La candidata del consenso gobernará la Reserva Federal
Obama ha llamado al séptimo de caballería. El presidente de los Estados Unidos, asediado y agobiado por los republicanos y los mercados, ha invocado a la única persona que podía poner calma y cordura en el desasosiego que reina en Estados Unidos. Pero el general de esta tropa es una mujer y viene sola. Es Janet Yellen, la actual vicepresidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos y a la que Barack Obama ha nombrado, contra su voluntad inicial, nueva señora del dólar.
Obama se ha resistido todo lo que ha podido a nombrar a la discípula de James Tobin. Su candidato inicial era Larry Summers, amigo y demócrata; pero por tierra, mar y aire le pidieron que nombrara a Yellen. La presión fue tan alta que el propio Summers renunció a la candidatura hace un mes. Desde entonces, el nombramiento de Yellen parecía inminente, pero el presidente se ha guardado en la manga este as para sacarlo en el momento más propicio, que se pintó este mismo martes.
Estados Unidos está en un momento histórico. Históricamente peligroso, volátil e imprevisible. El Gobierno Federal está parcialmente cerrado porque se ha acabado el dinero para financiarlo. Una inusitada carambola política tiene desde hace nueve días a la Administración parcialmente cerrada a la espera de que republicanos y demócratas acuerden un nuevo techo de gasto público. En el pulso político, marcado por la presencia mayoritaria de republicanos en la Cámara de Representantes, Obama se juega su reforma sanitaria, conocido como Obamacare.
Los mercados nunca pensaron que unos y otros llegarían tan lejos. Con la frágil composición del poder legislativo, Estados Unidos había sorteado ya varias veces el cierre federal en tiempo de descuento. Pero esta vez el órdago es a lo grande y pasan los días sin atisbo de solución a esta parálisis presupuestaria. Los inversores se lo tomaron con sana paciencia los primeros días pero, cuando el contador sigue corriendo, el nerviosismo comienza a cundir. Al cierre de la sesión del martes, los mercados dieron el primer susto de importancia con un bajón importante en los últimos compases de la sesión. La alarma cundió en las bolsas que esperaban una apertura con fuertes caídas en Asia y Europa.
Con el nombramiento de urgencia de Yellen, Obama ha querido ganar tiempo en la presión de los mercados, que es la única que puede fozar a decantar la negociación de los republicanos para uno u otro lado. El golpe de efecto ha tenido un impacto limitado. Primero, porque pese a la dilación en el nombramiento, el mercado descontaba que Obama no se empecinara en no nombrar a la economista favorita de todo el espectro político y económico. Es la favorita de Joseph Stiglitz y, también, de The Economist. La quieren los republicanos y los demócratas. La exige la banca de inversión. Y segundo, porque lo que se comienza a jugar el país con el apagón es demasiado importante para diluirse por el nombramiento de un gobernador de la Reserva Federal que no tomará posesión de su cargo hasta enero.
El 'marrón' del nuevo cargo
Para la aclamada Yellen, el nombramiento es un cargo envenenado. Al honor de ser una de las mujeres más poderosas del mundo –como la directora del FMI, Christine Lagarde, y la canciller alemana Angela Merkel–, está el de habérselo ganado mediante su afamada independencia y su manejo de la política monetaria con las correas de transmisión a la economía real. Pero Yellen, a la que se espera continuista con la política de su jefe y predecesor, Ben Bernanke, tendrá a buen seguro que pilotar uno de los procesos más difíciles a los que se puede enfrentar un banquero central: desconectar al mercado de la respiración asistida de las políticas expansivas.
En la última reunión de la FED, Bernanke anunció que posponía la retirada de los estímulos monetarios; básicamente, la compra masiva de bonos, hasta nuevo aviso. La recuperación está aún demasiado débil como para anticipar el fin de esta política, tal y como se había anunciado antes del verano. Este retraso le pasa la pelota a Yellen, que será quien tome la decisión más crítica de la historia económica reciente de Estados Unidos: cómo y cuándo dar el giro y dar por concluida, o asentada, la recuperación.
Los tempos son clave en este proceso. Como lo es también manejar las palabras, los mensajes y los guiños que debe lanzar Yellen a los mercados. Retirar la metadona al adicto no es flor de un día. Por de pronto, la FED se ha puesto como objetivo no desconectar al enfermo hasta que la tasa de paro esté por debajo del 6,5%. Precisamente, el profundo conocimiento del funcionamiento del mercado laboral es el que ha elevado a Yellen al Olimpo de las favoritas. Paradójicamente, Yellen es conocida por ser paloma, lo que en lenguaje de política monetaria representa ser favorable a este tipo de políticas (frente a los halcones). En cualquier caso, los especialistas aseguran que su profundo conocimiento de política monetaria le hace no pertenecer a ninguno de estos dos bandos y ser, en realidad, una buena economista tecnócrata.
Yellen, dicen, sabe escuchar. A unos y a otros. Huye de ponerse a tiro de recibir presiones políticas. Y sabe esperar. Como Penélope. Le toca ahora destejer la maraña de ayudas monetarias que ha tendido la institución en el último lustro sin que el mercado sienta que se cae, sin red, al vacío. Un auténtico 'marrón' que todos creen que solo puede resolver la nueva gobernadora del dólar.