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Aragón: 0,6 pasajeros diarios en un aeropuerto que costó 40 millones

Javier Ortega Figueiral

Aragón, la cuarta Comunidad Autónoma por extensión (47.700 km2), pero una de las menos pobladas (1,3 millones de habitantes) ha tenido históricamente un discreto papel en el campo de la aviación comercial, no así en el campo militar, con la inmensa base aérea de Zaragoza. En la actualidad tiene tres aeropuertos.

Zaragoza

Algunos –cada vez menos- siguen llamando “Sanjurjo”, al aeropuerto de la capital de Aragón, y es que ese es el nombre que tuvo el lugar durante años en homenaje al general golpista. El campo de vuelo tiene dos pistas inmensas, capaces de admitir cualquier aeronave. En su momento, la principal, de 3.700 metros de largo y 60 de ancho, llegó a formar parte de la red de emergencias para el aterrizaje de trasbordadores espaciales de la NASA como el Columbia o el Challenger. Nunca lo necesitaron, pero estas naves podían haber aterrizado en España en caso de necesidad.

Aunque su origen se remonta a los años 30, en plena Guerra Civil española, Zaragoza tomó importancia en el mapa aéreo tras la forma de los acuerdos España-EEUU del 53, por la que las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos pudieron hacer uso de las instalaciones aragonesas desde 1958 a 1994 (en realidad, buena parte de éstas fueron construidas por la USAF). Zaragoza, fue junto a Torrejón y Morón, una de las tres estratégicas bases norteamericanas en España durante la guerra fría. Hoy es de uso exclusivo del Ejército del Aire, que tiene basados allí los cazabombarderos F-18 del Ala 15 y los aviones de transporte Hercules del Ala 31.

El desarrollo de la aviación comercial empezó en los años 60, pero siempre fue bastante discreta, a pesar de que Zaragoza es una de las ciudades más pobladas de España, concretamente, la quinta, con más de 700.000 habitantes. Para consolidarse como capital, su ayuntamiento se postuló para celebrar La Exposición Internacional de 2008, el último gran evento internacional de ese estilo organizado en España, ya en plena crisis. Ese fue el argumento que justifico la necesidad de construir una nueva terminal en el aeropuerto: “recibir a los numerosos visitantes internacionales de la Expo”. Inicialmente las obras se presupuestaron en 10 millones de euros, pero esta cifra se vino abajo incluso antes de empezar las obras: el consejo de administración de Aena acabó aprobando una partida inicial de 28 millones de euros para levantar la nueva terminal.

El edificio, diseñado a medias por el grupo de ingeniería Sener y el despacho de arquitectura de Luis Vidal y asociados, tenía una clara intención de recrear la terminal T4 de Barajas con su gran cubierta ondulada y grandes fachadas de cristal. Esta edificación de 16.000 m2, cuadruplicaba a la anterior, compuesta de un antiguo edificio de los años 50, que hasta 2008 le daba un aire ‘retro’ a la terminal aérea, a la que se le había adosado una zona mucho más moderna y funcional hasta llegar a los 4.000m2, un espacio más que suficiente para atender la necesidad de pasaje en Zaragoza. Hoy esa terminal está cerrada a cal y canto sin uso alguno ni visos de ser utilizada a medio plazo.

A su lado está la flamante nueva terminal, diseñada para soportar más de un millón de viajeros al año, con 14 mostradores de facturación, seis puertas de embarque ampliables a ocho con pequeñas modificaciones. Finalmente, desde el año 2005 y hasta la apertura de la terminal, el 21 de febrero de 2008, se realizaron actuaciones por un importe de 56,6 millones de euros.

En 2007, con la antigua terminal, 512.000 pasajeros salieron y llegaron a Zaragoza, mientras que en el año de la exposición, lo hicieron 595.000, bajando a 528.000 al año siguiente.

El número de pasajeros del aeropuerto de Zaragoza cayó en picado en 2012, cuando perdió casi 200.000 usuarios, y no logra remontar el vuelo en lo que llevamos de 2013. Tras un descenso de más del 25% de los viajeros en un solo año, la tendencia negativa ha continuado durante el primer trimestre y la terminal de pasajeros ya acumula 15 meses consecutivos de caídas. Solo en estos tres meses se han reducido casi un 17% con respecto al mismo periodo del año pasado, que ya habían registrado peores datos que en 2011.

Este año Zaragoza sigue perdiendo pasaje. Si la tendencia del primer semestre se consolida, esto supondría perder más de 80.000 viajeros durante el 2013, lo que significaría bajar por primera vez, en los últimos años, de los 500.000 pasajeros anuales, algo que no ocurría desde 2006, e incluiría al aeropuerto de la capital de Aragón en el nutrido “grupo III” de Aena, al que se está aplicando un plan de reducción de gastos y limitación horaria.

Otra historia es la carga aérea. En los últimos ejercicios, el aeropuerto ha venido consolidando una línea de crecimiento en el sector de las mercancías transportadas por avión en aparatos específicos. Gracias a la importación de perecederos y la exportación de productos textiles, la terminal de mercancías aragonesa es la tercera de España tras Barajas y El Prat, ganando la partida a Vitoria-Foronda.

Huesca-Pirineos

Muchos aviadores especializados en vuelo sin motor, tienen recuerdos entrañables de su aprendizaje en Huesca. Monflorite es un lugar privilegiado para volar en veleros: sus condiciones meteorológicas, los vientos y el entorno hicieron de el un aeródromo de referencia en toda Europa para aprender a volar desde los años 30. La intensa actividad deportiva en ese lugar solo fue interrumpida durante la guerra civil. Desde los años 40 a los 70 fue escuela dependiente del Ministerio del Aire y a partir de entonces dependió del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones durante 20 años, para acabar pasando a una sociedad estatal del sector: Senasa.

La sorpresa llegó con la Orden de 20 de octubre de 2000 por la que el aeródromo de Huesca-Pirineos pasó a calificarse como “aeropuerto de interés general”, bajo control de Aena. Por entonces, Francisco Alvarez Cascos ya daba sus primeros compases como Ministro de Fomento, con excelentes contactos y compromisos en la provincia. Bajo su mandato no solo se arrancó el compromiso de construir un aeropuerto en Huesca, sino que también el Ave llegó hasta esa ciudad de 50.000 habitantes.

Aena acabó invirtiendo unos 40 millones de euros para la construcción de una nueva Terminal (edificio, plataformas y otros servicios) junto a un nuevo Campo de Vuelos a los que se les calculó a una previsión de demanda inicial de unos 160.000 pasajeros/año “atraídos por la nieve”. El aeropuerto, bautizado como Huesca-Pirineos, aunque las estaciones de esquí están a unos 100 kilómetros de distancia, nunca tuvo vuelos regulares, aunque si charters puntuales durante cuatro meses al año.

El primer ejercicio en el que estuvo operativo sumó solo 1.386 pasajeros y el año de mayor afluencia fue 2009 con 6.200, muchos de ellos transportados por Pyrenair, un intermediario que alquilaba aviones a terceros para transportar esquiadores al pirineo Aragonés. Esta empresa operaba con generosos patrocinios del gobierno de Aragón en forma de “convenios de promoción turística”. Así, entre 2007 y 2010 Pyrenair recibió 2,7 millones de euros y según las estadísticas transportó un total de 19.000 pasajeros, lo que supuso un coste de unos 144 euros de dinero del contribuyente por cada pasajero transportado desde y hacia Huesca.

A principios del año 2011 se suspendieron todas las operaciones comerciales y una escuela catalana de pilotos profesionales que había apostado por Huesca para formar aviadores chinos quebró, con lo que el aeropuerto quedó prácticamente sin vida. Prueba de ello es que durante los cinco primeros meses de este 2013 las estadísticas de Aena revelan que pasaron por la terminal 93 viajeros, lo que supone una media de 0,62 pasajeros al día, que en su gran mayoría son pilotos privados y acompañantes del Real aeroclub de Zaragoza, dando un pequeño paseo aéreo para tomar un café en Huesca y regresar. A pesar de todas estas perspectivas y de perder cada año más de 4 millones de euros, Huesca sigue abierto e integrado en la red de aeropuertos españoles. Por cierto, a menos de 100 kilómetros de allí y aun sabiendo como funcionó la experiencia oscense, la Generalitat de Catalunya construyó el aeropuerto de Alguaire, que se tratará en un futuro capitulo.

Teruel

Ahora parecen haberlo olvidado, pero las autoridades de Teruel fantasearon con la posibilidad de tener un aeropuerto en la provincia para poder volar a Madrid, aprovechando la existencia de un aeródromo de la guerra civil en Caudé, un pueblito de 300 habitantes en una de las zonas con menos densidad de población de España. Allí, el gobierno de Aragón y el Ayuntamiento turolense empezaron a mover tierras, invirtiendo nueve millones de euros. Posteriormente se construyó una pista de vuelo de casi tres kilómetros junto a las correspondientes calles de rodadura y plataforma, en los que se han invertido 40 millones más.

Antes de caer en la tentación de encargar a un arquitecto una flamante terminal, la crisis ya había caído sobre el sector y cualquier intento de edificar estaciones aéreas se frustró, no así el intento por darle una nueva vida a las instalaciones, convirtiéndolas en un gran aparcamiento para aviones en desuso con dos futuros muy diferentes: ser conservados mientras se espera un vendedor, que la compañía que lo ha aparcado vuelva a necesitarlo, o bien ser desmontados, desguazados y reciclados, aprovechando todas sus piezas.

La empresa Tarmac Aerosave, perteneciente al consorcio EADS consiguió la concesión para operar el aeropuerto a principios de 2011. Actualmente el aeropuerto sigue sin actividad y la última noticia que ha generado es que “es idóneo para vuelos espaciales”, un titular salido del estudio de unos ingenieros adscritos a una universidad francesa. Curiosamente muchos medios de gran audiencia elevaron esa noticia a gran éxito, cuando era simplemente una conclusión de un trabajo universitario.

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