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“La renta básica fue ideada por personas de derechas”

Eduardo Garzón. FOTO: Marta Jara

Ana Requena Aguilar

Eduardo Garzón es economista y asesor de economía del Ayuntamiento de Madrid. Su nombre está estrechamente ligado al de su hermano, Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida. Presenta ahora su libro Desmontando los mitos económicos de la derecha (Ediciones Península), en el que busca acabar con la idea de que otra política económica no es posible. Muy crítico con los indicadores económicos y sus interpretaciones, defiende otras fórmulas para medir el bienestar y un cambio en el concepto de empleo.

En el libro defiende que economía y política son dos caras de la misma moneda. Entonces, ¿frases tan repetidas como la de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades tienen un sentido económico o solo político?

Cuando uno mira las cosas desde otro punto de vista es más fácil responder a esa clase de preguntas. Si en lugar de mirar a indicadores con los que nos atormentan cada día, como el PIB o la tasa paro, uno se aleja, se da cuenta de que vivimos en pleno siglo XXI y que la capacidad económica y productiva, el avance tecnológico, el conocimiento o los recursos se han incrementado muchísimo y que disponemos de mucho más que antes para poder crear riqueza y bienestar para todo el mundo.

Si coges ese planteamiento, no tiene ningún sentido que las generaciones de ahora tengan que vivir peor que sus padres. Aquí es donde está el gato encerrado: a pesar de que tenemos cada vez mejor capacidad tecnológica, productiva y económica, la riqueza no se distribuye como debería y eso responde a un sistema económico muy particular que tiene un nombre, capitalismo.

Entonces, ¿diría que es partidario de un capitalismo pero reformado y más social o se definiría, como hace su hermano Alberto Garzón, comunista?

No se puede hacer una distinción clara entre capitalismo y no capitalismo. El capitalismo es como los perros, es una especie animal pero cuando uno mira un chihuahua sabe que no tiene nada que ver con un pastor alemán. En cada país, a pesar de que todos se rigen por un sistema que en esencia es el mismo, este se materializa de una forma diferente. En algunos hay mucho más de capitalismo que en otros. La pregunta sería cuánto de capitalismo tendríamos que tener. En mi opinión tendríamos que tener menos pero eso no significa que tengamos que romper con toda la lógica del sistema capitalista, que haya que ir a un sistema radical y muy diferente.

La idea es reducir los espacios que hoy viven regidos por la lógica capitalista –si me sale rentable empiezo una actividad económica y contrato a gente– eliminarla de los sectores estratégicos y más importantes para la actividad económica. La tendencia es desgraciadamente la contraria: el neoliberalismo, que supone ampliar todos esos espacios, reducir salarios para aumentar los beneficios del capital, reducir los espacios públicos de la sanidad, la educación y las pensiones para que el negocio privado pueda hincarle el diente.

Se muestra muy crítico con los indicadores, entre ellos el PIB, ¿cuál es la alternativa?

Ese indicador viene siendo criticado desde hace muchísimo tiempo, incluso por premios Nobel. Nunca ha sido un indicador válido para reflejar el bienestar de las comunidades porque solo mide lo que está expresado en términos monetarios. Si hay una persona que está cuidando a su hijo en una escuela infantil, sí está dentro del PIB, pero si lo hace en su casa sin remuneración, ya no cuenta. No tiene sentido que en función de si se paga o no un actividad sea considerado como algo que explica nuestro bienestar. Y al mismo tiempo el PIB integra actividades que son pagadas y que son nocivas, como la compraventa de armamento, la quema de un bosque o una guerra.

Hay muchas otras propuestas, como el Indicador de Desarrollo Humano de la ONU, que intenta combinar el PIB con otros indicadores que tengan en cuenta el reparto de la riqueza, las condiciones de vida o la felicidad.

¿Debe cambiar la definición de paro y empleo en un mundo del trabajo que ha cambiado mucho en los últimos años?

En el libro lo resumo con una frase: que no haya empleo no significa que no haya trabajo. Hoy día hay mucha gente que está realizando un trabajo útil para nuestras sociedades y como no se ha remunerado, como los cuidados, no se considera empleo. Lo que hay que hacer es que todo aquel trabajo, todo esfuerzo físico o intelectual que redunda en beneficio de nuestros prójimos, tiene que ser considerado empleo. ¿Cómo? Remunerándolo, dignificándolo y repartiéndolo de forma solidaria entre hombres y mujeres. Desde mi punto de vista eso debe hacerse mediante el trabajo garantizado: todas esas actividades trasladándolo en la medida de lo posible al ámbito público, a un empleo remunerado y más cualificado y profesionalizado. 

¿Sería el Estado el que se haga cargo de esos empleos?

Exactamente, pero eso no quiere decir que sea una panda de burócratas en Madrid la que decida lo que se va a hacer, por ejemplo, en Almería. Se trata de que se articule a través de mecanismos de participación democráticos, que la propia gente diga cuáles son las necesidades de su ciudad, y a partir de ahí se diseñen los puestos de trabajo que sean necesarios.

¿Es la renta básica una fórmula contra la precariedad o para afrontar el nuevo mundo del trabajo que se está creando?

La renta básica fue ideada por personas de derechas, era una forma de calmar a la gente cabreada por sus trabajos o por la precariedad, para darles lo suficiente para que sobrevivan y quizá algo más, y no poner en cuestión los desequilibrios de poder y de renta y riqueza que existan. Con esa perspectiva no estoy de acuerdo, tampoco nadie desde el ámbito de la izquierda. Lo que se propone desde un sector de la izquierda es diferente, es una renta para empoderar a la gente frente a los empresarios.

¿Y cómo conseguir una cosa y no la otra, cómo empoderar sin que el efecto sea que los empresarios bajen salarios?

Es muy difícil, por eso soy muy crítico con la renta básica. Creo que la renta básica no debería ser, al menos no toda, en dinero sino en especie. Por ejemplo, la sanidad y la educación ya es renta básica en especie. Tendríamos que hacer lo mismo con la alimentación, el transporte, el alojamiento y podríamos pensar también en la energía o, por qué no, las telecomunicaciones. En lugar de dar dinero y que se busquen las habichuelas en un mercado contaminado por desequilibrios de poder, controlarlo y regularlo a través de decisiones democráticas, transportes, participativas y atendiendo a criterios sociales, ecológicos, de género...  A partir de ahí toda la persona que quiera trabajar, que lo haga, que no tiene por qué ser ocho horas al día, puede ser cuatro, tenemos los recursos para hacerlo.

Critica el alarmismo sobre las pensiones, pero ¿no cree que con un déficit de 18.000 millones de euros en la Seguridad Social hay ciertas razones para la preocupación?

No, no hay ningún tipo de preocupación desde un punto de vista técnico. Desde el actual sistema, si no se cambia nada, obviamente sí. Pero ya recientemente el Gobierno ha dicho que pasarán un crédito desde el monedero de los ingresos generales al de las pensiones. Eso es un real decreto que se hace en un segundo. ¿Por qué no lo dijeron en un primer momento? Porque había interés en decir que el sistema público es insostenible. El déficit es algo que no nos debería preocupar. Tener déficit público es normal y no es malo per se. De casi 200 países del mundo, 175 tuvieron déficit público en 2015.

Pero que la Seguridad Social tenga ese déficit quiere decir que algo pasa en el sistema.

Pero son dos monederos, el de la Seguridad Social y el de los ingresos generales, que también está en déficit, más de hecho, ¿por qué entonces nos preocupamos por el de la Seguridad Social? Juntas los monederos, pasas dinero de uno a otro y ya está solucionado el problema, no se trata de que las pensiones sean insostenibles. 

Pero si hace falta sacar dinero de otro monedero es porque el de las pensiones no tiene recursos suficientes, ¿no ve necesario entonces hacer ahí algún cambio?

Si respetamos las reglas del juego y decimos que las pensiones se tienen que pagar solo con cotizaciones sociales entonces algo hay que hacer. O puedes optar por pasar dinero de un sitio a otro, como hace el Gobierno. Pero si se quiere reformar eso para que no sea una anomalía constante se puede hacer. No creo que haya que tener dos monederos separados, el de las cotizaciones y el de los ingresos generales. Que haya una caja única que financie todo. 

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