice haber elaborado junto con la sociedad civil y la comunidad científica a pesar de que muchos de los aludidos no se den por ídem. “Hay muchas cosas que fallan en el documento —explica Fernando Carrión—. Por ejemplo, se deja más que abierta la posibilidad de que intervengan en políticas locales las grandes corporaciones tecnológicas. También, cuando se habla de seguridad, se habla de reducir homicidios a través de la presión policial. Y cuando se habla de cultura, se hace sólo a partir de lo que la UNESCO considera como tal”. La ciudad inteligente, la ciudad segura, la ciudad histórica… la Nueva Agenda Urbana tiene unos cuantos adjetivos que suenan a música ligera.

¿De Lefebvre a la Nueva Agenda Urbana?

Lo mismo pasa, según Joan Subirats, con la mención que se realiza en el borrador al derecho a la ciudad: “Tomamos nota de los esfuerzos de algunos gobiernos nacionales y locales para consagrar esa visión del derecho a la ciudad”.

Una visión que parte de un filósofo marxista, Henri Lefebvre, que en su libro del 68 llamado así hablaba por primera vez del derecho a la vida urbana, a la buena vida urbana. El término ha ido evolucionando con el paso de los años y hoy, como decía al principio, es uno de los asuntos recurrentes en todo esto aunque, he de confesar que, después de escuchar durante tres horas las palabras de los expertos reunidos en el evento de FLACSO, no soy capaz de dar una definición definitiva.

“Es difícil llamarlo derecho como lo haría un jurista, es algo más sugestivo, es un instrumento de lucha que evoca una ciudad justa y democrática, un concepto que, por cierto, no aparece ni una sola vez en la Nueva Agenda Urbana”. Joan Subirats, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en gobernanza y políticas públicas, prefiere centrar sus intervenciones no tanto en lo que pueda significar el término sino en lo que puede ayudarnos para conseguir una ciudad más justa.

Habla de las consecuencias de la expansión sin control de Airbnb y Uber, del peligro de aceptar la ciudad inteligente y el uso del big data tal cual pretenden Google y compañía, de la necesidad no sólo de gobiernos locales fuertes sino de “la recuperación de lo común, de esa capacidad de defensa desde abajo de los elementos de subsistencia, de igualdad, de equidad”. Y alerta sobre “la capacidad de los grandes fondos de inversión y de algunos estados de incorporar a su lógica elementos como el suelo sobre los que construir los productos y derivados financieros”.

Por ahí van también las palabras de otro de los ponentes, Francisco Sabatini, sociólogo y urbanista de la Universidad Católica de Chile. Ojo, que duelen: “El capitalismo está yendo de la producción de mercancías para el espacio a la producción de espacio como mercancía”. Sabatini, tras dejarnos esa frase clavada, vuelve a Lefebvre y a su idea de transformación de la sociedad, ésa que supone la posesión y gestión colectiva del espacio por los propios ciudadanos, “del espacio como obra colectiva de la especie humana”.

¿Es eso lo que entiende ONU-Hábitat como derecho a la ciudad? Me pego una elipsis para dar una respuesta a la pregunta. Por la tarde, de vuelta al interior del recinto vallado, asisto a un evento del Programa de Periodismo Urbano que mantiene Naciones Unidas. Es una mesa redonda entre miembros de medios dedicados a temas de ciudad pero empieza con Joan Clos, Director Ejecutivo de ONU-Hábitat, sentado entre periodistas y hablando sin freno. Se trata, parece, de que nos explique qué debemos hacer los medios para introducir los asuntos urbanos en el debate público. Nada más llegar, le oigo decir lo siguiente: “Hay que convencer a los líderes para que se preocupen por el urbanismo, se necesitan buenos planificaciones, regulaciones; las ciudades no surgen de forma espontánea, hay que construirlas”.

Sé que no es un malentendido entre su inglés y el mío porque luego sigue hablando de urbanización y de productividad y no de ciudad y convivencia. Llega a decir, incluso, que los periodistas debemos ser capaces de explicar cómo el buen diseño urbano aumenta el valor de los espacios.

Me dan ganas de irme a buscar a Lefebvre para emborracharme con él pero tengo que acabar el texto así que cojo el billete de vuelta de la elipsis y escucho a Jordi Borja, urbanista, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya y también impulsor de Hábitat 3 Alternativo: “¿Por qué temen el derecho a la ciudad? Porque intuyen que es un instrumento de transformación. De hecho, en mi opinión, más que un término creado por Lefebvre, es algo concebido desde la práctica de los movimientos sociales, que supieron convertir las necesidades en derechos”.

Acabo, ahora sí, con algo que escuché hace unos días en Bogotá, una reflexión que hizo Luana Varejâo, del movimiento Ocupe Estelita de Recife, Brasil, en otro encuentro en torno al derecho a la ciudad en la cumbre de CGLU: “¿Cómo sería la ciudad creada desde la mirada de una mujer pobre, negra, que vive en un asentamiento ilegal y que cada día tiene que sufrir una epopeya para hacer lo cotidiano?”.

Quizás se trate de eso, de la construcción entre todos de la ciudad desde la mirada del más débil, de hacer ciudades de abajo a arriba y no al revés, como de costumbre.

Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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