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En Berlín, la culpa siempre es de Grecia

Merkel y Schäuble, en el Parlamento alemán.

Salvador Martínez Mas

Berlín —

El viernes está previsto que se vote en una sesión extraordinaria del Bundestag la participación de Alemania en el tercer rescate a Grecia. En dicha ayuda, el país de la canciller Angela Merkel es el que más aporta, sufragando unos 19.100 millones de euros. Pero el precio que previsiblemente pagará el Gobierno germano va más allá de lo económico. También hay costes políticos. De hecho, el acuerdo alcanzado entre Grecia y sus acreedores ha instalado en Alemania una significativa sensación de malestar con el Ejecutivo germano y con una política de rescates europea considerada demasiado cara. Además, en este contexto, han vuelto a ganar fuerza en el continente aquellas voces que denuncian esa supuesta “Europa alemana” donde las soluciones a la crisis pasan únicamente por las políticas de austeridad.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha tenido que aceptar que su país reciba más ayuda para evitar la bancarrota si aplica más austeridad. Esa es la medicina económica con la que en Europa, y especialmente en Alemania, se quiere resolver la crisis del euro. Pero que se haya apostado una vez más por ayudar a Grecia a cambio de intensificar las duras medidas que defienden a capa y espada Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, no ha traído consigo celebraciones triunfales en Alemania. Abundan las críticas al nuevo rescate a pesar de que los hay que consideran que en la reunión de la que salió el acuerdo entre Grecia y sus acreedores se produjo una “victoria” de Merkel.

Así, el diario más leído de Alemania, el periódico populista Bild, criticaba esta semana que Angela Merkel creyera en un acuerdo donde las cifras, supuestamente, no cuadran. El tercer rescate a Grecia, valorado en 86.000 millones de euros, está hecho con “números fantasiosos”, lamentaba el Bild. Uno de sus editorialistas, Julian Reichelt, negaba incluso las palabras de la canciller según las cuales “Europa ha ganado” con el último acuerdo entre Grecia y sus acreedores. “Ningún político tiene un mandato para los cinco años de fallida política de rescates, ni un sólo pueblo de este continente ha votado esa política”, recordaba Reichelt en una columna cuyo titular exclamaba de forma alarmante: “¡Europa en peligro!”.

Sobre los números del acuerdo también se mostraba crítico Hans-Werner Sinn, presidente del Instituto IFO para la Investigación Económica y viejo partidario del Grexit. “Pese a que esta decisión costará al resto de Europa una gran cantidad de dinero, no será suficiente para satisfacer a los ciudadanos griegos”, aseguraba. Otros economistas citados por la prensa estos días se mostraban más optimistas. No obstante, entre ellos, reinaba la cautela. Por ejemplo, Marcel Fratzscher, presidente del Instituto Alemán para la Investigación Económica, calificaba el acuerdo del tercer rescate como “un primer paso para frenar la espiral de la economía de Grecia”.

Menos reservas a la hora de expresarse ha mostrado cierto sector conservador de una clase política alemana todavía visiblemente enfurecida por las posiciones adoptadas por el Gobierno de Alexis Tsipras. Este lunes, Thomas Strobl, vicepresidente del grupo parlamentario de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), la formación política que lidera Angela Merkel, declaraba ante las cámaras de televisión: “Los griegos ya nos han irritado suficiente”.

“En la CDU mucha gente está, de algún modo, muy enfadada, aunque todos están de acuerdo en que Merkel y Schäuble lograron su objetivo en la negociación con Tsipras. Están muy enfadados con el Gobierno griego y su actitud durante las negociaciones”, aclara a eldiario.es Olaf Boehnke, responsable de la oficina en Berlín del think tank europeísta Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés).

Debate público

En la prensa seria, especialmente la de centro-izquierda, el malestar se debe al trabajo del tándem negociador que han formado Merkel-Schäuble. Así, Wolfgang Münchau, editorialista de la web del semanario Der Spiegel se refería en los siguientes términos al acuerdo alcanzado: “Grecia se ha rendido y Alemania ha ganado. Es el triste resultado del fin de semana”. “Merkel ha conseguido reavivar la imagen de país tacaño, amenazante y sin corazón”, señalaba, por su parte, un editorial del diario Süddeutsche Zeitung.

“El debate público es un poco esquizofrénico en Alemania”, explica a este periódico Jan Peter Schemmel, investigador de la Fundación Nueva Responsabilidad, un think tank independiente con sede en Berlín. “Durante los meses anteriores al pasado fin de semana, los medios de comunicación estaban, sobre todo, en contra de los griegos, acusándolos de no mantener su palabra o diciendo que había que enseñarles a hacer política, y muy poco se decía que había que ayudar a los más desfavorecidos en Grecia. Pero ahora que en otros países de Europa se está denunciado que los alemanes impusieron sus dictados en las negociaciones, se escucha eso de que tal vez fuimos demasiado duros”, añade.

En este sentido, según Boehnke, el responsable del ECFR en Berlín, “hemos vuelto al punto del debate continental en el que se escucha en otros países que no se quiere vivir en una Europa alemana”. Para este experto, estas quejas no resultan tanto de una voluntad expresa de Merkel y Schäuble de dominar la Unión, sino que son consecuencia de las soluciones que se pueden dar a la crisis griega con una unión monetaria “a la que le falta la mitad de su estructura, pues no existe una política fiscal común”. Aún así, según Boehnke, “en Europa se ha perdido confianza en Alemania, porque ha quedado claro que si bien Merkel y Schäuble pueden encontrar una solución a la crisis griega a corto plazo, en Berlín, como pasa en otras capitales, nadie quiere emprender las grandes reformas europeas que hacen falta”.

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