Fátima Báñez o la continuidad de la cara de la reforma laboral
Capear el temporal sin grandes estragos. Esa frase puede resumir la virtud de Fátima Báñez al frente del Ministerio de Empleo durante los últimos cinco años. No es poca cosa: su templanza le ha valido la confianza del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Todas las quinielas señalaban a Báñez como miembro seguro del nuevo Ejecutivo. No se equivocaron: Rajoy ha decidido dar continuidad a la cara de la reforma laboral a la que el Gobierno atribuye una mejora sin precedentes del mercado de trabajo. Ni las dos huelgas generales, ni la precariedad rampante o una hucha de las pensiones a punto de agotarse parecen haber hecho rasguño profundo en el perfil de Báñez.
Su continuidad en el Gobierno está ligada a la de la vicepresidenta del Gobierno. Báñez ejerce bajo la protección de Soraya Saénz de Santamaría, que también se mantiene en el cargo, y forma parte de la cuadrilla que incluye al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
Fátima Báñez recibió el primer encargo de envergadura del gobierno de Rajoy: hacer una reforma laboral que diera un vuelco al Estatuto de los Trabajadores. Poco más de dos meses después de llegar al ministerio el texto estaba listo. Báñez presentó una reforma que rebajó las indemnizaciones por despido y rompió el equilibrio de poder en los convenios colectivos. Y lo hizo sin negociar con los agentes sociales: los sindicatos conocieron los detalles por una llamada de teléfono solo unas horas antes de que se presentara.
La reforma le valió al Gobierno su primera huelga general, en marzo de 2012. Meses después, los recortes trajeron la segunda, en noviembre. El diálogo social no ha sido el fuerte de Báñez, aunque conforme avanzó la legislatura las conversaciones con sindicatos y patronal se hicieron más frecuentes e incluso dieron algún fruto, como el pacto para una nueva prestación para personas sin ingresos.
Varias veces desde que empezó su mandato ha asegurado Báñez que España estaba saliendo de la crisis. Gracias, no tanto a su propia gestión, como a la virgen del Rocío, a quien encomendó la recuperación y la bajada del paro. “Nos ha hecho un regalo en nuestra salida de la crisis y en la búsqueda del bienestar todos los días de los ciudadanos”, dijo en una visita al ayuntamiento de Almonte.
Lo que no ha conseguido la virgen de Rocío es hacer sostenible el sistema de pensiones. De momento, y hasta que la virgen actúe, el ministerio dirigido por Báñez ha exprimido el fondo de reserva hasta dejarlo en mínimos y dejado más dudas que certezas sobre qué pasará con las pensiones en los próximos años.
Una reforma de las pensiones pendiente
Esa será precisamente la gran tarea pendiente para esta legislatura: pilotar una nueva reforma del sistema de pensiones que genere consenso. Los grupos parlamentarios ya están trabajando en propuestas para aumentar los ingresos del sistema y Mariano Rajoy ya anunció en su discurso de investidura su intención de impulsar el Pacto de Toledo.
Aunque los datos de paro ya no son las cifras abultadas del apogeo de la crisis, la ministra seguirá con un ojo puesto en los datos mensuales: consolidar la creación de empleo, mejorar la calidad de los puestos de trabajo y aumentar una protección social que cae en picado.
Báñez tendrá que abordar las sentencias europeas que establecen una indemnización para los trabajadores indefinidos e instan a no discriminar a los temporales. De facto, los cambios pueden suponer una nueva reforma laboral.