El mundo económico confía en que Trump incumpla su programa pero duda del impacto directo en España
El mundo económico contiene la respiración ante las consecuencias que puede tener para España la insólita victoria de Donald Trump. El triunfo de este multimillonario xenófobo, demagogo y lenguaraz, la antítesis del statu quo que encarnaba la derrotada Hillary Clinton, inquieta a economistas y empresarios españoles.
El magnate inmobiliario, que en 2012, con visión de inversor buitre, apostaba por aprovechar las gangas que ofrecía un país “enfermo” como España, ha prometido en campaña tantas cosas (algunas de ellas, contradictorias), que es difícil prever cuáles van a ser sus políticas una vez desembarque en enero en la Casa Blanca.
Por eso, tras unas primeras horas de gran volatilidad en los mercados, y después del conciliador discurso que Trump ofreció al proclamarse ganador, el esperado batacazo se quedó en casi nada: la caída del Ibex, donde cotizan las mayores empresas españolas, fue finalmente del 0,4%, en contraste con las caídas récord producidas por el Brexit. No obstante, los analistas prevén más volatilidad en las próximas jornadas. En Bankinter estiman que las bolsas “podrían caer entre un rango aproximado del -5% y el -8% esta semana”.
En un par de meses, Trump tomará el mando de uno de los motores económicos del planeta y del principal socio comercial de España fuera de la UE. En 2015, EEUU fue el sexto destino de las exportaciones españolas de bienes (4,5% del total) y el quinto proveedor, al ser el origen del 4,3% de nuestras importaciones. También es el primer destino de la inversión española en el exterior con el 16%. Buena parte de la recuperación de la economía se ha basado en el brío de las exportaciones.
Prácticamente todas las empresas del Ibex están expuestas en mayor o menor medida a Estados Unidos o al objetivo de muchas de las invectivas de Trump, México, cuyo principal socio comercial es su vecino del norte. BBVA, que tiene en el país azteca a su primer mercado (genera el 41% de sus beneficios, seguido por España con un 17%), era el peor valor del Ibex este miércoles al caer un 5,7%.
Mark Zandi, economista jefe de Moody's, ha pronosticado que, de llevarse a la práctica el programa del futuro presidente estadounidense, EEUU caería en una recesión y el desempleo se dispararía al 7,4%, frente al 4,9% actual (está muy cerca del pleno empleo).
Sin embargo, “existe una nebulosa sobre lo que va a hacer Trump”, advierte Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) y catedrático en la Bangor University, que cree que el Brexit es, en principio, mucho más perjudicial para España que la victoria de Trump.
“Esperar y ver”
Entre la gran empresa española predomina el “esperar y ver”, como resume Mario Armero, vicepresidente ejecutivo de la patronal de fabricantes de coches, Anfac, y muy vinculado a Estados Unidos como exdirectivo de uno de sus emblemas industriales, General Electric. Armero, que conoce personalmente a Trump, se reconoce especialmente “preocupado” por las implicaciones que puede tener su victoria, “una sorpresa brutal”, sobre el libre comercio. Pero, como otros consultados, confía en que las promesas del futuro inquilino de la Casa Blanca no se cumplan.
El escenario “apocalíptico”, como lo define Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano, sería una escalada proteccionista (sobre todo con China) que merme el comercio mundial, algo que, en palabras del ministro Luis de Guindos, “no sería bueno”. Otero lo duda: “Vamos a ver si realmente va en serio con esto del buy american y proteger el mercado, los trabajadores y las empresas locales”.
Este experto subraya que en su primer discurso Trump “ha enfatizado mucho el tema de infraestructuras, donde hay carencias importantes, y hay muchas empresas españolas allí”. Entre ellas, ACS (que tiene en EEUU su principal mercado y ayer se disparó en Bolsa más de un 5%), Ferrovial u OHL.
José Ramón Iturriaga, gestor de los fondos de inversión Okavango Delta, Kalahari y Spanish Opportunities, señala en su blog que, dejando de lado “soflamas y eslóganes de corte populista”, Trump no tiene por qué “ser peor para la economía americana que Clinton”, dado que muchas de sus propuestas son lo que se conoce como estímulos: expansión fiscal, bajadas de impuestos y una inversión en infraestructuras mayor que la que proponía Clinton. La cuestión es si las empresas españolas podrán beneficiarse de ello.
En materia energética, el programa de Trump pasaba por declarar “estratégico” el “dominio” de EEUU en esta materia, invertir 50.000 millones de dólares en la explotación de reservas de hidrocarburos y aprovechar “centenares de años en reservas de carbón limpio” para convertir a EEUU en un país “totalmente independiente” de la OPEP “o cualquier nación hostil a nuestros intereses”. Entre las potenciales beneficiarias podrían estar empresas españolas como Repsol, Gas Natural o Técnicas Reunidas.
Escéptico de las renovables
Trump es un escéptico de las energías renovables y el cambio climático. Ha prometido no ratificar el Acuerdo del Clima de París y antes de ser candidato (en 2012) calificaba las turbinas eólicas de “desastre estético y medioambiental”. Esas declaraciones de intenciones pueden pesar sobre empresas españolas como Iberdrola (segundo productor de energía eólica en EEUU, país para el que en julio anunció inversiones de 9.500 millones de dólares hasta 2020), Gamesa, Acciona o Abengoa.
El investigador de Elcano recuerda que la posición de Trump respecto a la tradicional política estadounidense de apoyo a sus socios en Oriente Medio va a ser determinante para los precios del petróleo. “Si tomase la decisión de retirar a sus soldados lo más normal sería que subieran”, lo que tendría un efecto negativo sobre España, adicta a un oro negro del que carece. Carbó cree que el efecto “más preocupante” de las posibles decisiones de Trump no está en las materias primas, sino en sus políticas de inmigración y las posibles restricciones al libre comercio.
El ex secretario de Estado de Comercio y actual director Internacional de la Cámara de Comercio de España, Alfredo Bonet, señala que “el principal temor es que se cierre la economía americana, que era uno de los mensajes principales del candidato. Volver a hacer América Fuerte [la idea-fuerza de Trump] es sinónimo de cerrar las fronteras, mercados, de una actitud más proteccionista, y esto es malo en general. A nosotros la apertura comercial es una de las condiciones que nos permitieron crecer y modernizarnos tanto en estos últimos años”, dice.
Bonet cree que la victoria de Trump “podría suponer un cierto parón en este proceso de liberalización continua y eso puede tener un impacto negativo”, pero recuerda que EEUU tiene suscritos “una serie de compromisos internacionales difícilmente desconectables, como su pertenencia a la OMC (Organización Mundial de Comercio) y la firma de muchos acuerdos comerciales que están en vigor”.
“Yo lo que espero es que en la realidad después el enfoque de la nueva política económica no se convierta en cierre de las fronteras y que se llegue a un compromiso de seguir trabajando con socios comerciales”, concluye el directivo de la Cámara, que reconoce que el polémico tratado TTIP Europa-EEUU, que Trump rechaza, “se queda en el congelador”.
El futuro de los tipos
A corto plazo, una de las claves para saber por dónde pueden ir las políticas de Trump será a quienes consigue convencer para ponerlas en marcha: “No sé qué economistas se van a atrever a ir a su equipo económico”, dice Carbó, antiguo asesor de la Reserva Federal (FED).
Antes de que tome posesión, la Fed debe decidir el 14 de diciembre si mantiene los tipos de interés en el rango de entre el 0,25% y el 0,50% en el que llevan desde finales de 2015. Se daba por descontada una subida en diciembre, pero ahora las probabilidades están por debajo del 50%, según las estimaciones de varios analistas recogidas por Europa Press. La Fed tiene la llave de la política monetaria de EEUU, un área sobre la que en principio Trump no tendrá poder de decisión, aunque el presidente electo ya ha sugerido que no quiere en la presidencia de la institución a Janet Yellen, cuyo mandato acaba en enero de 2018. Un asesor de Trump dijo el jueves que el futuro presidente no intentará forzar ahora su renuncia, en el caso de que pueda hacerlo, pero que no la volverá a nombrar al final de su mandato.
Santiago Carbó es de los que apuestan por una subida de tipos: “Puede gustar más o menos, pero puede dar margen a la Fed para un momento económico más bajo”. Además, salvo circunstancias excepcionales, mantener tipos “daría una señal de no normalidad”.
Otero, que sí cree que los tipos se mantendrán, confía en que la presión del establishment estadounidense logre hacer mella en Trump, cuyo poder efectivo sería “limitado” a pesar de que los republicanos han conseguido retener la mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado. “Ahí está el caso de Obama, con mucha gente decepcionada porque cree que no ha hecho ni la mitad de lo que prometió. Lo mismo pasará con Trump, que no podrá hacer ni la mitad de lo que ha dicho que va a hacer”, pronostica.
En su opinión, “el mejor de los escenarios” sería el de Trump convertido “en una especie de Silvio Berlusconi” a la americana, dedicado a disfrutar de las ventajas de la Casa Blanca sin llegar a poner en práctica muchas de las políticas por las que abogó. Para este experto, el problema de fondo de la sociedad estadounidense es estructural: “La desigualdad, la gran división entre grandes ciudades y el mundo rural, la sensación de la gente blanca de que sus hijos van a vivir peor, los desafíos de las nuevas tecnologías… Este señor evidentemente no va a arreglar estos problemas. La pregunta es si a lo mejor no vendrá alguien todavía peor dentro de cuatro años”, resume.